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—Pequeña, come un poco —me pide Fran y niego con la cabeza, alejando el plato de mí.

—No tengo hambre, en serio. Si como presionada, vomitaré —advierto y me levanto. Cojo una taza y me pongo café, un poco de leche y dos cucharadas de azúcar.

Le doy un sorbo y suspiro.

—Me voy a casa, Choni estará loca.

—Te puedes quedar esta noche aquí.

—Me lo pensaré. —Vacío el vaso en el fregadero y me giro hacia él—. Necesito espacio y pensar.

—Pequeña...

—No lo digas —lo interrumpo alzando la mano—. Sé que no quieres que esté sola, pero sino no podré superarlo.

Mi amigo suspira y se levanta. Me abraza con fuerza y planta un beso en mi coronilla.

—Estamos aquí para lo que necesites —asegura y asiento contra su pecho.

—Hasta mañana.

—Hasta mañana, cielo.

Le doy un beso en la mejilla y camino hacia el salón, donde están mis padres sentados en el sofá. Cuando aparezco se callan. Me acerco a mi madre con una sonrisa leve y le doy un beso en la cabeza.

—¿Te marchas? —pregunta con el ceño fruncido y asiento cogiendo el bolso.

—Sí, mamá.

—Pensé que te ibas a quedar esta noche aquí —protesta papá.

—No, tengo un apartamento donde dormir.

—Hija... —dice mi progenitora.

Ruedo los ojos y resoplo.

—No me des la charla otra vez, mamá. Tengo que estar sola un rato para pensar y aclarar la cabeza.

—Espero que tengas claro que si hubiera sido por mí, no hubiera dejado que se marchara.

Endurezco mi rostro y desvío la mirada.

—Lo hecho, hecho está.

Me cuelgo el bolso al hombro y le vuelvo a dar otro beso. Beso a mi padre en la mejilla en el momento que aparece Fran en el salón y me despido definitivamente.

Me dirijo a la puerta con los músculos rígidos y el corazón acelerado, salgo y camino hacia mi edificio. La garganta se me cierra al abrir la puerta del portal y mi mente me traiciona cuando recuerdo aquella vez que le enseñé a Arthur cómo abrirla.

¡Desgraciado!

Eso es lo que es, ¡un desgraciado! Sin despedirse, con una maldita nota, me dejó sin mirar atrás. Seguro que ni siquiera habrá pensado en mí.

¿Cómo va a hacerlo? Si lo hubiera hecho, todavía estaría aquí.

Todos los momentos, todas las palabras, todos los hechos donde nos demostramos lo mucho que nos adorábamos. ¿Dónde han quedado?

En la basura.

En la mierda más profunda en la que se ha convertido mi corazón.

Ahora entiendo tanto cómo se sintió mi madre cuando papá la abandonó de un día para otro.

Maldito amor.

Malditos hombres.

Ninguno vale, sino para pasarlo bien en la cama. Fuera de ella son todos unos gilipollas.

Tengo tal rabia en mi interior que si lo tuviera delante no sé qué pasaría.

Bueno, sí. Sé que le cruzaría la cara de un cachetón y le reprocharía muchas cosas. Ninguna bonita.

Enamórate de mí. (NTEDM 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora