—¡Vamos, chicos, por favor! Un poco de atención.Los entendía perfectamente. Tener una clase de Educación Física un viernes a las dos de la tarde era criminal, pero yo no era ni por asomo el encargado de hacer los horarios, por lo que no podía hacer nada más que llevar mi clase lo mejor posible. Sin embargo, ellos no estaban colaborando mucho porque estaban bastante parlanchines y siquiera me permitían hablar.
—Yo también tengo ganas de irme a casa pero sabéis que la clase la vamos a dar, así que dejad de protestar y tal vez tengamos algo de tiempo para juego libre —Eso pareció convencerlos un poco porque trataron de callarse, silenciándose entre compañeros—. Vamos a hacer una carrera de obstáculos, con salto de vallas incluido.
—Wiiiiiiiii. —Escuché de pronto.
Estaba terminando de poner una de las vallas y no tuve que girarme para saber quién había gritado de aquella manera. Joaquín era uno de mis alumnos más entusiastas, aunque era bastante torpe en la realización de cualquier disciplina deportiva, así que si gritaba emocionado sería porque no se le daba tan mal.
—¡Hípica! —completó.
Aquello sí que hizo que me girara. Lo miré con el ceño fruncido y vi como sonreía de oreja a oreja. Los demás cuchicheaban a su alrededor, menos Antonio, que se mantenía a su lado con la misma expresión de felicidad.
Aquel también era un chico raro, pues parecía que se enteraba de todo, pero no había manera de que supiéramos qué estaba diciendo él, y eso nos tenía intrigados a todo el claustro de profesores.—Es salto de vallas, Joaquín —le corregí.
—Sí, sí, vale —contestó, aunque vi claro que lo dijo por darme la razón como a los locos y no porque estuviera de acuerdo conmigo.
No le quise dar más importancia y terminé el recorrido. Por fin iba a empezar la clase en sí. Di unas pautas a seguir, para que los alumnos entendieran un poco la teoría y no se lanzaran a saltar sin sentido alguno, aunque dudaba que me estuvieran escuchando demasiado, por lo que di comienzo a la clase.
Antonio comenzó el recorrido, y la verdad es que no se le daba nada mal. Los compañeros lo tenían por un friki, pero en cuanto al deporte se refería estaba siendo toda una sorpresa. Joaquín no obstante no paraba de dar pequeños saltos en su sitio, impaciente por comenzar con el recorrido y ya no quise demorarlo más. Esperaba que los demás se fueran retrasando para que a él no le diera tiempo de hacerlo, pues sabía que se me podía matar de algún golpe y no quería eso en mi conciencia, pero no fue posible.
De pronto, y sin que pudiera vaticinar lo que estaba por ver, el chaval se puso al comienzo de la prueba y dio un par de golpes en el suelo con su pie derecho, como limpiándose la suela. Abrí mucho los ojos porque empezó a correr, pero no de la forma habitual, sino dando pequeños saltos cambiando rápidamente de un pie a otro. Los brazos los tenía justo delante de su cuerpo, con los codos flexionados y las manos en tensión. ¿Qué estaba haciendo ese niño? ¿Quería parecer que estaba trotando?
—¡Nasŭrchavane! ¡Nasŭrchavane!
¿Pero qué carajo? Miré a quien estaba hablando y vi a Antonio, el chico que hablaba búlgaro, o vete a saber qué, gritando aquella palabra. Animando con palmas. Sus compañeros lo miraban intrigados, sin embargo consiguió contagiarlos y fue cuestión de segundos el que todos estuvieran gritando e imitándolo, algunos con bastante mala fortuna porque ninguno entendía qué estaba diciendo.
—¡Nasŭrchavane! —seguía gritando Antonio.
—¡Vamo los chavale! —gritaban otros.
Joaquín los miró, sin dejar de saltar sobre el sitio, los saludó y, como cogiendo carrerilla, efectivamente comenzó a galopar directo hacia la primera valla. No pasó de ahí, pues tropezó con ella y rodó, llenándose la boca de la gravilla que había en la pista.
—¡Sa matao! —escuché a algunos decir, después de escuchar un siseo generalizado.
Fui rápidamente hacia él para ayudarlo a levantarse, pero él ya lo estaba haciendo. Fue entonces que vi el raspón que tenía en el brazo y en la parte derecha de la cara, sin embargo él volvió a sonreír. No pude más que devolverle la sonrisa y le di una palmada en la espalda, aprovechando para sacudirle un poco la camiseta, sucia por el suelo.
—¿He galopado bien, profe? —me preguntó feliz de la vida.
—El galope lo tienes controlado, Joaquín, lo que quiera que eso signifique. Pero con el salto no te vas a ganar la vida, chaval.
Lo acompañé hacia donde estaban sus compañeros, que parecían animarlo aunque se veían bastante divertidos con toda la situación.
—Come tá ti? —Escuché que le preguntaba Antonio, antes de dar instrucciones para que continuara participando el siguiente.
Sólo era el principio de curso y aún no tenía claro cómo iba a llegar al final con mi salud mental intacta. Tal vez tendría que haberle hecho caso a mi padre cuando me sugirió que estudiara Empresariales.
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Este capítulo va dedicado a mi pequeña sister Azzaroa la que no necesita suerte mañana porque lo va a hacer genial, que es muy grande.
Ah! Y para el que tenga curiosidad, os diré que "nasŭrchavane" es ánimo en búlgaro. En fin, si los minion hablan como les da la gana, Antonio también!
Y sí, "come tá ti?" es idioma oficial minion y significa: cómo estás?
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Mi chico Pony
HumorJosé Joaquín lo tiene muy claro: Ha decidido ser un Little Pony y no va a dejar que nadie se lo impida. Pequeñas historias de humor absurdo provocadas por más de un reto, en las que una familia normal se adentra en el difícil mundo de la preadolesce...