37.

245 28 0
                                    

37.

Cinco semanas después...

¡Esta gira es lo mejor que me ha pasado jamás!

Estoy repleta de alegría, pletórica, eufórica, feliz...

Y eso que pensaba que nunca me sentiría así.

Cada concierto es un paso gigantesco hacia un mundo increíble. Claro que ese mundo tiene sus defectos y su parte oscura, pero lo único que hago es evitar toda esa mierda y vivir mi carrera musical a tope.

He conocido a gente maravillosa. En cada sitio donde hacemos un concierto me he topado con personas increíbles que saben muchísimo sobre la música y no dudan en ayudarme. Necesite lo que necesite, tengo siempre a alguien que está pendiente de mí.

No soy una artista tiquismiquis y eso me lo recalcan por donde paso. Me cuentan anécdotas de artistas que piden cosas locas, y yo no puedo sino reír.

A lo mejor peco de venir de un sitio pequeño y humilde, donde las riquezas y demás boberías no se ven muy a menudo. Tengo una personalidad independiente: odio profundamente que alguien haga por mí lo que yo puedo hacer. Si quiero agua, no soporto tener que pedírsela a alguien. Todo el mundo está detrás de mí, cuidándome y manteniéndome como en una urna de cristal para que no me rompa.

Y esos mimos me encantan, pero todo tiene su límite.

Por ejemplo, Robert ha pillado mi forma de ser y todos los hoteles donde me hospedo durante la gira son, como máximo, de tres estrellas. No es por hacerme la humilde ni nada parecido. No, es simplemente que no soporto los hoteles pijos que tienen habitaciones con salón, despacho y cama. Ya lo he dicho antes: en mi opinión un hotel es para dormir. ¿Y para qué voy a hacer a la discográfica gastarse miles de dólares en una habitación en la que voy a estar como mucho dos días y que solo utilizaré para descansar?

Recuerdo la primera vez que fui a San Diego y me hospedé en el Hilton. Me quedé impresionada por el tamaño de la habitación y me emocioné al ver la gran bañera. Pero luego comprendí que esa habitación y una más pequeña que solo tenga una cama, son lo mismo.

Ahora vuelvo a San Diego por el descanso de una semana de la gira y no puedo esperar por regresar a mi casa. Aunque solo iré para ducharme y cambiarme, pues he quedado para comer con Evolet y Félix.

Tampoco puedo esperar por verlos y darles un gran abrazo. En este tiempo que he tenido para mí sola, he estado pensando en lo estúpida que soy por haberme alejado de ellos. Sé que creía que me haría bien, pero en realidad no ha cambiado nada.

No tengo que alejarme de esa familia. Tengo que cambiar mi interior. Mis sentimientos hacia los Díaz que me han hecho daño.

Brian me deja frente a mi casa y espero a que se baje, coja mi maleta y me abra la puerta, pues los periodistas ya están rodeando el todoterreno con sus cámaras y micros. El guardaespaldas me cobija bajo su brazo y yo camino lo más rápido que puedo hacia la cancela.

Cuando al fin estamos en el jardín, Brian la cierra y nos dirigimos al interior de la vivienda.

—¿Quieres algo de beber? —pregunto abriendo la nevera para coger agua fría.

Mamá, papá y Fran han estado viniendo para cuidar de la casa y gracias a Dios me han hecho una pequeña compra para esta semana.

Brian niega con la cabeza y me sonríe.

—Espero que no estés muy cansada.

—Para nada —exclamo y bebo de mi vaso—. Es raro, pero estoy llena de energía. Todo lo que ha pasado ha sido impresionante.

Enamórate de mí. (NTEDM 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora