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______ Olsson
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Pasaron varias semanas desde que Hiccup me trajo a Berk. Ya conocía la mayoría del lugar gracias a él y poco a poco mi pierna sanaba.

Sus amigos son bastante agradables. Patapez es un entusiasta a lo que se refiere sobre dragones, es inteligente y admito que ni yo conozco tanto sobre ellos.

Los gemelos, Brutacio y Brutilda son... únicos, me hacen reír con sus ocurrencias. Patán para ser bajo tiene el ego un poco alto, pero igual me agrada.

Y Astrid es la mejor amiga y mano derecha de Hiccup. Es bonita, fuerte (por lo que pude ver en combate) y, al igual que Patapez, es inteligente.

Pero quien me cae mejor es Hiccup. Pasábamos la mayor parte del tiempo juntos. Ayudaba a limpiar mi herida y fue él quien hizo que pudiese integrarme a su grupo de amigos.

Es audaz y también es bastante bueno en combates de cuerpo a cuerpo —estuvimos practicando para acostumbrarme de nuevo—, sobretodo con su espada flamante. Muy ingenioso al juntar aquellos elementos, fuego y gel de Pesadilla Monstruosa.

Pero lo que más me gusta de él es su relación con Chimuelo. Ese amor que le tiene a su dragón es enaltecedor. Me atrevería a decir que son el uno para el otro. Nunca en mi vida había visto a un vikingo tener un apego así con un dragón y sentía envidia... Porque yo lo tuve con uno alguna vez.

—Entonces, ¿Te ahogaste sólo con un pedazo de carne? —no podía contener la risa al escuchar aquella anécdota de un Hiccup de 15 años.

—¡Ya sé, suena bastante ridículo! Pero fue por culpa de Patán —respondió Hiccup sonrojado— ¡Hey, no te rías! A cualquiera le pasa. —dijo golpeándome suavemente en el brazo.

—Ok, ok... Te creo, Hiccup. —limpié una lagrimita de mi ojo gracias al ataque de risa.

Nos quedamos en silencio por unos minutos, admirando el precioso cielo dorado que nos regalaban los dioses. Sentí que sus ojos se posaron en mí y habló.

—______, ¿Ya me contarás?

Su tono se volvió serio de repente. He estado evitando el tema desde que llegué aquí. Hiccup me daba mi tiempo, por alguna razón él confiaba en mí y eso se lo agradecía.

Respondí con un suspiro. Creo que ya es hora de contarle el porqué me encontró así aquella noche.

—Solo si me prometes que no me juzgarás. —dije para conectar mi mirada con la suya.

—No lo hice desde el principio, menos lo haré ahora que sé la maravillosa persona que eres.

El calor subió hasta mis mofletes al sentir su mano sobre la mía. Él me regalaba una sonrisa que nunca en la vida me cansaría de apreciar.

Tengo que decirle. Merece saber la verdad.

—De acuerdo. Esto es lo que sucedió...

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Unos meses antes...

—¡Por favor, detente! —grité desesperada para que lo dejara en paz.

—Me desobedeciste, hija mía. Esto es lo que obtienes cuando pasas en alto mi palabra. —su voz ronca taladraba mis oídos.

Me encontraba inmovilizada por dos hombres que sujetaban mis brazos hacia mi espalda. Tenía en frente al ser que más odiaba en este mundo: mi padre.

—Te dije que tomaras en serio tu deber como heredera, pero preferiste no atenderlos como tal, —su frialdad me carcomía de cierta manera— ¿Y qué es lo que obtengo? A una jinete de dragones.

—Te suplico que lo dejes en paz, por favor.

—Padre... Esto lo podemos resolver de otra manera. —replicó mi hermano en un intento de apaciguar la tensión.

—Reidar, ¿Estás del lado de una traidora?

Reidar no supo qué responder. La mirada filosa de mi padre lo estaba haciendo entrar en pánico y solo pudo agachar su cabeza.

—No puedo dejar que sigas con esos ideales, pero tampoco te mataré. Los dragones son más que simples seres débiles; esclavos que deben ser controlados. —decía mi padre mientras enterraba lentamente el hacha sobre el cuello de mi dragón.

—Y cuando obtenga al alfa, todos tendrán que obedecerme y así, el mundo será un lugar seguro.

El quejido de mi dragón quebrantó en mil pedazos mi corazón. Aquel hombre fue capaz de asesinar a sangre fría y frente a mis ojos al ser más puro que jamás haya conocido.

Entré en un llanto doloroso, los hombres me soltaron y solo pude tirarme al suelo. No deseaba verlo así, no alcé mi mirada hacia su cuerpo. Ahora solo tendría sus momentos de vida en mis recuerdos.

El hombre que ya no consideraba mi padre sólo salió de la jaula, dejándome en mi pena, sola.

Sola, como había venido al mundo. Mi madre murió al yo nacer y quien me cuidaba era Reidar, hijo de otra madre adoptado por mi padre. Traición sentí al ver que no hizo alguna oposición firme.

Tenía que escapar. Ya no me quedaba nada que me atara a seguir en este inmundo lugar.

Destino ❙ Hiccup y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora