No tan idiota

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El comedor de los romanos era una locura. Para empezar las mesas se dividían en cohortes no en padres divinos, al parecer así estaba dividido todo ahí. Nos sentábamos en pequeños cojines en mesas no muy altas, y espíritus del viento iban de un lugar a otro sirviendo comida. Me aconsejaron no levantarme muy rápido a no ser de que quiera un plato de espagueti en la cara. Pedí una piza y un refresco, aunque solo mordisqueé un poco, no tenía mucha hambre, no dejaba de pensar en mis amigos, si es que aún eran mis amigos. Y no paraba de observar la puerta de entrada esperando que ellos aparecieran.

-Y bien ¿cómo se juega a Bolas de la Muerte? -pregunté para distraerme.

Tuve que esperar a que Casio terminara de comer para obtener una respuesta-Es como paintball solo que estas bolas están llenas de veneno o prendidas en fuego o ambas.

-Encantador-dije entre dientes.

-Aunque casi siempre lo ignoran y termina siendo una batalla como cualquier otra-mencionó-Esta vez nos toca defender, estaremos en una fortaleza que construyeron en el campo de Marte, ahí es donde siempre hacemos las batallas por ya sabes.

-Ares el dios de la guerra-dije asintiendo.

-Dentro de la fortaleza tenemos los estandartes de las cohortes, el punto es evitar que la primera y segunda cohorte entren y se los lleven, ¿entendido?

-Sí, no es diferente de captura la bandera.

Él me miró con curiosidad-¿Qué es eso?

-Una actividad en mi campamento.

-¿Qué hacen en tu campamento?

Enarqué una ceja-¡Oh! Ahora quieres saber. Creí que no te importaba.

-Da igual-se encogió de hombros.

-¿Qué pasa si ganamos?

-No ganaremos-contesto simplemente.

-¿Por qué no?

-Estamos con la quinta cohorte, ellos nunca ganan. Siempre tienes las de perder con ese equipo como estamos aliados a ellos nos darán el peor armamento de batalla. Y eso es mucho decir porque generalmente el que tiene el fuerte tiene las de ganar; además la primera y segunda cohorte son muy buenas. Diría que son los más sanguinarios

-Eso es ser pesimista.

-Realista más bien-corrigió.

-¿Y qué ocurre si ganamos?

-No ganaremos.

-Pero qué tal si ganamos-insistí.

Él suspiró cansado-Serás coronado como un jugador valioso para tu cohorte y obtendrás una corona mural.

-¿Alguna vez has tenido una?

-No, pero...

-Apuesto a que yo puedo ganar una.

Él me observó burlonamente-¿Quieres apostar? -Asentí-ok, si ganas, que no lo harás, te ayudaré con tus tareas por una semana. Pero si yo gano, aceptaras que los romanos son mejores que los de tu clase-dijo con ese irritante tono despectivo-y también harás mis tareas una semana.

-Hecho, tú también tendrás que aceptar que los griegos son mejores-susurré para que nadie más lo escuchara.

-Ni aunque me ofrecieras todo el oro del mundo, cariño; aceptaría que ustedes son mejores y menos que tú eres mejor que yo.

Rodé los ojos-Eres un idiota.

-Ni hablar de ti.

Decidí ignorarlo y me levanté de la mesa-tratando de no chocar con los espíritus del viento-salí del lugar. El cielo había oscurecido y eran antorchas las que lanzaban luz sobre el camino. Empecé a caminar hacia donde creí que era Nueva Roma, escuché unos pasos detrás de mí me di la vuelta descubriendo a Casio siguiéndome de nuevo.

La última hija de Artemisa-Deber u honor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora