Entré a la sala y caminé en dirección a él mientras abría mi mochila para sacar el cuchillo.
-¡Así te quería ver, hijo de puta! -Le grité empuñando el arma aún en mi mochila.
-¿Qué pasa pendejo? -Dijo Alfonso riendo y golpeando con el codo a Daniel, uno de nuestros compañeros.
-Sí, ¿Qué pasa Mariconcito?
Quedé paralizado, no lo podía creer; este imbécil le dijo a Daniel sobre lo que pasó en mi casa.
-¿Así que te gusta morder la almohada Enrique? -Sonrió Daniel moviendo las cejas de arriba a abajo.
-¡¿Pero qué chucha hiciste?! -Le reclamé a Alfonso mirándolo a la cara. -No puedo creer que le hayas contado a éste weón lo que pasó. -Empuñé con más fuerza aún el cuchillo.
-Ah, ¿Así que es verdad? -Daniel se cruzó de hombros esperando una respuesta.
Al escuchar esas palabras me dieron ganas de apuñalar a Daniel y no a Alfonso.
-No te va a responder. -Exclamó Alfonso rodeando con su brazo el cuello de su compinche.
-¿Podemos hablar sin que este weón este escuchando? -Le pedí a Alfonso.
-Mmmm. -Dijo Alfonso poniendo su mano en su mentón.
-¡Ya weón! Habla con el sopla nucas no más. -Se burló Daniel.
-¡Cállate conchetumadre! -Solté el cuchillo y empuñé mi mano dándole a Daniel un puñetazo en un ojo que lo botó del asiento.
-¡Uy! Se nos puso chorito el Pendejo -Dijo Alfonso riendo.
-¿Me acompañas o no? -Le pregunté a Alfonso.
-Claro, vamos para afuera. -Me indicó la puerta de la sala.
Alfonso se levantó y caminó hacía la salida, mientras Daniel estaba aún quejándose en el suelo haciéndome un gesto obsceno con el dedo.
-Bien pendejo, ¿Qué quieres? -Puso sus manos en la cintura.
-¿Por qué estás haciendo esto? Pensé que había algo entre nosotros. -Le dije a Alfonso mirándolo directo a los ojos.
-Pensaste mal Enrique, nosotros no tenemos nada y jamás lo tendremos.
-Pero, ¿Y lo que pasó en la cocina? -Le dije casi al borde del llanto.
-¡Eso fue por culpa del vino! -Me grito Alfonso tomándome del cuello de la camisa. -Y si vuelves a hablar al respecto, te voy a matar. Y hablo en serio. -Me dijo al oído.
No podía entender porqué Alfonso se comportaba de esa manera, "¿Siempre habrá sido así?" "¿Tan ciego estaba que no me di cuenta como era realmente?" Pensaba.
-No te entiendo. -Dije llorando,
-¡Ay! Por favor, ¿Ahora llorarás cómo las mujeres? -Me soltó de la camisa. -No quiero verte más a mi lado, ¿Entendiste? -Me amenazó.
-¡Andáte a la mierda! -Grité con todas mis fuerzas.
Salí corriendo de allí, corrí y corrí con todas mis fuerzas hasta que mis pies no podían seguir más.
Llegué hasta el arrollo que quedaba a una hora de la escuela y me senté en la orilla exhausto.
Tomé un par de piedras lanzándolas al arrollo y comencé a llorar; creo que nunca había llorado tanto cono esa vez.
El día estaba gris, apunto de llover; miré al agua y vi que me podía reflejar en ella. Pero no me gustaba lo que veía en el reflejo, veía a un weón mediocre, un weón estúpido que se enamoró de la peor persona que pudiese existir en la tierra y me odié por eso, deseaba tanto poder ser heterosexual. Quizá al serlo todo esto no estaría pasando, quizá me hubiese ahorrado tantos problemas y humillaciones de parte de Alfonso y mi Mamá; las personas más importantes para mi.
No me di cuenta cuando se hizo de noche. Así que caminé hasta mi casa. Abrí la puerta y allí estaba mi madre haciendo un bolso.
-Llegaste. -Me dijo sin mirarme a la cara -¿En dónde estabas?
-Por ahí. -Le dije mientras caminaba a mi pieza.
-¡Ey!
-Qué pasa Mamá estoy cansado y me quiero acostar.
-Toma -Me tiró el bolso a mis pies. -Tú no duermes un solo día más en mi casa, ¡Andáte!
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El mino del colegio
Teen FictionEnrique es un adolescente tipico, como cualquier otro. Pero se da cuenta que su sexualidad no era la tipica de sus amigos.... Enrique se da cuenta de que es Gay y nos cuenta su historia y su vivencia al convertirse de un niño a un hombre.