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Apenas pisó la casa escuchó los gritos desesperados de la rubia, y corrió hacia la habitación.

- ¡Tranquila, hija!.– Intentaba tranquilizarla la señora Park.

La rubia lloraba sin medida, mientras las inyecciones eran aplicadas por diferentes lados de su cuerpo.

- Señorita Park, necesito que se calme.– Le decía el doctor John.

La pelinegra tan solo miraba con dolor aquella escena. Decidió bajar, y no ver más, pero le era imposible no escuchar los lamentos.

Intentó tapar sus oídos, mientras cantaba. Hasta que de pronto todo se detuvo...

Sus alas volvieron, y se sintió fuerte.

- No, no, no...– Miraba como sus alas negras crecían.– ¡No, no!. ¡Aún no, maldita sea!.– y salió de la casa, mientras volaba tan alto, que traspasaba las nubes. Era una velocidad impresionante.– ¡Viejo idiota!.– y llegó al cielo, en donde un hombre con bata negra estaba sentado.– ¡Aún no!.

- Pensé que querías volver. ¿Qué ha hecho que cambies se opinión, hija?.– Decía con voz de ultratumba.

- ¡Devuélvela!.– Gritó.

- No la tengo yo, hija. Sabes que tú eres la encargada de traer su alma...Ella está sufriendo ahí abajo. Piensa bien las cosas...– Y se esfumó.

- No puede estar pasando ésto...– Volvió tan rápido como pudo, y contempló la escena desde donde no pudieran verla. Se encontraba dentro de la habitación, mientras miraba aquello. Nadie podía verla, nadie podía oírla, ni sentirla...

Miró a la rubia, quien no se encontraba en movimiento, simplemente yacía acostada, esperando a que su alma fuese extraída.

No escuchaba ni el llanto desesperado de la madre, ni el incesante intento del doctor por mantenerla con vida.

- Jisoo...– Una voz a su lado la cautivó. Era su madre, la diosa se la vida.– ¿Por qué estás tan triste, hija?. Ésto se te dió tan fácil.

- Yo...No quiero, mamá. No quiero arrebatarle la vida.– Una lágrima oscura salió de sus ojos.

- Creo que puedo hacer algo, pero a cambio, debo ofrecer algo a la muerte...– Mencionó.

- Yo...Yo puedo ser quien se ofrezca, madre.– Dijo sin dudarlo.

- No puedes. Eres un ángel de la muerte, tú no tienes vida...

- P-pero, eso conllevaría a quitarle la vida a otra persona...– La miró.

- Son cosas que debes hacer por gusto propio.– Respondió.– Debes decidir, Jisoo.

La pelinegra se quedó pensando. A Rosé no le gustaría que otra persona muriera a causa de que ella viva...Aunque tampoco le gustaría morir. ¿Qué debía hacer?.

- Bien...Ya sé quién puede dar la vida por ella.– Respondió.

- ¿Ah sí?.– Preguntó su madre.

- P-puedes llevarte a...A Michel.– Respondió. Era el chico que Rosé amaba, pero no podía dejar que ella muriera...

- Recuerda que los años de vida del chico, se transpasarán a Rosé.– Le comentó. La pelinegra asintió.

- 40 años más, serán suficientes para que sea feliz...– Sonrió.

- No podrás volver a verla, Jisoo. ¿Lo sabes?.– Y la pelinegra asintió.– Y serás tú quien venga por ella en 40 años.

- Lo sé.– Y otra lágrima salió de sus ojos.

- Bien.– La madre sopló, y Rosé volvió a respirar.

Todo parecía estar bien, ahora todo estaba bien...

Rosé miró a la esquina de su habitación, y vió a Jisoo con sus alas negras, y sonrisa perfecta. Aunque sabía que era su hora, no le daba miedo...Pero lo que llamó su atención es lo que no pudo escuchar, pero entendió perfectamente.

- "Te amo"...– Fue lo que moduló la pelinegra, antes de desaparecer.

La rubia quedó paralizada, mientras sus mejillas se llenaban nuevamente de lágrimas...

Ángel de la muerte.- Chaesoo [G!P]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora