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La rubia estaba impresionada por lo que acaba de presenciar. No podía creerlo.

- ¿Q-quién eres?.– Preguntó, alarmada. No tenía fuerzas para correr, y mucho menos para gritar.

- Jisoo Kim, para servirle.– Hizo una reverencia.

- ¿Eres la muerte?.– Preguntó, confundida.– ¿Porqué la muerte tiene nombre?.

- Oh, no. Soy su hija. Soy un ángel de la muerte.– Sonrió. Su sonrisa era perfectamente blanca.– No tenemos nombres, pero me gustó ese, así que quiero llamarme así.

- ¿Voy a morir?.– Preguntó Rosé, totalmente triste.

- Aún no...Bueno, queda muy poco.– Bromeó la pelinegra.

- Oh, por Dios...– Las lágrimas comenzaron a caer por las mejillas de la rubia.

- No llores, no llores...Es algo normal en los humanos. Ya sabes...Naces, creces, mueres. La ley de la vida.– Intentó consolarla, pero solo empeoró las cosas.

- Y-yo no quiero morir...– Se limpiaba las lágrimas, mientras subía las rodillas hasta su pecho.

- Lo lamento, chica...– Pero no lo lamentaba. Estaba acostumbrada a todo tipo de reacciones.

- ¿C-cuánto me queda?...– Preguntó, al haberse calmado un poco.

- Unos minutos, creo.– Se encogió de hombros la pelinegra.– Déjame confirmar.– Sacó un pergamino de quién sabe donde, y comenzó a leer.– Oh, oh.– Dijo espantada.

- ¿Qué pasa?.– Comenzó a sudar frío por temor a lo peor...¿Qué podría ser peor en ese caso?.

- Me equivoqué de persona...– La miró con los ojos muy abiertos.– Tú te llamas Samantha Coldverth, ¿No?. Dime que sí, porfavor.– La rubia negó lentamente.

- S-soy...Soy Park Chaeyoung.– Respondió.

- Mierda. Chica, tú no has visto nada, ¿Bueno?.– Rosé asintió fervientemente.

- Voy a pensar que solo fue un sueño.– Aclaró.

- Nunca mejor dicho. Adiós.– Y desapareció, sin dejar rastro.

Aquello había sido un suceso de lo más extraño, pero se alegraba de seguir viva. Nunca supo lo que era tenerle miedo a la muerte, hasta ahora...O bueno, a su hija.

Sonrió de una manera extraña. Se sentía feliz por tener otra oportunidad. Las chicas tenían razón, debía aprovechar el poco tiempo que le quedaba.

Decidió llamar a Lisa, y decirle que se quede en su casa esa noche, junto con Jennie. Las necesitaba en ese instante.

Sintió unos pasos en la escalera, y supo que era hora de su medicina.

- Buenas noches, hija.– Le dijo su madre, mientras se acercaba a ella.

- Buenas noches, madre.– Sonrió Rosé.

- ¿Por qué tienes los ojos tan rojos?. ¿Estuviste llorando?.– Se preocupó.

- Oh, no. Simplemente me entró una basurita, y me lloraron los ojos.– Rió, con culpa por mentir. ¿Pero qué podría hacer?. No podía contarle la verdad.

- Bueno...– Sonrió, para nada convencida, pero si su hija no quería contarle el motivo, ella no querría presionarla.– ¿Estás lista?.

- Si.– Respondió, mientras sentía un escalofrío al pensar en la inyección.

La madre limpió la zona que estaba por ser inyectada, y luego procedió a enterrar la aguja con sumo cuidado. Era enfermera, así que sabía lo que hacía. Rosé ni notaba el pinchazo, ya que su madre era una profesional, pero eso no era lo terrible de la situación, sino el líquido. Ardía como lava en el cuerpo. Era un dolor espantoso, pero era lo que aún la mantenía con vida.

- Ya pasó, mi niña.– A su madre se le partía el alma al ver a su hija sufrir.

Luego de unas cuantas lágrimas, la rubia se sumergió en un profundo sueño...

Ángel de la muerte.- Chaesoo [G!P]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora