No crezcas, es una trampa

1.3K 49 23
                                    

Siempre que se escribe hay que contar la verdad, y eso es exactamente lo que voy a hacer. Os mostraré mi verdad, mi historia. Luego, decidir si os la creéis o no, es algo que os toca a vosotros.

Ese soy yo, sí ese chico que anda por los pasillos del instituto con la mirada fija en sus propios zapatos y con las manos en los bolsillos. Fingiendo que no va conmigo, como si pasara por casualidad por allí. Aunque en realidad eso es lo que me gustaría. El sueño, por culpa de un café que ya no me hace efecto, inunda todo mi cuerpo, pero no tanto como el odio. Odio hacia mi madre, hacia mí, mis compañeros y, básicamente, todo lo que me rodea. Si os lo preguntáis, no, no llevo una pistola en mi mochila. Soy un chico de Texas ignorado por la mayor parte del instituto, y a pesar de la creencia popular que la televisión ha establecido, no tengo ganas de que mueran. Solo cumplo con mi deber como adolescente, sentirme desgraciado. ¿O es matar toda tu individualidad personal siendo exactamente como el resto? ¡Lo que sea! Yo me quedo con lo primero.

Es el primer día de curso y tengo que volver a mi aburrida vida, con la simple gente de este pequeño pueblo de Texas. Mordiéndome la lengua para no destacar y reteniendo en mi cabeza que sólo me quedan dos años para ir a la universidad y escapar de todo eso. ¿A quién quiero engañar? Dos años son una eternidad, y más si el tiempo pasa para el resto pero no en tu cabeza. Como todas esas veces en las que estás en clase de matemáticas, miras por la ventana y ves a un grupo de chavales jugando al baloncesto. Y miras tu reloj, pero las agujas no se mueven por ello más deprisa, sino todo lo contrario. Y ellos se divierten. Y tu profesor no deja de hablar sobre logaritmos. Qué más da. A mí ni siquiera me gusta el basket. Qué más da.

¡Crecer! Es lo que más deseo en el mundo. Si pudiera saltarme toda mi adolescencia y llegar directamente a la edad adulta, lo haría sin duda. He vivido dieciséis años y ¿qué he obtenido? Absolutamente nada. Lo único que el instituto me ha enseñado es que la sociedad está en decadencia. ¿No lo veis? Aquí cuanto menos inteligente eres, más popular. Y como sueltes algún comentario mínimamente interesante, ten cuidado. Si no sabes hablar como ellos, mejor que no hables. Si no sabes comportarte como ellos, mejor que no te comportes en absoluto.

Vamos a analizar la conversación de dos chicos al azar, estos dos que sacan sus libros de la taquilla de al lado de la mía, por ejemplo. No los conozco. Sospecho que uno es Kevin Noséqué, de mi clase de historia del año pasado (a la que apareció tan solo un par de veces). Y el otro... me suena su cara, pero solo de verlo por los pasillos.

- ¿Qué pasa, tío? – pregunta uno de ellos

- Aquí estoy, jodido. Mi chica me ha dicho que un paquete de tabaco no le parecía un buen regalo por su cumpleaños. Mucho se queja, pero luego siempre coge de los míos. ¿Qué quiere? No le voy a comprar ninguna mariconada de esas que les gustan a las tías – responde el otro

Y este es el tipo de adolescentes a los que tengo que soportar día tras día. ¿Ahora ya entendéis a lo que me refiero? Pero no sintáis pena por mí, sino por el futuro. Porque si lo que más preocupa a la juventud de hoy es que confundan su orientación sexual por hacerle un regalo decente a su novia, el mundo sí que esta jodido.

Sin embargo, la universidad de Wichita es algo que he idealizado durante años, simboliza una nueva vida, mejor y más adulta. Conviviendo con universitarios maduros que conversan sobre temas importantes de verdad. A veces voy y finjo que soy un alumno más, pero tarde o temprano se acaba. Tengo que volver a mi casa y ser yo de nuevo.

- ¡Zach! – oigo gritar detrás de mí. Es Austin. Yo me doy la vuelta y finjo no haberlo visto, pero él me detiene agarrándome por la espalda - ¡Amigo mío! – grita, aunque se encuentra a mi lado

Austin y yo no somos exactamente inseparables. Bueno, en realidad, un día lo fuimos. Pasábamos la vida juntos, riendo y jugando. No podíamos estar ni un minuto lejos el uno del otro, sin preguntarnos qué estaría haciendo nuestro mejor amigo y por qué no lo estábamos acompañando. Mi casa era la suya y su casa, la mía. Mi familia era la suya y su familia, la mía. Mi vida era la suya y su vida, también la mía. Era nuestra vida.

Claro, que teníamos unos seis años. Una década después, después de pokemon, del batido de chocolate y de los columpios, yo he aceptado que no tenemos nada en común, pero para él es un poco más difícil dejar las viejas costumbres. Se comporta como si aún fuéramos colegas y yo me esfuerzo por ser amable, de verdad que lo intento, aunque solo sea por el pasado. Porque si el Zach de seis años viniera al futuro y me viera tratar mal a Austin me pegaría, o me odiaría, o se pondría a llorar, pero cada vez me cuesta más seguirle la corriente.

- Hay una fiesta esta noche, puedes pasarte si te apetece. No es nada grande, estoy seguro de que conocerás a todo el mundo – me dice sin todavía soltarme.

¿Por qué me está tocando? ¿Qué se supone que debo hacer? Me quedo callado y muy quieto, intentando no parecer incómodo, tanto que es eso justamente lo que hago. No sé si espera una respuesta, pero en cuanto abro la boca se aleja hacia su primera clase, saludando y sonriendo a todo con el que se encuentra. Éste es su mundo, aquí se siente seguro y confiado. Yo solo me siento seguro y confiado en mi cama. Parece que esta vez me he librado.

En realidad Austin no me cae mal. No tenemos nada en común, por lo que veo inútil mantener una relación de amistad con él. Pero es un buen chico, a parte de su obsesión por que me socialice, claro. Aunque no tengo nada que hacer con el resto de gente de mi instituto. Son superficiales y carecen de interés. Camino a su lado y la mayoría ni se dan cuenta de que estoy, aun así no es peor que los que sí lo hacen. No es su culpa del todo, sino de la sociedad. Te dicen que seas diferente, pero no es verdad, solo quieren que seas como ellos. Qué entres dentro de unos ciertos cánones. Fingen ser tolerantes y te animan a ser tú mismo ¿por qué lo hacen? Si yo fuera otro clon sin ideas propias, en este mismo momento estaría rodeado de amigos.

A la hora de la comida me siento solo en una pequeña mesa de madera en el patio. Tengo en frente una bandeja con lasaña, o mejor dicho, un sucedáneo de la cafetería. La orientadora del colegio, la señora Perkins, se acerca a mí. No sé qué quiere, supongo que le doy pena, o que no entiende que cuando una persona lleva los cascos puestos significa que no quiere que le hablen. De todas formas me empieza a hablar, y yo no tengo más remedio que quitármelos y escuchar.

La señora Perkins tiene el pelo rubio y rizado, siempre lleva ropa de colores y sonríe de manera inquietante cuando te habla. Intenta que todo el mundo viva feliz, tan feliz como ella. A veces lo intenta demasiado. Lo intenta tanto que da miedo. Y no siempre acierta, o casi nunca. Pero al menos lo intenta.

- Hola, Zach. ¿Qué tal tu primer día? – me pregunta, pero antes de permitirme contestar, continua hablando. Eso es porque le importa más parecer amable que qué tal me encuentro de vuelta a mi pequeño trozo de infierno particular. - ¿Por qué no vas con Austin y sus amigos? Sé que a él le gustaría –

Les miro, están comiendo en el césped, riéndose y haciendo estupideces

- No creo que encaje con ellos – respondo

Ser asocial no es tan triste como la gente cree, en realidad es el mal menor. Puedo estar con mi música y con mis cosas, en vez de soportar a un montón de idiotas. Tengo cosas mejores que hacer que gastar mi tiempo con la gente de mi edad, y así de paso no pierdo la poca fe en la juventud que me queda. Porque esta es una generación perdida, y ya nada se puede hacer para recuperarla.

- ¿Qué es lo que te gusta? ¿Cuáles son tus hobbies? Podrías apuntarte a algún club –

- No lo sé... - digo pensativo

No creo que encaje en ninguno de los clubs de mi instituto. Se reúnen en una pequeña sala y hacen lo que sea que les entusiasme a todos, esperando, así, entablar una amistad para siempre. Me da pánico solo de pensarlo.

- Mañana al terminar las clases, pásate por mi despacho, conozco a un grupo de gente a la que quiero que conozcas -

¿Gente? Ya me lo imagino, yo frente a muchos desconocidos, todos mirándome. No sabré cómo comportarme, ni qué decir. Esto se me va de las manos.



(¡Hola! Espero que os haya gustado el prólogo y que sigáis disfrutando de la aventuras de Zach durante el resto de capítulos, solo quiero informaros de que estoy participando en el concurso de la editorial #ICanDreamIt y que podéis votarme, si queréis. Gracias por leerme. )

No crezcas, es una trampaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora