La Mansión del Bosque.

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Jungkook empujó la puerta de hojas dobles, de tres metros de alto por medio de ancho cada una, en lugar de usar el llamador de acero labrado.

La madera estaba hinchada debido a la tormenta, por lo que su rechinido hizo eco en el vestíbulo obscuro.

Jungkook estaba empapado hasta los huesos; llevaba dos días de viaje sin descanso y su caballo estaba agotado, por eso, cuando vio la figura de la mansión entrecortando el cielo rojizo del bosque, borrosa por el velo de la lluvia, se sintió bendecido por los dioses.

¿Qué hacía una mansión tan grande tan adentrada en el bosque? Eso no lo sabía. Es decir, solamente la había encontrado por azares del destino.

Si por fuera lucía bonita, a pesar de que la lluvia no le dejaba apreciar su construcción en cantera y mármol ni sus vitrales púrpuras, esmeraldas y dorados, por dentro, la mansión dejaba sin aliento.

La pesada puerta se cerró a su espalda, y el silencio reinó en el lugar. Sus ojos fueron acostumbrándose a la luz escasa de los interiores, cuyas ventanas apenas capturaban algo de iluminación de afuera, con tanta lluvia.

Cuando distinguió las cosas, se dio cuenta que estaba parado en una alfombra mullida, entretejida con hilos de oro y plata que nada tenían que envidiar a los de su palacio.

Frente a él, un pasillo amplio ornamentado con cuadros, cortinas de pesado terciopelo y columnas que sostenían aparatos de metal delgados que hacían florituras en el aire, como pequeños planetas hechos de cintas, lo conducía hacia adentro.

El espíritu explorador de Jungkook lo incitó a continuar curioseando la propiedad ajena.

Al final del pasillo, se abría la sala de estar.

Era tan espaciosa que Jungkook se sintió en casa, pero al mismo tiempo, estaba tan bien ocupada por muebles y artefactos que le daba una sensación de bienestar que en el palacio no existía.

Al fondo había unas escaleras que se bifurcaban para llevar al ala este y oeste de la mansión, pero Jungkook todavía no estaba listo para adentrarse más en aquella casa. La sala de estar estaba alfombrada en vino tinto y empapelada en azurita, pero tenía unos ventanales tan grandes que casi no había sitio para paredes. Por éstos, se asomaba el bosque que los rodeaba a cierta distancia, con sus espesos árboles que justo ahora se mecían furiosamente con la tormenta. Las cortinas que cubrían las ventanas eran de una tela tan vaporosa que ondeaba como las hojas que se lleva el viento.

Los sillones, estilo Luis XIV, hacían juego con la alfombra y el pálido tono de las cortinas, y se encontraban dispuestos en torno a dos puntos: la chimenea y un ventanal angosto que tenía delante una mesa para tomar el té.

La sala también tenía aparejos extraños colgando del techo: lo que más llamaba la atención, además de la exagerada cantidad de relojes en la pared, era una especie de candelabro dorado, formado por anillos que giraban en torno a un eje los 365 grados.

—Esta debe de ser la casa de alguna especie de brujo loco —murmuró Jungkook, de pronto empezando a andar para atrás sin pensarlo mucho.

Algo suavecito dio contra el talón de sus zapatos, y Jungkook se detuvo justo a tiempo antes de pisarle la cola a un gato.

—¡M-me espantaste! —Jungkook soltó el aire contenido, decidiendo a girarse y observar a su nuevo acompañante.

Delante de él se encontraban ahora dos gatos, que se paraban y pavoneaban como si fueran los dueños de la casa.

Curioso.

Uno de ellos era color calicó, y era a quien casi aplastó. El gato calicó se había sentado en la alfombra de forma elegante, y le dirigía unos enormes y bonitos ojos obscuros, todos llenos de curiosidad y dulzura.

El otro era un gato negro, de guantecitos, cara y pecho color blanco como la leche fresca. Pareciera que un gato blanco llevara a cuestas solo una capa obscura, para protegerse de la lluvia. Este otro gato estaba parado, alerta, receloso: le dirigía una mirada desdeñosa.

Jungkook también se puso alerta.

—De acuerdo, yo me iré de aquí, pero deben prometer que no alertarán a su dueño, ¿es un trato?

Jungkook se sintió un maniático por estar haciendo un trato unilateral con unos gatos, pero estaba verdaderamente intimidado por la decoración de esa mansión y ya no le parecía buena idea pedir asilo por la tormenta.

Y entonces su huida se vio frustrada por el gato color calicó, que se restregó contra su pierna ni lento ni perezoso, comenzado a ronronear en el proceso.

Jungkook se puso pálido.

—N-no, no, me tengo que ir, suéltame, anda, pequeña.

El gato subió su cabecita en dirección a la angustiada mirada de Jungkook, lo miró seriamente y dijo:

Miau.

—¡¿Miau?! —Jungkook sintió que el pequeño, bonito sonido de ese maullido había resonado en las paredes, en los cristales de la ventana y en el interior de la chimenea apagada, por encima de la lluvia—. ¿Es en serio, tú quieres que sea asesinado por tu propietario?

—¡Miiaaau! —el gato calicó frotó todo su flanco derecho por la pierna de Jungkook, maullando más fuerte y más largo.

Jungkook entró en pánico, puro y duro, y por eso reaccionó como lo hizo: por instinto (uno muy primitivo), le dio una patada al gato, a la vez que aderezaba con un:

—¡Tonta, largo de aquí!

El gatito calicó recorrió todo un metro de distancia antes de caer en la alfombra, pero no de pie, como era lo normal en aquellos animales.

Fue entonces cuando Jungkook se dio cuenta de su estupidez, pero antes de si quiera poder moverse, el otro gato ya le había saltado encima, tras un siseo amenazante y rápido, como cobra. Jungkook apenas tuvo tiempo de protegerse el rostro con el brazo derecho, en el que recibió la profunda y dolorosa mordida del vengativo gato blanco y negro.
Tuvo que sacudírselo con fuerza para librarse de él.

—¡Dolió...! —se quejó a medias, sabiendo que se lo merecía.

El gato mordelón ya estaba a lado del de color calicó, buscando sus golpecitos con el pelaje blanco de sus mejillas para lamérselos suavecito con la puntita de la lengua. Jungkook se sintió conmovido por la escena, pero también, inmediatamente después, se sintió como la peor clase de escoria.

Jungkook era un príncipe.
¿Por qué iba por la vida pateando gatos cuando debería ayudar al mundo a ser mejor?

...A decir verdad, ese era el primer gato que golpeaba, y realmente no lo había pensado antes de hacerlo. Había sido producto de un temor irracional al probable dueño loco de la mansión en la cual irrumpió sin pedir permiso.

El gato calicó le dirigía unos ojos tan redonditos e indefensos que Jungkook sintió que se le encogía el corazón; sin embargo, el gato blanco y negro, parado junto a su compañero de manera protectora, le estaba enseñando los pequeños colmillos.

—L-lo... Lo lamento... Yo... Fue un accidente... Yo...

No sabía, y cuando lo notó supo que estaba desquiciado, ¿por qué le estaba pidiendo disculpas a un par de gatos?
Sólo sabía que la intensa mirada del gato blanco y negro le estaba erizando el cabello de la nuca, y que tenía la súbita urgencia de regresar al bosque en plena tempestad, corriendo sin mirar atrás.

Había empezado a huir, el pánico llevándose lo mejor de sí, había dado tres pasos cuando la alfombra se arrugó bajo sus zapatos, perdió el equilibrio y fue a dar violentamente contra el piso a cuadros negros y blancos, como las teclas del piano de cola con el que se golpeó la cabeza a media caída y que le hizo perder la consciencia.

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La Casa de los Gatos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora