Cadena de sucesos

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Se giró. Sus manos estaban recubiertas de un liquido rojizo escarlata que se impregnaba en el alma de todo aquel que lo veía. Miró sus propias manos. Su vista empezó a nublarse. Empezó a ver doble. Empezó a respirar entrecortadamente. Su respiración ya no traía el oxigeno necesario para poder estar consciente, aunque por raro que parezca, de una manera u otra, seguía consciente y a su vez ya no. Sus oídos ocultaban las vibraciones que recibían, su boca estaba completa y absolutamente cerrada como si cosida estuviese. Sus ojos se cubrieron de manto blanco que los protegía de toda imagen. Ya ni siquiera olía. Todos sus sentidos se habían desconectado. Como si nada pudiese alcanzarla. Tocarla. Herirla. En un momento dado, algo, alguien, una cosa, una persona sí pudo desencadenar todo ese proceso. Desencadenar esa cadena de sucesos que se había detenido. El manto de su ojos se elevó par dejar al descubierto lo que se había escondido durante tanto tiempo: unas lagrimas. Un agua limpia y salada que se derramaba por el lateral de su cara. Se dibujaba un camino por sí mismo. Justo en el momento en que esa lagrima cayó al suelo, todo empezó a girar otra vez, aunque eso no significa que sea algo bueno; se tambaleó, volvió a mirar sus manos, volvió a ver de donde provenía... Y ya nada volvió a lo que era antes. 

Esos Pensamientos EfímerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora