Las cartas del café

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La historia de cómo aprendí a tocar el piano será relevante más adelante.

Por ahora, desde hace unos meses en el restaurante donde trabaja mi madre necesitaban con urgencia un pianista.

¿Quien iba a pensar que Gabriella iría a parar allí?

Nadie en realidad, pero así fue. Era un restaurante ubicado en los barrios más finos de la ciudad, no me sentía lo que bien dicen: cómoda pero, la paga era bastante buena por tocar sólo algunas horas así que ¿por qué no hacerlo?

Al restaurante siempre iba portando un vestido color uva de terciopelo que pronunciaba mi figura y encajaba con mi tono de piel. Nuncá usé tacones, mis zapatos eran unas valetas un poco descubiertas negras de gamuza con moños a los lados.

Mi cabello lacio, libre de accesarios en su máximo tono negro largo hasta la cintura.
No me maquillaba demasiado, sólo encrespaba mis pestañas y les ponía dos capas de pestañina. Mis labios los hidrataba con un labial rosado nude que encajaba con el vestido, llevaba siempre un abrigo negro que me quitaba al entrar y me colocaba al salir.

Sólo debía asistir los sábados y festivos en la noche.

Una de esas noches, de la nada al terminar de tocar las más dulces melodías en el piano recibí un café dulce con cocoa en la parte superior acompañado de una carta de papel retro.

No quise darle ni un sorbo al café. Tomé la carta y salí de prisa, pronto en la oscuridad de la noche mi silueta se perdió.

Era un sábado a eso de las 11 de la noche, finalmente llegué a casa.

Mi madre no vendría sino hasta mañana, así que me encerré en mi cuarto, me quité el vestido, desmaquillé mi rostro y me puse una gran camiseta que dejaba al descubierto mis piernas pero no dejaba ver más allá de eso.

Me senté en mi cama, crucé las piernas y con temblorosos movimientos de mis dedos abrí la carta:

-Esta noche me sentí en el jardín del edén al escucharte tocar el piano. Gracias...

ES UN SECUESTRADOR, MADRE MIA -Grité

Y al instante dejé caer la carta al suelo.
Estaba aterrada... y si sabe dónde vivo? ¿Y si me secuestra y le pide a mi madre un montón de dinero a cambio?

Esos y muchos más disparates inundaban mi mente.
Al meditar toda la noche por fin pude concebir el sueño.

A partir de ese día, todos los sábados al cabo de mi presentación recibía el mismo café en la barra acompañado de una carta.

Fue hasta el cuarto día que tomé el café, normalmente las cartas anteriores excepto la primera las leía y tiraba en el cesto de basura de mi cuarto pero, esa noche leí la carta en el restaurante. Decía:

-Adoro la forma en la que tocas el piano.

Ya me sentía cansada, tantas cartas y tantos cafés me hacían estremecer, estaba muerta de miedo. La letra era de un hombre claramente, entonces me aturdía la mente al hacerme ideas de que sería vulnerable ante él.

Habían muchas personas en el restaurante que a la vez era un bar y a la vez un café. Era inmenso el lugar. ¿Cómo iba yo a saber quien me enviaba dichas  cartas?
Habían hombres y mujeres de todas edades pero, presentía que él hombre misterioso era jóven.

Puede que él siempre estuviera observándome pero, ¿por qué le sigue regalando café a quien siempre lo dejaba ahí? o ¿cartas a quien siempre las tira a la basura? Eso último él no lo sabe.
Ya no sé ni lo que digo

Llevaba media hora sentada en la barra, mirando la taza de café sin sentido, sin expresión alguna, de pronto alguien puso su mano en mi hombro para que me diera vuelta, me estremecí un poco

¿Será aquel hombre? ¿Y si el café tenía alucinógenos?

Quería gritar, quería ir a la cocina y llamar a mi madre para llorar en sus brazos. Debí de haber hecho algo cuando tuve oportunidad, me resigné a lo que pudiese pasar, tenía que ser fuerte.

Me di la vuelta, muerta de miedo, no dejaba de sudar, alcé el rostro y...

-Mi Gabi Gaviota favorita ¿cómo vas?
Falsa alarma chicos

-Mi teatro Broadway preferido
¿qué tal el té?

Era mi amigo Way el camarero del restaurante más querido por todos, más por mi, claro está.

Fue abandonado por su padre a los 15 años, nunca volvió a casa del trabajo. Llamó a Way la mañana siguiente diciéndole que se mudaría con el amor de su vida y que tendría que salir adelante solo. Su madre falleció cuando él tenía tan sólo diez años, de leucemia, fue un golpe bajo para él y su padre. Way me contó que bajó su rendimiento en el colegio y su padre dormía con prostitutas todos los sábados y domigos. El día que su padre no llegó a casa Way creyó que se había quedado con alguna mujersuela así que no se preocupó pero, al recibir la llamada de su padre le odió no tanto por haberlo dejado sino por haber reemplazado a su madre tan pronto.

La dueña del restaurante Carolina Gómez, le dio trabajo al ver que se robaba los restos de comida que los otros camareros tiraban a los contenedores de basura afuera del restaurante.

-Mi blanca preciosa ¿por qué tan asustada?
-No, no es nada Way no me estés fastidiando.
-Mira baby, si hay alguien aqui con el derecho de molestarte soy yo, nadie más.
Le miré con gran ternura y le dije: te ves tan lindo cuando te pones sentimental mi Way.
-Jajaja no me quieras humillar, mi amor
-Ya volvió mi Way a la normalidad.
-Y mi blanca preciosa ya volvió a sonreir.
-Jajaja, te quiero Broadway. Le dije dándole un puño en su hombro.
-Y yo a ti bombón. Adoro que vengas.
-Y yo adoro hablar contigo.
-Jajaja, bueno princesa, yo creo que ya se te está haciendo tarde.
Miré la hora en mi reloj y ya iban a ser las 11 p.m. Me puse de pie rapidamente, me despedí de Way, tomé mi abrigo y salí corriendo para mi casa.

Confieso que nunca creí conocer al hombre misterioso que me regalaba cartas, tan pronto.

Amor Clandestino ∞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora