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Fue hace mucho.

Cuando se perdió después de que su padre la abandonara en la ciudad y llegó a la Ópera.

Estaba sentada en las escaleras de la entrada, de noche. Hacia frio y quería dormir, pero no podía. El suelo era incómodo.

Una mujer bajo de un auto con una niña pequeña y rubia. La mujer y la niña la miraron.

- ¿Qué haces aquí afuera? - preguntó la mujer.

Ella no contestó, solo bajo la cabeza.

- ¿Te perdiste? -

-No- dijo tímidamente.

- ¿Vives... en la calle? - volvió a preguntar.

-Ahora lo hago- le dijo.

La mujer no dijo más.

-Quédate aquí- le dijo. La mujer y la niña entraron en el edificio y después de unos 20 minutos volvieron a seguir con un montón de vestuarios en los brazos.

-sígueme- dijo la mujer- mi casa no queda muy lejos-

Las tres mujeres caminaron por un corto tiempo y en el edificio de apartamentos se detuvieron.

-Puedes quedarte un tiempo, mientras encontramos otro lugar, mientras tanto quiero que me cuentes todo- le dijo la mujer acomodándole unas sábanas en el sofá.

Ella le conto. Y al día siguiente la mujer no tuvo otra opción que dejar que la niña la acompañara a su trabajo, después de dejar a su hija a la escuela.

Y esa fue la primera vez que sintió emoción por las artes. A pesar de que se había dedicado al valet cuando era más pequeña.

Al final encontraron una casa hogar para huérfanas, donde pudo quedarse. Era una pequeña casa católica. Donde no le preguntaron por su familia o la razón de que la abandonaran. Esperaban que con el tiempo alguien la adoptaría. Pero eso no sucedió.

Ella volvió a visitar la Ópera. Y cuando la señora Giry la encontró, se sorprendió.

La niña le contó que amaba bailar y cantar y que antes de todo lo que le había pasado ella se había tomado clases.

Fue así que Madame Giry termino enseñando a la niña tanto a su hija el arte del ballet junto con las otras niñas, pese que no era una alumna.

Ella fue lo más cercano que pudo a una madre, Mas que su madrastra.

Madame Giry noto casi de inmediato el enorme talento que tenía. Especialmente para la música. Pues tenía una voz casi celestial.

Y creció asistiendo a clases con Madame Giry, estudiando con las monjas y cuando cumplió 14 años al ver su talento en el coro y baile; los gerentes la contrataron dándole un espacio junto con los elencos.

Entonces mientras practicaba su canto en el teatro cuando no había nadie, escucho una voz.

-Débil todavía, pero muy bueno- era una voz masculina.

Curiosamente eso no la asustó. Las niñas que tomaban clases de baile y las bailarinas solían decir que había un fantasma que habitaba ahí. Pero ella no lo creía en absoluto.

- ¿Quién eres? - pregunto la joven

-Puedo ser muchas cosas- le contestó la voz- Un ángel, un fantasma o un maestro.

- ¿Qué? Eres quien llaman el fantasma, ¿no? -

- ¿no me temes? - pregunto la voz

- claro que no. Son solo tonterías. - dijo Mina.

-Eres interesante. Te he notado. No eres como muchas jovencitas a tu edad. -

-Soy como todas- le dijo

-No. Eres especial. Si me lo permites puedo convertir tu talento en una maravilla para el mundo-

-No me importa la fama- le contestó- la música es mi espacio especial-

-También el mío-.


Gracias a todos los que leyeron el anterior capitulo.

Es algo corto, pero espero mañana pueda subir otra parte.

Déjenme saber sus opiniones en los comentarios. Me anima mucho saber si les está agradando esta historia.

La primera MusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora