➣ CAPITULO CUATRO: ¿Un Caso? [Parte I]

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ERAN LAS NUEVE DE LA MAÑANA cuando los ojos azules de John Watson relucieron bajo los destellos del sol mañanero

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ERAN LAS NUEVE DE LA MAÑANA cuando los ojos azules de John Watson relucieron bajo los destellos del sol mañanero. Todo el cuerpo de hombre mostraba señales fuertes de dolor en cualquiera de sus músculos, debido a los esfuerzos ejercidos el día anterior mientras acomodaba sus antiguas cosas en la nueva residencia.

Había despertado de la horrible pesadilla que azotaba su mente una y otra vez desde que su mejor amigo había muerto. Nuevamente veía a su amigo caer desde el piso más alto de aquel hospital, posteriormente su cuerpo inerte sangrando en la acera y por último se veía a sí mismo lanzándose desde el lugar de donde su amigo lo había hecho. Todas aquellas sensaciones aún permanecían en su cuerpo acompañadas de los recientes dolores que atacaban sus extremidades debido al esfuerzo. Borrar de su mente la blanca acera manchada del rojizo característico de la sangre que provenía de la herida mortal que aquel detective consultor que había decidido morir debido a la depresión por la que pasaba su fama, eran imágenes que no podían apartarse de la mente del médico al primer segundo posterior a su salida del sueño.

Cuando trato de levantarse, se dio cuenta de algo terrible que había vuelto a su vida en ese instante. Una vieja amiga que se había marchado cuando sus emociones eran depositadas en la emoción y el extasis que le provocaban las aventuras acompañadas de Sherlock, y que ahora regresaba cuando su vida volvía a tornarse en forma normal. Su pie volvía a mostrar cierta resistencia a moverse, aquellas molestias volvían a la vida y al cuerpo de John Watson.

Para buena suerte del hombre de cabello rubio con toques de luces plata, su viejo bastón que le había acompañado durante su incorporación a los aires londinenses se encontraba a un costado de su cama. Estirando un poco sus brazos, logró alcanzarlo para lograr ponerse de pie después de repetidos intentos de acoplarse nuevamente a aquella discapacidad que solo era producto de su mente.

El golpe del bastón contra el suelo era el único eco que se lograba escuchar en toda la casa, aquello le indicaba que su compañera había salido temprano sin haberle avisado antes de cruzar la puerta. John bajo la mirada un poco apenado, su mente le mostraba la forma en la que le había hablado a su nueva compañera el día anterior y lo mucho que parecía haberla lastimado. Suspiró pesadamente y se prometió a sí mismo que le pediría disculpas a la segunda residente que habitaba aquella casa.

En poco tiempo, el cuerpo de John Watson se hallaba sobre uno de los sillones que dirigían su vista hacía la televisión donde pasaban los noticieros mañaneros que informaban de todo lo que había estado sucediendo en la semana. Sus manos llevaban lentamente la taza de té a sus labios, para posteriormente hacer una mueca de disgusto ante el exceso de azúcar que había en la bebida que él mismo preparó para disfrutar aquella mañana. Su nariz y su boca añoraban las bebidas que la señora Hudson se molestaba en preparar cada vez que los dos habitantes del 221B se lo pedían.

El bastón descansaba a un costado de su pierna derecha, sus ojos estaban inyectados en el contenido que le mostraba aquella televisión. Debido a al pronto regreso de su vieja discapacidad y la muerte inesperada de su colaborador en casos, el dinero para sostener la renta de su nueva residencia se convertía en el más grande de sus problemas. Los trabajos en donde podría prestar sus servicios parecían agotarse con rapidez debido al tiempo que había estado pasando mientras resolvía casos y distraía su mente en otras cosas, puesto que en ocasiones los clientes del detective pagaban una gran cantidad de dinero por los servicios de ambas personas, cosa que Sherlock negaba poseer y que Watson se quedaba con el crédito para el sustento del departamento.

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