UNIÓN

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EVA

Miraba a Eva con detenimiento, no sabía cómo mi hija podía ser tan... Chester. ¡Dios! esa niña era una réplica exacta de él. Era tan segura de sí misma, sin miedo a decir nada. Mi esposo la amaba locamente, todo de ella era perfecto, pero con el tiempo eso también traería problemas.

—¿Qué tanto miras? —pregunta mi cuñada, Luh.

—No entiendo como mi hija puede...

—La pequeña líder motera —menciona ella con algo de humor.

—¿Es así, verdad? Todos lo han notado.

—Bueno, sé una cosa. Si algún día necesitan otro presidente, Eva estará ahí para serlo. Esa niña tiene mucho más sangre motera que nosotras.

—Me da miedo eso, Luh. Hemos estado bien gracias a nuestros hombres, pero aún así...

—Calma, Eva. Ellos saben lo que hacen, han sido una bendición para nosotros. Estos hombres son todo lo que necesitamos.

—Lo sé. Quizá más de eso.

En ese momento Gaia, y su hermana, Ivy, se unen a nosotras.

—¿Todo bien? —pregunto al darme cuenta de que la menor de ellas, luce muy cansada.

—Sí —dice ella exhausta.

Luh se sienta a su lado y acaricia su vientre.

—Las últimas semanas son las peores, debes estar en reposo. Puedo decir que ese bebé está por llegar.

—¿Cómo lo sabes? —pregunta ella asombrada.

—Bueno, cuatro niños lo dicen mucho. Trata de estar relajada y tranquila, tu bebé llegará muy pronto.

—Se lo hemos dicho desde que decidió venir, a veces me sorprendo de lo terca que es mi hermana. —Gaia.

Luh soba su abdomen un poco más.

—¿Puedo comer esas donas que trajiste, Eva?

—Ivy —ríe Gaia—. Comiste hace 10 minutos.

Yo río, pero abro el cartón. Le doy dos donas y ella las come casi jadeando.

Las chicas también llevan los dulces a sus bocas. Conversamos mientras podamos. Los hombres fueron a comprar algunas cosas con los niños, así que estarían por aquí muy pronto.

******

Alguien aprieta mi cintura con fuerza.

—Chester.

—Vida, te extrañe jodidamente tanto.

Yo río mientras él besa mi cuello.

—Haz salido por dos horas. No exageres.

—Es que si no tengo mis malditos ojos en ti, es como si estuviera muriendo.

—Chester...

—Vida.

—Deja tus manos quietas. Los niños están por aquí.

—Bueno, podemos ir...

—¡Papi te necesito! —grita Eva. Los dos regresamos a verla. Nuestra hija lucía muy preocupada y asustada.

—¿Todo bien, Eva? —pregunto.

—Ízan se cayó de la casa del árbol. Hay sangre.

—¡Oh Dios mío! —grito y salgo corriendo. Chester ya está a mi lado, los dos llegamos hacia nuestro hijo. Agnes ya estaba al lado de mi hijo quien lloraba mucho.

ELLAS MC Donde viven las historias. Descúbrelo ahora