El amor es mucho más que sexo

15.6K 118 8
                                    

— Hace años atrás, a esta hora estábamos haciendo el amor —dijo ella mirando al techo y sonriendo levemente.
— Sí, es cierto —alcanzó a percibir él su voz baja y a entender lo que decía— algunas veces no dormíamos hasta que ya casi era de día.
— Nunca volverá a ser lo mismo —replicó ella, sabiendo que se había acabado esa dicha de ambos.
— Lamentablemente no —respondió Marcos sin poder mirarla.
— Pero créeme que hay noches que no se me olvidan y que aunque nada haga, me hacen sentir mujer todavía.
— Me pasa igual, aunque todavía hay un fuego dentro de mi hacia a ti, sí bien no lo puedo exteriorizar —afirmó aquel hombre acariciando con su mano el flácido abdomen de su mujer.

Celia y Marcos callaron por unos segundos. Tenían la mirada perdida en el techo, como si se tratara de un universo completo. Imaginándose ambos quizá, aquellas noches en que el amor se hacía y no se hablaba. El silencio era absoluto y hasta el chillar de un tornillo flojo en la cama se escuchaba con solo mover una pierna. Cada uno escuchaba la respiración del otro, intentando descifrar lo que estaba pensando el de al lado.
Celia giró su cuerpo, dándole la espalda a Marcos. Él volteo a mirarla y vio su conjunto de ropa interior beige, adornando su piel canela. La tomó de la cintura y dijo:

— Si tuviera unos quince años menos, no perdonaría que te hayas puesto así, Celia —soltó una pequeña carcajada.
— Ni yo él que estuviéramos durmiendo ambos en ropa interior. Aunque ha sido nuestra costumbre siempre.

Él se colocó en la misma posición de ella y pegando su apagado sexo al trasero de Celia, le echó una pierna encima.

— Lo bueno es que aún tenemos la dicha de dormir juntos, cariño. Eso es mejor que cualquier cosa, dormir con la esposa de tu juventud cuando ya han llegado los años longevos.
— Sí claro que sí, disfrutar de la intimidad del otro, cuál explorador a su tesoro no tiene precio, no hay nada mejor, ni siquiera el sexo.
— Como yo, que conozco cada lunar que hay en tu preciada piel. Podría contarlos sin verlos.
— ¿Hasta el que tengo en mi nalga? —Preguntó ella frotando su trasero sobre el sexo de Marcos.
— Sí hasta ese, ese es el que más recuerdo —respondió sintiendo una sensación extraña.
— De tanto verlo, no lo olvidarías —sonrío, sorprendiéndose después por sentir dureza en miembro de su esposo.
— De tanto besarlo —agregó apretado su pene en las nalgas de Celia, halandola hacia él por la cintura.
— No puedo creer lo que estoy sintiendo Marcos.
— Ni yo, pero hay que aprovechar  —dijo echando a un lado la ropa interior de su esposa e intentando penetrar la vagina sin rocío de su esposa. Sintió algo de dolor y se detuvo, pero siguió al escuchar a su esposa decir: "no te detengas".

Marcos entonces intentó unas veces más, pero entre los roces y los intentos fallidos, sintió eyacular, sin humedad alguna y perdiendo su erección.

— Era demasiado bueno para ser verdad —dijo sonriendo Celia.
— Sí, he quemado el último cartucho —respondió Marcos agitado.
— Pero me has hecho mujer otra vez, porque aunque no me haces ya el amor, se que aún me deseas y te provoco excitación —ella se volteó y besó los labios de su esposo, sonriendo mientras lo miraba a los ojos con ternura.
— Menos mal el amor lo hacemos todos los días aunque no tengamos sexo —dijo Marcos respondiendo su mirada como si la mujer que tuviera en frente, fuera a perder la virginidad con él aquella noche, lleno de amor sensible que se reflejó en la caricia que le hizo a la mejilla de ella— Y ojalá el día que uno de los dos se vaya, sea viendo al otro haciéndole el amor.

Relatos De Sexualidad (con enseñanzas) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora