La noche más larga

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Todavía faltaba una hora para que saliera el sol: era el momento más obscuro del día.

Yoongi salió de la habitación de huéspedes dando un ágil giro, mientras cerraba la puerta tras de sí y continuaba el camino por el pasillo, hacia la sala de estar. Sus pasos sobre la alfombra eran ligeros y silenciosos.

Jimin había doblado la esquina del mismo pasillo, y se lo encontró a algunos pasos, segundos después de que el último eco de la puerta se hubiera extinguido. No logró ver a Yoongi saliendo de la misma habitación donde Jungkook dormía, aunque así lo habría deseado una parte muy oculta en la mente del mayor.

—¡Hyung! —dando un par de saltos, en la cúspide de la alegría, Jimin se lanzó contra Yoongi, colocando sus brazos alrededor de los hombros del contrario y usándolos como apoyo para quedar suspendido en el aire.

Tomado por sorpresa, Yoongi trastabilló y casi se caen los dos, a no ser porque Jimin bajó de su espalda y se puso a su lado, con una sonrisa de oreja a oreja. De alguna manera, su felicidad se contagiaba.

—¿A qué se debe el cambio de ánimo? —Yoongi lo miró de reojo, albergando la esperanza de que todo continuara igual que antes de que Jungkook llegara, aunque sabía muy bien que él mismo había complicado las cosas más allá del arreglo.

—Hm… ¿De qué hablas?—Jimin entonces se le colgó del brazo, con actitud fresca y cariñosa. Yoongi sintió un escalofrío.

—Pues… —Yoongi lo dijo, y sólo después le dirigió una sonrisa traviesa— La última vez que hablamos me llamaste neurótico, ¿o no?

—Ah, ¿eso? —Jimin entrecerró los ojos, con concentración, para después arrugar la nariz en señal de desinterés y contestar con una de las palabras usuales de Yoongi— ¡Detalles!

—¿Me vas a contar por qué estás tan contento? —el mayor decidió ir al grano, completamente curioso.

—Hace tiempo que no miraba las constelaciones en el domo —contestó Jimin, encogiendo los hombros—. Me puso de buen humor.

Yoongi siseó. Jimin no se había dado cuenta de que los había encontrado en el domo ayer por la tarde, por eso estaba admitiendo “abiertamente” -disimuladamente- que si estaba feliz era porque había estado hablando con Jungkook.

Aún así, Yoongi no quería admitir que ambos se veían radiantes cuando los encontró charlando bajo la luz de las estrellas artificiales.

—Ridículo —el mayor hizo una mueca, mirando en otra dirección—. Podrías ver las estrellas de verdad, en el cielo. ¿Para qué ver un montón de lucecitas?

—Antes me habías dicho que te gustaba el domo —en la voz de Jimin de pronto había resentimiento, aún cuando la felicidad que exhibía en el fondo lo combatía.

—Nah —Yoongi lo negó. Se sentía herido, y detestaba que su mecanismo de defensa consistiera en agredir al contrario, pero no podía detenerse—. Antes te dije eso para no herirte. Siempre he pensado que es una idea tonta e inútil, a decir verdad.

Jimin se soltó de su brazo, le dirigió una mirada algo severa y se adelantó.

El resto del día, que pasaron como gatos, lo pasaron durmiendo, excepto para el almuerzo y la comida.

Jimin había intentado acercarse a Jungkook, pero el príncipe simplemente no tenía interés en el gatito color calicó: su atención estaba en el gato negro con blanco.

Jimin no comprendía el cambio.

El gato negro incluso lo había mordido unas cuantas veces, pero el príncipe no renunciaba… Jungkook había dicho que el gato color calicó era su favorito en todo el mundo, ¿por qué ya no lo estaba demostrando?

La Casa de los Gatos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora