Capítulo 3

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La rutina de Cenicienta era la misma, solo que sin ningún incidente parecido a algo que tenga que ver con una lagartija.

Lady Liliam y Lili habían regresado muy tarde de sus compras, obviamente no la tomaban en cuenta a ella, solo a su querida hija y a Shana.

- Al menos Shana es feliz... Yo no... -dijo mientras sacudía unas velas decorativas.

Cenicienta se veía miserable a sí misma, pero no lo demostraba delante de Shana, no quería preocuparla más de lo que lo hizo en todos estos años, y más cuando da la cara por ella, para que no le pase nada. Frunció los labios apretando los puños, ser debil era parte de ella, no lo podía evitar de modo que ya aceptó que así era.

- Jajaja

Escuchó risas en el cuarto de Lili, espiar no era lo suyo pero la curiosidad fue más grande.

- Madre, ¿Crees que este vestido sea adecuado cuando conozca al príncipe?

El príncipe... Ese par de palabras hizo que la castaña suspirara sin poder evitarlo, siguió escuchando.

- Querida, ¿Por qué dices que lo conocerás?

- Ay madre, es que he escuchado rumores de que el Rey planea que su hijo se va a casar...

Algo se rompió dentro de Cenicienta en cuanto escuchó eso.

- ¿Eso es cierto hija? -decía su madre peinandola delicadamente.

- No lo sé, como dije, son rumores que se esparcen por ahí -dijo agitando su mano sin importancia, con cuidado de no soltar su vestido vino.

- Pues bueno... Si eso es cierto puedo asegurar que en cuanto te vea el príncipe, quedará hipnotizado.

Cenicienta hizo una mueca de asco, no porque Lili sea fea por fuera, al contrario, se veía bonita con el cabello negro lacio y suelto haciendo contraste con su piel clara, pero Cenicienta pensó que ella por dentro, no le daba puntos a favor a su belleza. Optó por irse para seguir sacudiendo las velas decorativas antes de que la descubrieran y le dieran una reprimenda, sinceramente no quisiera volver a repetir lo del día anterior.

...

Mientras tanto en el palacio...

El Rey caminaba de un lado a otro en la sala del trono, cuidando de que su fina capa decorada con hilo de oro no se arruinara; estaba hecho furia, otra vez esa mañana quizo convencer a su hijo con la misma propuesta, pero de nada valía su esfuerzo, su cabeza martilleaba por tanto pensar en una solución para poder hacer entrar en razón a su hijo de una vez por todas.

Bingo.

El Rey paró de caminar y sonrió con malicia, al fin se le había ocurrido una idea, ¿Por qué no lo pensó antes?

- Querida -dijo cantarín.

La Reina reposaba en su trono, cansada de tanto verlo de dar vueltas que había quedado mareada, pero ante el llamado de su marido se enderezó.

- Dime cielo...

Carraspeó la garganta acomodandose su fina capa antes de dar media vuelta para contarle su brillante plan.

- ¿Recuerdas como nos conocimos?

El Rey caminó hacia ella posandose en frente aún sonriente.

- Si... -la Reina se levantó de su trono pasando al lado de su marido, dirigiendose hacia el cuadro que se encontraba en el lado este se la sala.

Era el Retrato de los Reyes cuando aún eran príncipe y princesa, bailando en ese mismo salón, donde el Rey le había propuesto matrimonio antes de iniciar aquella danza, posteriormente el Rey mandó hacer aquel retrato con la escena exacta sin que la nueva prometida supiese.
El joven, ahora Rey, seguía impresionado de la buena memoria de aquel pintor, ya que con solo mirar a la pareja bailar por una sola vez, pudo reproducir la escena perfectamente en lienzo sin errores de salpicaduras de pintura.
Cuando en aquel tiempo en el que los dos se miraron a los ojos, supieron que estaban destinados a unir sus vidas.

Cenicienta [Yesung y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora