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Respiró profundamente, logrando mantenerse al margen.

- ¿Puedes levantarte?.– Le preguntó.

- N-no...– Respondió.– Pásame la toalla...– Extendió una de sus manos, logrando a penas tapar sus pechos con la otra.

La pelinegra le entregó la toalla sin rechistar, desviando la mirada. Dió una ojeada para comprobar si ya se había tapado, y tuvo razón. Le tomó uno de los brazos, y la hizo abrazarla por sobre el hombro, ejerciendo fuerza con su propio cuerpo para levantarla.

Le era muy difícil hacerla caminar, ya que le tiritaban las piernas, así que la cargó hasta la habitación.

La rubia se sorprendió de la gran fuerza que tenía la pelinegra, aunque tampoco es como si pesara mucho, ya que había perdido mucho peso a causa de su enfermedad.

La recostó sobre la cama, y fue hasta el clóset mientras sacaba cada prenda que le indicaba la rubia.

- ¿Puedes vestirte sola o...

- S-si puedo, solo acércame la ropa.– Le dijo, a lo que la pelinegra obedeció.

Rosé la miraba fijamente, mientras la otra hacía lo mismo.

- ¿No vas a vestirte?.– Preguntó.

- ¡T-tienes que salir!.– Gritó.

- Ya, bueno.– Rodó los ojos, mientras salía y cerraba la puerta detrás de sí.

La rubia logró vestirse con bastante esfuerzo, y aunque sudó un poquito, fue un exitoso final...En el piso.

La pelinegra al oír aquel estruendo, entró rápidamente.

- ¿No que podías vestirte sola?.– Se burló, pues le daba algo de gracia, aunque se preocupó un poco al ver aquel raspón que tenía en la rodilla.– ¿Estás bien?. Está sangrando.– La levantó, y la sentó en la cama, para agacharse y verificar que no haya sido profundo.

Escuchó un sollozo y la miró, y su corazón se agitó al ver que estaba secando sus lágrimas.

- S-soy inútil...– Dijo la rubia, intentando respirar correctamente.

La pelinegra no supo qué decir. Ella no era afectuosa. No sabía como tratar a la gente...Ella solo se llevaba las almas, arrebatándole la vida a las personas.

Se levantó en silencio, y fue al baño. Encontró un botiquín y volvió donde la rubia. Comenzó a limpiar la herida con yodo, llevándose unos quejidos de la rubia por el dolor. No era muy suave al hacerlo, ya que nunca había tenido que hacerlo.

Le vendó la rodilla, para que no moleste el dolor al dormir.

- ¿Mejor?.– Le sonrió. Pudo notar el leve sonrojo en la rubia, que la miraba sorprendida.

- Gracias...– Le respondió.– Estoy mejor.

- Bueno...Creo que ahora sí puedo dormir en la otra habitación, ¿No?. Así podrás dormir tranquila.– La rubia asintió.

- ¡Hija!. ¡¿Estás bien?!.– Se escuchó la voz de la señora Park en el primer piso.

- ¡Si, madre!.– Respondió.

La señora Park fue a ver si ya estaba lista, para ayudarla a salir de la tina, pero se llevó una gran sorpresa al no encontrarla.

Se dirigió a su habitación, y la vió conversando con Jisoo.

- ¿Oh?.– Se sorprendió.

- J-Jisoo me ha ayudado a salir...– Le dijo Rosé, sonrojada. Acción que no pasó desapercibida para su madre.

- Oh, está bien. Muchas gracias, Jisoo.– Le sonrió agradecida.

- No es nada.– Respondió.

- ¿Y eso?.– Apuntó a la rodilla vendada de la rubia.

- M-me caí al terminar de vestirme...– Contestó.

- ¿No has recibido ayuda de Jisoo?.– Rió la señora Park.

- ¡N-no!.

- Ella no quiso.– Se excusó la pelinegra.

- Bueno, tranquila.– Le sonrió a su hija.– Por cierto, vendrá el doctor John. Recuerda que tienes chequeo, así que procura prepararte.– Le informó, antes de salir.

Ángel de la muerte.- Chaesoo [G!P]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora