Amor bajo la lluvia

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Pasaron las vaciones bastante rapido y mis días en el café acababan temporalmente.

Era lunes de nuevo, luego martes, miércoles, jueves y finalmente viernes.
Aquel viernes 20 de noviembre llegué tarde a la escuela, fatal error; último día de clases...

Un pésimo día para mi, me desperté a las 7:00 a.m y las clases empezaban a las 7:20 am, un poco tarde para ser el último día de clases.

En fin, cuando llegué me dejaron 20 minutos afuera del salón. Pasado el tiempo, entré a la clase de Biología en donde la profesora muy "amablemente" me puso retardo.

El resto del día estuvo bien, o bueno, eso supuse. Lo cierto es que al salir a descanso, a eso de las 11 a.m apróximadamente, el cielo se nubló y una indefensa llovizna que luego se convirtió en una fuerte lluvia entristecía el día. Todos entramos a los salones y estuvimos en ellos el resto de la jornada con la esperanza de que se detuviera la tormenta para llegar secos a casa.

Nunca se detuvo, así que al salir rumbo a mi casa, tomé un gran abrigo y mientras me lo ponía guardaba la esperanza de que me protegiera de la lluvia lo suficiente como para no enfermarme.

En cuanto abrieron la puerta, agarré mis cosas y salí corriendo para no llegar a mi casa con agua hasta en mis pantys. Eran apenas las 2 p.m pero, estaba tan oscuro que parecía la noche que aún no llegaba.

Tenía tanto frío que apenas podía correr, mis piernas congeladas y temblorosas ya no las sentía. El camino se hacía más y más largo sin importar cuanto avanzara, siendo sincera creí que jamás llegaría, nada podía detenerme o bueno, eso creí...

Faltaban tan solo 3 cuadras para llegar a mi casa, y ...
Me detuve porque choqué con alguien,
¡Que extraña sensación!
Las gotas de lluvia simplemente dejaron de caer en mi lecho pues, al parecer ese alguien traía consigo un paraguas...

Parezco tonta... debería disculparme y seguir mi camino como si nada- pensé

La pena me impedía siquiera moverme, estaba en shock.

Al cabo de unos segundos...

Levanté mi cabeza despacio, sin apuro, para poder observarle bien. Tuve la intensión de disculparme pero...

Cuando vi sus ojos de un tono similar al de la miel, brillantes y al mismo tiempo intimidantes... empecé a saborear en mi boca una rara combinación de algo dulce con algo salado o tal vez ácido ¡No lo sé! Vaya que esos ojos me confundían y sin estar del todo consciente, esa mirada tan ingénua pero tan penetrante a la vez, ruborizaba mis mejillas al compás del reloj.

Me quedé sin habla...

Les confieso que nunca en mi vida había experimentado tanta confusión. Me sentía rara y de esa rareza sentía que mi estómago condensaba miedo, que a la vez se mezclaba con locura. Si, eso sentí.

Su mirada trataba de decirme algo importante. No estoy muy segura de si lo que yo capté era lo que realmente quería decirme pero bueno, ya que estábamos frente a frente entendí que si lo perdía habría perdido la más grande fornuna.

¿Cómo puede ser eso posible si no lo conozco?

Tontaaa, dile algo... como por ejemplo: Hola, soy gabriella pero puedes decirme cosita bien hecha...

¡Ay! Pero, ¿qué estoy diciendo? Mejor no le digo nada y salgo corriendo.
Si, eso haré...

Y eso hice...

Han pasado ya dos meses desde aquel momento tan vergonzoso pero tan asombroso respecto a lo que en mi causó. Nunca en mi vida pensé que volvería a ver a... ni siquiera sé cómo se llama.

¡Vaya que estaba equivocada!

Mi rutina seguía igual, de lunes a viernes estudiaba y los sábados y días festivos iba al restaurante a tocar el piano. A decir verdad recibir las cartas también se hizo un hecho cotidiano hasta que...
Una noche, no recibí más café, sólo la carta en un sobre negro.
Fue extraño pero, aún con más curiosidad abrí la carta y la leí:

-Me gustó haberte encontrado por accidente en calle hace un  par de meses. ¿Sabes? Aún me pregunto por qué saliste corriendo.

Él hombre misterioso de las cartas era aquel muchacho que conocí en medio de la lluvia.

No podía creerlo...

Sin embargo, nunca lo vi estando en el restaurante. Él nunca se acercó a mi tampoco pero aún así nunca dejó de enviarme cartas. No entendía el por qué estando tan cercano a mi siempre, no tuve ningún tipo de contacto con él en ese preciso lugar.

Pasadas las vacaciones, un día como cualquier otro me desperté temprano para evitar llegar tarde al primer día de clases de décimo grado. En realidad, quería tener una buena semana, entonces hoy lunes decidí empezar el día llena de energía.

Tomé una ducha, me vestí, desayuné y guardé en mi maleta todo lo que necesitaba para asistir a clases.

¡HIJA! -Gritó mi mamá desde el segundo piso de la casa.

-¿SEÑORA?

-NO TE OLVIDES DE EMPACAR TUS ONCES Y DE LLEVAR TUS LLAVES.

-SI SEÑORA

Hice lo que me dijo y salí disparada rumbo al colegio.

Al llegar, en la puerta habían colocado un cartel que restringía el paso a los estudiantes. Habían cancelado las clases de aquel lunes por daños en las tuberías; no había agua.

¡Genial! Todo mi esfuerzo por llegar sin inconvenientes a clases, todo el apuro... no sirvió de nada. Mala suerte para Gabriella, otra vez.

Tuve que regresar a casa...




Amor Clandestino ∞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora