Capítulo 1: El comienzo de mucho.

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Hay recuerdos y ocasiones de mi vida de las cuales me encantaría poder cambiar el final

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Hay recuerdos y ocasiones de mi vida de las cuales me encantaría poder cambiar el final.

¿Por qué para algunos se nos hace más complicado el sobrepasar obstáculos?

Soy un remolino de emociones. A veces me comparo con una nuez, sí, sé que suena raro. La explicación puede que facilite la comprensión: Por fuera puedo parecer dura, pero siempre hay un punto débil que hace estrellar esa capa, es inevitable, en eso se basa la vida: mientras más envuelvas tú corazón mucho más desafíos pullarán su caparazón, no obstante, el razonamiento debe ser una fiel guía a la decisión. Por mi parte es un dilema, aunque me contenga de mostrar esos lados.

De vuelta a la realidad.

—¡Buenos días, cariño!—La voz de mi madre aparece de la nada. La veo por el rabillo del ojo empujar sutilmente la puerta de mi habitación.

Tendré que establecer un límite de confianza, ella abre sin avisar. Quién sabe si un día ando como Dios me trajo al mundo y me llevo un gran susto.

—Eh ¡buenos días, mamá!— Cierro mi diario y tapo con el brazo mientras esbozo una casual sonrisa para nada forzada.

—El desayuno ya está preparado y— Me vislumbra mejor, sus cejas se unen—. ¡Thali!—dice con un conocido tono de reproche—, ¡¿Por qué aún no estás preparada para el colegio?! ¡Ya no falta casi nada para entrar!

—Aún es temprano—Me excuso entre suspiro.

—¿Temprano dices? Sabes que tardas una eternidad arreglándote.

«Sí, no negaré ese hecho pero no es mi culpa que el tiempo transcurra tan rápido cuando no debería»

«Eso me hace recordar cuando ayudo a freír plátanos y en un descuido ya se me queman»

—¡Te estoy hablando!

Sacudo la cabeza volviendo en sí y saliendo de mis pensamientos. Mi madre sigue expectante y su pie hace un movimiento constante al repiquetear sobre el suelo.

—No sea exagerada—murmuro. Deslizo mi diario de cuero marrón disimuladamente como "mejor" lo sé hacer por debajo de la almohada antes de levantarme de la cama. Al situarme frente al espejo peino mi ondulado pero manejable cabello oscuro.

—¿Exagerada yo? ¡Son las seis y cuarenta de la mañana! Te recuerdo que tú entras a clases a las siete!

«Oh no de nuevo»

—¿Cómo? Pensé que era más temprano—me justifico. Al terminar de atar mi cabello en una cola alta aplico base en mi rostro con rápidos movimientos.

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