Capítulo 2

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Yesung seguía reflexionando mientras observaba por la ventana, no veía nada en particular, estaba perdido en sus pensamientos preguntandose que le diría su padre, hasta que cayó en la cuenta.

Su padre, hace semanas que a el susodicho le entró la idea en la cabeza de tener un nieto, pero para eso, su hijo mayor debía contraer matrimonio con una mujer digna de su linaje; el único problema era que el joven príncipe quería disfrutar de su vida de soltero, no para andar por ahí divirtiendose en bares ni platicar con diversas doncellas, no, lo que el príncipe quería era únicamente ser él y su preciado piano que su madre le regaló a los diez años, seguir ensayando melodías de compositores famosos de la época y componer las suyas.

No era realmente un problema a sus ojos, pero sí para el rey, el gran soberano lo reprendía por "no madurar" y que tiene que casarse cuanto antes ya.

"Tienes que madurar hijo, MADURAR, no puedes solo pasartela encerrado en la sala de música solo para tocar tu piano, es cultura, la música es un arte lo sé, pero sabes la responsabilidad que tienes como heredero al trono ¿No?"

Las palabras de su padre taladraban su cerebro, una y otra vez causándole un terrible dolor de cabeza producto del estres, y la única forma para deshacerse de eso era mediante el piano e incluso del canto, o simplemente observar el atardecer desde el balcón de su habitación de la más alta torre.

Cualquiera diría que ser un príncipe era todo un privilegio, estar rodeado de joyas, de sirvientes que cada vez que te ven o escuchan tu nombre se arrodillan y hacen reverencia, de poder pedir cualquier cosa con un chasquido de dedos.
Pero no... Para el joven Jonghoon eso no era un privilegio, no era felicidad, no era lo que deseaba...

Yesung cada día, aunque nadie le creyera si lo gritara en voz alta, que él deseaba mil veces ser pobre, un miserable vagabundo que habitara en las calles, que pasara desapercibido entre las personas, sin reglas, sin sonrisas hipócritas, sin estar rodeado de chicas cuya codicia estuviera tatuada en cada uno de sus rostros, con la palabra Dinero en sus mentes.

Y... Él se dijo, que si llegara el día en el que se vaya a casar, que sea con una mujer que realmente lo ame, no al Jonghoon vestido con armadura de oro, no con la persona que cargaba el título de príncipe, sino con el verdadero Jonghoon, al humilde y apasionado con la música clásica y cualquier otro género, al soñador de vivir mil y un aventuras fuera de las murallas del castillo del que ahora era su hogar; sin importar si la mujer fuera de la nobleza o una simple campesina.

Suspiró, acomodó de nuevo su armadura y se dirigió a la puerta, cerrándola sin tanta fuerza.
Caminó por los pasillos, siendo saludado por los sirvientes que pasaban por su lado.

- Buenos días joven príncipe -saludó una joven mucama pelinegra, la cual parecía inocente, pero Jonghoon no era tonto, sabía que en sus ojos había malicia, sabía que esa mucama lo observaba cada vez que podía, pero como siempre hacía, le respondía el saludo fríamente, ella solo bajaba la mirada decepcionada, pero una pequeña sonrisa estaba ansiosa por dejarse ver del rostro.

No era la única que veía al príncipe con malas intenciones, más de una docena de ellas tenían intenciones similares, pero su alteza se mantenía al margen, el hecho de que sea hombre no quiere decir que no posee dignidad y valores inculcados de pequeño.

Pasando por la sala del gran comedor, observó al sirviente Ryeowook a lo lejos, leyendo un pequeño libro al tiempo que escribía algo en él y daba vuelta a la página. Por lo menos él no corría la misma suerte que él al ser acosado a diario.

¿Qué se sentiría ser pobre, libre de responsabilidades, de obligaciones absurdas, sin sonrisas forzadas y solo ver la realidad? Se preguntaba el príncipe.

Cenicienta [Yesung y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora