-Qué pasa Mamá, estoy cansado y me quiero acostar.
-Toma. -Me tiró el bolso a mis pies. -Tú no duermes un sólo día más en mi casa, ¡Andáte!
-¿Cómo dices? -Le pregunté.
-¿Estás sordo? Dije que te fueras, yo no quiero un maricón en mi casa. ¡Lárgate!
-Pero Mamá, ¿Dónde quieres que me vaya? -Le dije rompiendo en llanto.
-Ese es tu problema ahora. -Me dijo sin mirarme a los ojos. -Tú me decepcionaste, pensé que eras una persona normal.
-¡Yo soy normal! -Exclamé. -Además, yo soy tú hijo.
-Ya no lo eres, lo dejaste de ser cuando te vi con ese niño acá, en está casa. ¡Andáte! -Gritó.
Tomé mi bolso y caminé hacía la puerta.
-Te vas a arrepentir de esto. -La miré. -Si yo ya no soy tu hijo, tú ya no eres mi Mamá. -Paré de llorar. -Ahora quédate con mi Papá, que podrá pegarte tranquilamente sin que nadie te defienda.
-¡Andáte! -Gritó llorando.
Tomé mi bolso y salí de la casa sin rumbo fijo, la noche estaba helada y muy obscura, la verdad es que tenía miedo de caminar a esas alturas de la noche; mi barrio no se caracterizaba por ser el mejor, porque hacía poco la droga había tomado el control del sector.
Pensé en ir a la casa del Rucio Desabrido, pero luego me acordé que le había pegado hace unos meses atrás y dudo que me recibiera.
No tenía idea que hacer, se me pasó por la mente el dormir en una plaza, pero como hacía frío, me iba a morir congelado.
Caminé por las calles, deambulando de un lado para el otro; la noche a veces es tu mejor aliada para pensar, le puedes contar todo, tus peores secretos y ella te escucha sin criticarte, amaba la noche por eso; siempre le contaba todo, absolutamente todo, ella fue la primera que supo que yo soy gay. Creo que la noche era mi mejor amiga.
Me detuve en la puerta del colegio y vi si estaba el cuidador en la casita que le tenían para que el viviera con su familia allí, pero las luces estaban apagadas.
-¡Don Jaime! -Grité. -No me importaba despertarlo. -¡Don Jaime! -Insistí.
Se encendió la luz y vi que salió a recibirme.
-¿Enrique? -Preguntó extrañado. -Qué haces aquí a esta hora de la noche.
-Mi Mamá me corrió de la casa. ´-Le confesé.
-¿Qué? -Dijo abriendo el portón del colegio.
-Sí, mi Mamá me echó de la casa.
-¿Y por qué te hizo eso? -Me preguntó haciéndome un gesto con la mano para que yo entrara.
-Prefiero no decirlo -Le dije. -¿Puedo quedarme aquí, al menos por esta noche? -Le supliqué.
-Bueno, te puedes quedar, pero sólo por esta noche. Mañana tendrás que buscarte otro lugar.
-Gracias Don Jaime, me salvó de no dormir en la calle.
El cuidador cerró el portón y me invitó a su casa. Él vivía sólo en esa casita, hacía ya cuarenta años que él era el cuidador del colegio y todos, al menos yo, le teníamos mucho cariño y él a nosotros también.
Recordé mi primer día de clases, yo entraba a Kinder y mi Mamá me había dejado en la puerta del colegio, yo no quería entrar y lloraba porque me daba miedo quedarme solo. Mi Mamá me dijo que no tenía que llorar porque iba a estar con más niños de mi edad y que iba a jugar con ellos.
Pero aún así yo tenía miedo y recuerdo que Don Jaime llegó a mi lado y me dio un dulce.
Desde ese día él y yo eramos amigos.
-Bien, me vas a contar qué pasó. -Me dijo sentándose en una silla e invitándome a sentarme en otra.
-Es que no sé como va a reaccionar usted. -Le dije mirando a la mesa.
-Enrique. -Me dijo. -Tú eres un niño problema, pero no tanto como para que hayas hecho algo tan malo como para que tu Mamá te corriera de su casa. Tú siempre te has preocupado de ella. -dijo encendiendo un cigarro.
-Bueno, al parecer el saber que soy Gay no le agrado en lo más mínimo.
-¡Ah! -Le contaste.
Don Jaime era a la única persona a quién yo le había contado mi secreto.
-Sí. Le conté, más bien; le contaron. -Le dije.
-¿Pero alguien sabía de eso? -Se paró de la silla para servir café. -¿Quieres? -Me preguntó.
-Sí, gracias. -Le respondí. -Sí, alguien más sabía.
-¿Y quién? -Me miró curioso.
-Alfonso. -Le confesé. -Ese conchadesumadre le contó.
-Ah, ese niño delincuente, no me extraña la verdad. -Me pasó la taza de café.
Se sentó a la mesa y seguí contándole lo que pasó después. A Don Jaime lo consideraba como mi Papá, él siempre estuvo a mi lado cada vez que yo estaba triste, mi vida no fue muy buena, por eso casi siempre tenía problemas y él estaba allí para apoyarme.
-Bien Enrique. Hora de dormir. Mañana puedes ir a clases desde acá, y lo bueno que te puedes levantar tarde. -Se rió.
-¡Gracias Don Jaime! -Me levanté a darle un abrazo. Le agradezco por darme alojamiento por esta noche.
-Por nada. No tienes porque agradecer. Acuéstate que ya es tarde.
A la mañana siguiente, desperté y Don Jaime tenía el desayuno listo.
-Ven, siéntate. Tengo huevos revueltos con tostadas, come algo. -Me dijo.
-Gracias. -Me senté a comer y estaban realmente exquisitos.
-Apúrate que falta poco para que comiencen las clases.
Comí lo más rápido que pude y me fui a la sala de clases.
-Chao Don Jaime, me voy a clases. -Le dije dándole un fuerte abrazo.
-¡Ya, apúrate! -Me dijo.
Aún que suene extraño, pero ese día estaba muy contento, me sentía muy cómodo al estar con Don Jaime y poder contarle mis problemas.
Entré a la sala y estaban casi todos adentro, incluso Alfonso. Traté de no mirarlo y caminé hasta mi asiento. De pronto se escuchaban unas risas y todos me miraban y cuchicheaban entre sí, el miedo se apoderó de mi.
-¡Maricón! ¡Maricón! -Gritaron todos abalanzándose sobre mi.
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El mino del colegio
Teen FictionEnrique es un adolescente tipico, como cualquier otro. Pero se da cuenta que su sexualidad no era la tipica de sus amigos.... Enrique se da cuenta de que es Gay y nos cuenta su historia y su vivencia al convertirse de un niño a un hombre.