Estoy nerviosa. Mi primer día de instituto en un sitio nuevo. Mi madre no podía esperar, tenía que mudarse a mitad del curso y ahora yo tengo que abandonar mi zona de confort. ¡La odio! Bueno, no es cierto. No la odio porque esa es una palabra que no entra en mi vocabulario, pero ella cree que sí y yo la verdad es que no estoy haciendo nada para evitarlo.
—Buenos días, bonita —me dice sonriente—. ¿Estás preparada?
Sonrío porque es mi obligación, pero la verdad es que no tengo ganas de hablar y no, no estoy preparada. Mi madre nota mi gesto y se revuelve incómoda.
—Rosa... —comienza—. Sé que esto de empezar de cero es difícil, pero...
—No pasa nada, mamá —interrumpo finalmente—. En el fondo lo entiendo. Solo es... difícil.
Me da una sonrisa, aunque parece más bien triste. No me gusta verla así porque sé que no tiene la culpa de nada. Decido comportarme ya como debiera desde el primer momento en el que supe que nos mudábamos. Respiro hondo y sonrío sinceramente, tratando además de quitarle un peso de encima.
—¿Ya está aquí mi niña alegre? —me pregunta.
—¡Qué remedio! —le digo bromista mientras me pongo de pie—. Soy "Alegrosita" por algo, ¿no? No me quiero convertir ahora en gruñosita, para eso ya está Hugo.
—¿Para qué estoy yo?
Mi hermano pequeño aparece por la cocina también vestido pero con su habitual cara de sueño.
—No quieras saber la respuesta —le digo para meterme con él.
Me mira entrecerrando los ojos y sé que, si no estuviera mi madre delante, trataría de lanzarse sobre mí. Si es que no pude encontrarle un osito mejor que el de "Gruñosito", lo tengo súperclaro.
—Rosa, deja a tu hermano, anda —regaña mi madre pero sin que la crea nadie.
Pongo mi mejor cara de inocente y me levanto de la mesa. Inspiro hondo y retengo el aire unos instantes antes de soltarlo lentamente. Estoy preparada, todo va a ir bien. Estoy preparada.
Mi madre se levanta también para darme un beso.
—Intenta no hablar demasiado de los Osos en el instituto, ¿vale, cariño?
Asiento de mala gana. Sé bien por qué me lo dice, aunque no me gusta ni un pelo.
—Vamos, enano —le digo a mi hermano finalmente.
Mi instituto está justo al lado de su colegio, en el que aún tendrá que estar un par de años más, si es que aquí duramos lo suficiente. Me vuelve a mirar mal porque está desayunando, pero simplemente me encojo de hombros, que se hubiera levantado antes. Gruñe un poco antes de coger lo que le queda de bocadillo y llevárselo para el camino.
El piso que mi madre ha encontrado para alquilar no está lejos de nuestros destinos, por suerte son tan solo unos minutos y podemos ir andando. Mi hermano va extremadamente callado y sé que es porque está bastante nervioso también, si no estaría parloteando sin parar.
Dejo a Hugo en su puerta y le doy un rápido abrazo y chocamos el puño, tras el que hacemos un sonido de explosión y le deseo suerte. Da una seca cabezada y se va. Por su cara sé que está tan cagado como yo.
Vuelvo a respirar hondo y me encamino hacia mi instituto, que está justo al lado. Sé exactamente por dónde entrar porque me lo enseñaron cuando fui con mi madre a hacer la matrícula. Tuve suerte de que hubiera plazas y me dejaran incorporarme a mitad de curso.
En cualquier caso, no había pérdida porque muchos alumnos iban en la misma dirección. Voy mirando todo, pero mucho más al suelo para no tropezarme, menuda primera impresión sería.
Muchas conversaciones se entremezclan mientras andamos hacia la entrada. No me ha parecido que sonara la sirena porque además todos van muy tranquilos, excepto yo, que aún no sé ni en qué clase estoy y por eso voy a paso ligero.
—Wiiiiiiiiii —escucho sin más.
De pronto, un golpe en mi hombro derecho hace que mi maleta salga despedida y que yo trastabille hasta casi caerme.
—¡Jopelinesss! —grita un chico a mi lado—. ¿Estás bien?
—Como si me hubiera atropellado un tren —contesto sin pensar.
Veo que el chico abre mucho los ojos, seguro que no se esperaba mi respuesta tan cortante.
—Te ha podido atropellar una diligencia, en todo casso —me corrige.
Me quedo mirándolo sin saber de qué está hablando, pero antes de que pueda preguntar nada, otro chico me acerca la mochila, de la que yo me había hasta olvidado.
—Para tú —me dice al tendérmela.
—Gracias —comento aún confusa, mientras me la vuelvo a colgar.
Él asiente con una sonrisa. Me parece un poco raro, pero me cae bien. Su amigo, no obstante, no tanto, pero decido no decir nada más. Quiero marcharme que si no voy a llegar tarde.
Echo a andar de nuevo dejándomelos a los dos atrás.
—¡Hey! ¿Dónde vass? —me pregunta el primer chico, que tiene un acento de lo más peculiar haciendo hincapié en las eses. Me está rayando la cabeza ese tonito.
—Me parece que es obvio que voy a entrar al instituto. No sé dónde vas tú.
—Valeeee, no hace falta que sseass tan borde. Ssoy Sparkle —insiste y creo que se está presentando, aunque no le he entendido nada.
—Este es Antonio. —Él sigue a su rollo.
Se me queda mirando. Creo que está esperando algo de mí, y caigo en la cuenta de que espera que yo me presente.
—¡Ah, sí! —Por fin parece que reacciono—. Soy Rosa.
Ambos sonríen. En realidad no me parece tan malo conocer a alguien aquí, aunque solo haya entendido el nombre de uno de ellos.
—Oye, ¿de qué ess tu camisseta?
—Son los mejores dibujos del mundo: los osos amorosos —contesto orgullosa y sonriente.
Parece que he dicho algo mal, porque de repente el chico del nombre raro pierde la sonrisa.
—Vamoss, Antonio —dice de pronto—. Rossa no tiene ni idea de que loss My Little Pony sson loss mejoress.
Echa a andar.
—¡Poopaye*! —dice Antonio, él sin perder la sonrisa, antes de seguirlo.
Suena la sirena que da el toque de entrada. Al final por culpa del raro este voy a llegar tarde. Y encima dice que los caballitos esos son mejores que mis Osos amorosos. Esto no se va a quedar así.
*Poopaye: Adiós en idioma Minion.
Bueno, espero que os haya gustado este nuevo capítulo. Y también espero no tardar tanto en subir otro y poder sorprenderos con más cositas de estos chicos. Contadme además si os gustaría que nuestro chico Pony viviera alguna historia en especial.
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Mi chico Pony
HumorJosé Joaquín lo tiene muy claro: Ha decidido ser un Little Pony y no va a dejar que nadie se lo impida. Pequeñas historias de humor absurdo provocadas por más de un reto, en las que una familia normal se adentra en el difícil mundo de la preadolesce...