La caida del oso ante los bollos de miel.

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Darien avanzó hacia ella, con sus ojos se estrechados con intención. Serena chilló, no realmente de miedo, sino de repentina emoción por Darien. Ella se rió, con el alcohol no completamente despejado de su sistema a pesar de que su rápido metabolismo estaba trabajando en ello.
Después de la conversación confusa con Darien, una cosa le había quedado clara... incluso en su difuso cerebro me quiere, pero desea no hacerlo. Por un lado, le resultaba halagador el volverlo loco de deseo, sobre todo debido a que ese deseo era recíproco. Sin embargo, oír que sus genes de conejo simplemente no eran lo suficientemente buenos para otra cosa que el sexo casual la había molestado. No importaba el hecho de que no estaba en busca de algo permanente. Ahora que él efectivamente había tirado el guante, ella, en primer lugar, quería hacerle perder el control y que la tomara... qué divertido. Y número dos, perversamente quería cambiar su opinión acerca de todo esto de las inter-especies.
Gruñón, abierto amante de los peces, era lo que él era, y lo deseaba. Tengo miedo de que una noche no sea suficiente. A ella le gustaba Darien, mucho, lo que significaba que sin importar lo bien que se sintiera su seducción... oh, los dos desnudos, con sudorosos golpes...si ella cedía, sobre todo después de su declaración de que sus genes no eran lo suficientemente buenos para él, ¿Cómo conseguiría alguna vez su respeto? Le sorprendió lo mucho que su aceptación significaba para ella. Le sorprendió que aún no se hubiera lanzado a su oreja por el insulto, sin embargo.
Mirando hacia atrás a un lado, todavía había un oso caliente en su apartamento.
Ella salió fuera de sus garras, saltando ágilmente sobre sus muebles, mientras que iba pesadamente tras ella. Él no dijo una palabra, con su respiración agitada y sus
adeos como los únicos sonidos.
—Creo que deberías irte. —Resopló ella mientras con agilidad se agachaba bajo su brazo y corría hacia el otro lado del salón de su casa.
Un gruñido fue su respuesta, agravada con un brillo travieso en los ojos que iba bien con la curva parcial de su boca. Oh, él no me hará esto fácil, el lindo diablo.
—En serio, Darien. Puesto que te sientes tan fuerte sobre todas esas cosas entre especies, entonces creo que será mejor que te vayas ahora, antes de hacer algo de lo que, obviamente, te arrepentirás. —Pero que definitivamente disfrutaras.
—Voy a lamentarlo más si mis bolas se caen. —Gruñó.
Sus palabras le tomaron por sorpresa, y se olvidó saltar. Ella golpeó el sofá y antes de que pudiera trepar, él se echó encima de ella, con su pesado cuerpo deteniéndola. Sus grandes manos se entrelazaron con las de ella y se las levantó sobre su cabeza, atrapándola debajo de él, poniéndola a su merced.
Qué decadentemente delicioso. Ella se aplacó con el conocimiento de que trataba de frustrar su seducción. Qué vergüenza. Había fracasado. Ahora tendría el castigo que merecía directo entre las piernas.
Darien no respondió de inmediato a su beso, sin embargo. Sus ojos castaños la miraron.
— ¿Por qué me vuelves loco? —Le preguntó. Su tono y expresión pensativa... a pesar de su pene presionando contra la unión de sus muslos, sin duda sabía lo que quería.
—Es mi nariz de botón linda y con pecas. Actúan como un señuelo irresistible, como un canto de sirena. —Respondió, un poco sin aliento y no porque la estuviera aplastando. Le gustaba su peso sobre ella. Extraño, incluso le gustaba que él luchara con su atracción por ella. La mayoría de los hombres sólo trataban de seducirla sin preocuparse del mañana.
—He conocido a mujeres guapas. —Respondió, siguiendo el estudio de su cara.
—Nadie jamás invadió mis pensamientos y sueños.
Su boca se redondeó con una O de dorpresa.
— ¿Soñaste conmigo? ¿En serio?
Como si de repente se diera cuenta de que hablaba en voz alta, Darien apretó los labios y una mirada cerrada apareció en su rostro. Se miraron el uno al otro durante un rato más, pero incluso en el silencio, una conexión se estableció entre ellos, invisible, ella casi la podía sentir... y se vinculaba directamente a su corazón. Fuera cual fuera su opinión sobre el asunto, comprendió en ese momento que lo que los unía trascendía la lujuria. ¿Él lo sentiría también?
Tal vez lo hacía porque Darien la besó. No con un beso de juego, dulce como el de anoche, ni el castigo abrasador de la mañana. No, ese abrazo impartía pura sensualidad. Acarició sus labios con una reverencia que la hizo zumbar todo el camino hasta sus pies. La tocaba como si fuera la cosa más delicada y preciosa que hubiera encontrado. Exploró sus labios lentamente, con su boca jugando y mordiendo, dejándola completamente sin sentido, con la sensación erótica. Podría quedarme así para siempre.
La punta de su lengua se deslizó adelante para seguir la comisura de su boca, y luego se adentró mientras ella abría los labios. El suave sonido de sus respiraciones mezclándose llenó el aire intercaladas con sus gemidos de placer mientras él se tomaba su tiempo besándola.
El placer se desarrolló en cada nervio de su cuerpo, especialmente entre sus muslos. Clavada, no podía hacer nada, ni siquiera arquearse contra él, pero sabía lo que quería. Leía su cuerpo con el suyo. Se apoyó en ella, con la dureza de su pene, incluso con las capas de ropa entre ellos, presionando su núcleo, volviéndola loca.
Quería sentirlo dentro de ella, golpeando su carne, con su cuerpo raspando el suyo. Deseaba... el condenado teléfono no dejaba de sonar.
Con un gemido, Darien levantó su cabeza, con sus ojos ardientes de deseo.
— ¿No tienes correo de voz?
No, pero de repente hizo una nota mental para conseguirlo de inmediato.
Interrumpir ese beso era sacrílego.
—No tengo buzón de voz. Me acabo de mudar y era muy caro para conseguirlo.
Espera. Déjame librarme de quien quiera que sea.
Darien, la dejó con evidente reticencia, y ella corrió para responder su llamada telefónica.
—Hola. —Ella respondió con una sonrisa sobre Darien, que yacía en el sofá con sus manos entrelazadas bajo la cabeza. Maldita sea, se veía bien allí, con los ojos medio cerrados con languidez, con el bulto prominente de su pene llamándola.
—Serena, oh bueno, te conseguí. Lamento tener que llamar a tu casa, pero tu móvil no responde. —Dijo Mina, recordándole a Serena que tenía que cargarlo.
—Oye, ¿Recibiste el paquete que se te envió?
Serena arrugó la frente con la pregunta de Mina.
— ¿Paquete? ¿Qué paquete?
—En tu mesa de la cocina. Te lo llevaron antes.
Serena se llevó un dedo a la boca y le dijo a Darien, dame un minuto.
Vagando a su cocina, buscó en el correo y en el periódico se había tirado sobre la mesa cuando había llegado. Encontró la pequeña caja y la abrió. Contenía una caja pequeña en el interior. Girándola y abriéndola, sostuvo un disco pequeño, redondo y no más grande que el final de su dedo meñique en sus profundidades.
— ¿Lo encontraste?— Mina preguntó.
—Sí. —Se le hizo un nudo en el estómago. Sabiendo que probablemente Darien la habría escuchado, Serena abrió el grifo de la cocina, enmascarando con las salpicaduras de agua todo lo que ella y Mina dirían ahora.
Ajeno a los estragos que pasaban en la mente de Serena, Mina hizo un ruido de contento.
—Excelente. Ami vino con un rastreador GPS de individuos. Es alargado pegado en un parche, nos permitirá encontrarlos si accidentalmente son capturados.
— ¿No notarán nuestros sujetos que los estamos vigilando?— Serena le consultó, con la sensación de malestar en su estómago cada vez mayor. — ¿O ahora les diremos lo que está pasando?— Por favor. Honestamente sería sin duda mejor en este punto que etiquetar al hombre en su sala que estaba a punto de hacerle el amor. Si me preocupo por él, entonces no puedo seguir mintiendo acerca de lo que soy y del peligro en el que está.
—No, todavía esperamos. Sólo tienes que acercarte lo suficiente al sujeto como para que se pegue en algún lugar dónde no se den cuenta. Debe durar por varias duchas y todo eso antes de ser reemplazado. ¿Tienes algún problema en ponerlo en tu objetivo?
Sosteniendo un suspiro, Serena respondió.
—Entendido. ¿Algo más?— Como por ejemplo, ¿Apuñalarme a mí misma con un puñal?
Probablemente sería menos doloroso a que el subterfugio continuara.
—No, eso es todo. Nos vemos por la mañana.
—Sí, ya veo. —Serena colgó y miró el pequeño disco, que actuaba como un frío recordatorio de por qué ni siquiera había conocido a Darien. ¿Cómo pude haber perdido de vista mi objetivo? Darien no era un potencial novio o amante, sino una posible víctima que necesitaba protección. En su lujuria y celos irracionales, había perdido la pista de ese importante hecho. Mina, sin embargo, sin darse cuenta se lo había recordado.
Conversación terminada, ya no requería privacidad y Serena cerró el agua, luchando contra el impulso de llorar.
Si decía la verdad, podría poner en peligro toda la operación y poner a los dos agentes y a sus metas en situación de riesgo. Sin embargo, si continuaba mintiendo... Entonces podría descubrir de primera mano si el consejo de no subirse al lado malo de un grizzly es exacto o no.
La situación apestaba a lo grande, pero al menos había entrado en ella los ojos abiertos, sin ser estúpida. Pobre Darien, sin embargo, él no tenía ni idea. Y no puedo hacerlo más fácil al decírselo. Ella tenía un trabajo que hacer, le gustara o no. Una vez que la situación con el secuestrador se resolviera, entonces tal vez ella podría decirle a Darien su parte. Ver si la perdonaría por hacer su trabajo. Si todo eso falla, siempre puedo recurrir a los condenados pantalones cortos de nuevo junto con un poco más pastel de nuez con miel.
Con la decisión tomada, incluso si particularmente no quería celebrarlo, enganchó el chip en el extremo de su dedo, con su transparencia casi invisible.
Quitó el respaldo de cera y respiró hondo mientras se preparaba para poner su chip en su oso.
Caminando de vuelta a la sala principal, se pegó una sonrisa en su rostro.
—Lo siento. Era mi madre. Siempre escoge el mejor momento.
— ¿Por qué tengo la impresión de que el estado de ánimo se ha muerto?— Le preguntó con ironía mientras se levantaba.
—Sí, bueno, oír hablar de síntomas de la menopausia aún le llega a una chica. — Dijo con una risa estridente. —De todos modos, siento si arruiné la noche.
—Estás mintiendo. ¿Realmente qué va mal?— Su penetrante mirada vio a través de ella, y la culpa la hizo dejar caer su mirada.
—No pasa nada—. Excepto por el rastreador GPS en la punta de mi dedo y la gran mentira de lo que soy.
—Ya veo. —Su tono bajo de voz acaba de aumentar su culpabilidad. Se volvió para irse, y ella se mordió el mabio, mirando su dedo.
—Darien. —Ella dijo su nombre en voz baja, pero él se giró de inmediato. Ella corrió a través de la sala en un paseo rápido y le echó los brazos alrededor de su cuello. Inclinó su cara y le dio un sonoro beso para distraerlo de la presión de su dedo meñique en la piel entre los omóplatos. —Realmente lo siento. Buenas noches. —Lo soltó y dio un paso atrás, cerrando la puerta en su rostro meditabundo antes de inclinarse sobre ella. Ella se deslizó hasta el suelo y parpadeó las lágrimas.
¿Por qué se sentía como el fraude más grande vivo? Probablemente, porque acabas de ponerle un microchip al tipo que, sólo hace unos momentos, estaba a punto de sacarte los sesos. Él tiene razón. Me siento muy mal por él, pero no por la razón que él piensa.

EL OSO Y LA CONEJITA (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora