Sus ojos eran de un celeste verdoso de ese color que era mi favorito, eran de una transparencia que podías ver su alma partida, ningún muro protegía sus últimos pedazos que aún ardían esperando que la brisa volviera a encender la llama en sus tristes pupilas.
El era de un carácter tan sereno que una no hubiera sospechado que la vida había escrito uno de sus versos mas tristes sobre su espalda.
Del infierno que tuvo que vivir su alma solo pedía un poco de paz, cada fragmento de su ser que había salido destrozado por un proyectil que no supo ser pilar se transformaba en algo hermoso que solo el podía crear a partir de sus escombros. Era una extraña alquimia de convertir todo miedo y odio que sentía en amor solo amor, lo único que nos salva de la oscuridad.
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