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Yugyeom nunca fue alguien muy interesado en el romance. Había tenido noviazgos tanto con hombres como con mujeres, mas nadie nunca lograba enamorarlo de esa forma tan intensa de la que había oído hablar.
Comenzó a pensar que eso era un mito, algo que ocurría sólo en películas y libros. O por lo menos pensaba así hasta que conoció a Jaebum.
Lo conoció en un bar. Le pareció muy atractivo y coqueteó con él toda la noche. Al regresar a casa se encontró con que el chico había deslizado hábilmente su número de teléfono en los bolsillos de Yugyeom.
Sonrió. Hacía tiempo no tenía una cita, y si bien los romances no eran para él más que diversiones pasajeras, decidió darle una llamada. Después de todo, se había divertido con él.
Tuvieron un par de citas en las que Yugyeom tuvo la oportunidad de conocer al atractivo muchacho. Aprendió sobre sus aspiraciones musicales (aspiraciones que Yugyeom compartía) y sobre su infinito amor hacia sus gatos. Conoció sobre sus libros favoritos y sobre sus irritantes compañeros de trabajo. Jaebum era sin duda alguien cuya compañía disfrutaba.
Comenzaron a verse cada vez más. Se mandaban mensajes cada que podían y se mantenían despiertos hasta tarde hablando por teléfono. Yugyeom comenzaba a extrañarle cada vez más y a desear ver más de él con más frecuencia.
Fue entonces que se dió cuenta de que se había enamorado como nunca lo había hecho.
Era una sensación extraña, como una rara adicción. Así como algunos tienen el alcohol, Yugyeom tenía a Jaebum.
Cada que estaban juntos se sentía en un raro estado de ebriedad. Jaebum le hacía sentir cosas que nunca había sentido y francamente le gustaba.
Era la sensación más maravillosa que jamás hubiera sentido.
Esa mañana, Yugyeom abrió los ojos para encontrarse con que el otro extremo de su cama se hallaba vacío, a pesar de que Jaebum se había quedado a pasar la noche. Conociendo al mayor, muy probablemente se hallaba tomando un baño.
Yugyeom soltó un bostezo y se cubrió con las cobijas. A diferencia de su pareja, él podía ser un tanto perezoso y no gustaba de madrugar.
Mientras se tapaba con los cobertores, Yugyeom notó algo: a lo largo de su cama se hallaba impregnado el aroma de Jaebum. Yugyeom estaba familiarizado con este, después de todo pasaba con él la mayoría del tiempo, y sin embargo aquel olor le seguía resultando adictivo.
Le recordaba a todos los momentos que había pasado junto a él.
¿Era normal amarlo tanto? Nunca dejaba de pensar en él, y la necesidad de estar a su lado siempre estaba presente. ¿Cómo podía una sola persona provocar ese remolino de emociones dentro suyo? A veces se preguntaba si Jaebum lo amaba de la misma manera, pues el cariño que sentía hacia el mayor a veces le parecía excesivo.