× two ×

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para aristóteles córcega, la rutina era simple: ir a la biblioteca de la universidad, sentarse, quedarse hasta la tarde para tratar de componer, fallar infinitas veces por falta de inspiración y repetir.

se había ido acostumbrando, conforme pasaban los meses, a sentir ese vacío en su pecho que le impedía escribir canciones, parecía como si el lápiz y él ya no encajaban. era frustrante.

para él, escribir "con el corazón" era la manera más perfecta de hacerlo. si los compositores y artistas no escribían desde el alma, desde lo más profundo de su ser, reflejando todos aquellos sentimientos y emociones que tenían a flor de piel en sus letras, la música para él, no tenía sentido.

vaya forma de ver las cosas, ¿no creen?

ese día no había sido diferente. con sus libros en mano y su teclado colgado en su hombro, caminó directo a la biblioteca, tomó su asiento preferido y espero a que llegara la inspiración.

- vaya manera de perder el tiempo - se murmuró a sí mismo, estaba consciente de que nuevamente iba a fracasar tratando de escribir algo, estaba harto más que nada y ya se estaba rindiendo. no creía poder encontrar ese "algo" que le diera las ganas de plasmarlo todo entre notas y papel.

hasta que lo vio a él, un chico de pelo castaño a lo lejos, entre las estanterías, su cabello se encontraba levemente aplastado, como si quisiera cubrir todos aquellos rizos que se formaban en él, venía vestido con una camisa azul, un suéter gris por encima, unos jeans azul claro y unos tenis blancos. vaya estilo que tenía, le encantaba.

se notaba algo desesperado por encontrar un libro, hojeaba y sacaba varios, de manera indecisa. él tenía muchas ganas de ir y ayudarlo, de conocerlo y hablar con él, pero sería muy extraño hacerlo, aparte le daba pena.

intercalaba las miradas entre su cuaderno y el chico, una y otra vez. era bellísimo. hasta que observó que éste ya había encontrado uno y parecía bastante conforme:

"la vida a colores" de julio de la garza.

- interesante - se repitió en su mente. tenía una idea, algo tonta la verdad, pero que le permitiría acercarse un poco al chico sin tener que molestarlo personalmente o incomodarlo con su presencia.

esa tarde, esos ojos cafés, tan bonitos, que al contraste con el sol que se colaba por la ventana de la biblioteca, se tornaban color miel, fueron su fuente de inspiración.

y al fin, después de tanto tiempo, aristóteles pudo escribir. sólo unas cuantas líneas, pero eso no le importaba, ese chico le había devuelto indirectamente las ganas de componer, con su delicadeza, con su belleza y estaría eternamente agradecido.

a/n: hola, estoy muy emocionada por escribir más, así que la verdad si voy a actualizar rápido y van a tener mucho de esta historia y alguna otra. espero y esté capítulo pequeño les haya gustado. quería que vieran más o menos lo que sintió aristóteles al verlo.

espero y tengan muy bonito día, corazones de melón, lxs amo hasta el infinito.

cruzando miradas × aristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora