La demencia.

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El intenso dolor le hizo recobrar la razón, profirió un grito. Richard se apartó de él, estaba tan ofuscado. Tomó sus prendas y salió del lugar corriendo, dejando al pobre Paul solo. Éste, por su parte no tenía ni idea de qué hacer, el trasero le dolía endemoniadamente y estaba cansado, como si hubiese recorrido millas y millas a pie. Comenzó a moverse con torpeza, a tientas abría cajones, esperando encontrar algo con lo que limpiarse.
Rio amargamente.

¡Que va!-Pensó-

Retiró entonces sus pantalones y prosiguió con los bóxer, se valdría de esos últimos para limpiarse, se colocaría en pantalón e iría a buscar a los chicos. No quería estar solo, no en esa casa.

¡Dios! ¡Ahh!-Chilló, había subestimado las heridas; eran más profundas de lo que pensaba.

Terminó al fin.

Avanzó, empleando un paso irregular y algo curioso, parecía un vaquero a punto de protagonizar el combate más épico de todos. (O un anciano decrepito).

Por intervalos, la casa se iluminaba completamente a causa de los rayos y se estremecía con el sonido  que luego los truenos proferían.
La madera, podrida en su mayoría, era bombardeada por chubascos interminables. Landers recordaba las veces que los chicos y él se habían sentado alrededor de una fogata, asando malvaviscos y turnándose para  evocar leyendas,  anécdotas, o cualquier cosa que les entretuviera. Recordaba las llamaradas y como éstas consumían poco a poco la leña, para finalmente pulverizarla. Pensó que no había mucha diferencia entre ese proceso y ellos; estaban ahí, todos en un solo lugar, consumiéndose lentamente, la casa rebuscaba en los confines más inimaginables de su mente, jugando con ella, manipulándola al gusto, haciéndolos dudar y poniéndolos a prueba. Los motivaba a perder la cordura. Después de todo, qué es la demencia además de un puente estrecho.


No sabía cómo explicar aquel sentimiento, nunca había sido victima de tal horror. Nunca, ni cuando era pequeño, y ahora, estaba aquí temblando, en un estúpido cuarto. Los textos más depravados se quedaban cortos ante tal aberración y es que no estaba tratando con entes paranormales o criaturas místicas, no, simplemente estaba parado, viendo su reflejo en un empolvado espejo. Lo había encontrado tras deambular un rato.  Se miró más de una vez, incrédulo; en su imagen vestía  con harapos gastados. Su rostro hinchado y grotesco, con una soga atada cuello. Ya no tomaba conciencia del lugar en el que estaba, se hallaba absorto. Dentro de ese mundo, en el espejo, todo parecía estar mejor, ahí seguramente encontraría paz. Entraría, sí, lo haría. Se abrió pasó con su puño. Los cristales volaron, esparciéndose por todos lados. No sintió dolor, ni siquiera cuando su cuello se rompió.


Murmullos y Oscuridad (Rammstein Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora