Al verse obligado a cumplir con un compromiso, Turgon presenta un terrible miedo por su primo Finrod, pero será ese encuentro el que decida qué es lo que siente en realidad.
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No conocía Turgon lo pesado que sus pasos se podían volver hasta que se encontró en medio del campamento. Se sintió pronto atacado por los recuerdos y dolores del pasado; se llevó su diestra para acariciar su mejilla y sintió lástima por ella, por la mordida que pronto recibiría.
Han pasado varias horas desde que dejó su casa y salió al encuentro con sus allegados, pero aun así seguía nervioso. Buscó alguna cabellera rubia y ondulada aproximarse, pero por suerte no encontró nada similar y eso le provocó uno de los mejores alivios, al menos temporalmente.
—¿Quieres dejar de seguirme? —habló un joven Turgon de sus memorias más añejas.
En esos entonces, recordó que, pese a que a él le gustaba estar solo en las cenas familiares y salir a caminar por la noche, siempre tenía a un primo de orbes celestes y cabellera rubia siguiéndole la pista. Recordaba a Firond como uno de los más sabios y callados de toda la casta de Finwë, y no como un maldito torbellino de risas y juegos bruscos. Al principio no le pareció peligroso, pero si molesto, pues no podía cazar faisanes o jugar con algún hormiguero porque sus movimientos eran bien estudiados por el rubio.
—Repito ¿ Por qué me sigues? Ve a jugar con alguien más —todavía recordaba ese tono de molestia con el que se refirió a su menor, y ahora sólo le causaba una lánguida sonrisa—. Findekano ha ido a explorar las cercanías con Maitimo, me imagino que querran un tercer acompañante. Son divertidos, anda, ve con ellos.
Finrod negó y se puso de cuclillas al igual que Turgon que se encontraba picando el agujero de un hormiguero con una pequeña rama.
—No quiero, me aburren.
Respondió Finrod armándose con una rama casi igual pero en lugar de arremeter contra el hormiguero, picaba cuanto podía la mano del azabache. Turgon comenzó a perder la paciencia a cada piquete, pero intentó mantener la cordura y no dejarse llevar por el fuerte carácter que heredó de su padre.
—¿... No quieres...? —masculló el mayor entre dientes y levantó la mirada para encontrarse con una enorme sonrisa en Finrod.
¿Qué le causa tanta risa?
—¿Y por qué no vas con los demás...? Tienes más primos.
—Pero yo quiero estar contigo. Me gustas mucho.
¿Qué se suponía que eso significaba? El azabache no terminaba de entender porque esa era la primera vez que cruzaba palabra con el primer hijo de Finarfin, su tío, pero sí sabía que era muy acosado por su traviesa mirada en todas las reuniones. En un primer momento pensó que Finrod sólo buscaba molestarlo o llamar su atención, y lo dejó, pero se había equivocado tanto.
—Como sea...—recordó haber respondido y también sentido un leve calor en sus jóvenes mejillas.
Ya antes había escuchado esas mismas palabras en labios de otras elfas, pero ninguna le causó tantos sentimientos como las palabras de Finrod.