Alfonso me agarró del cuello y me tiró a la pared. Tenía los ojos inyectados en sangre, parecía un loco. Sacó un cuchillo y me lo puso en el cuello.
Cagué. Pensé.
-¡Mira pendejo, te lo digo ahora y no te lo volveré a decir! –Dijo Alfonso con la navaja en mi cuello a punto de cortarme. – ¡A la Mamá se le respeta, ¿me oíste?!
-¡Weón, suéltame! –Exclamé, rogándole. – ¡Me duele! –Vociferé.
-¡Di conmigo! –Dijo sacando el cuchillo de mi cuello y tomándome del pelo. –Nunca más diré algo malo de mi Mamá. ¡Repítelo! –Me gritó Alfonso enfurecido.
-¡Ya, sí, sí! –Dije casi llorando y con el corazón acelerado.
-¡Dilo, maricón! –Exclamó con furia.
–“Nunca más diré algo malo de mi Mamá”. –Repetí.
Alfonso me soltó y guardó el cuchillo en su bolsillo mirando para todos lados.
-¡¿Qué te pasa, loco de mierda?! –Le reclamé.
Alfonso me mira a los ojos, pero esta vez su mirada no era de furia, más bien era una mirada de disculpas o arrepentimiento.
-Perdóname Pendejo –Lo dijo bajando la mirada.
-¡¿Qué te perdone?! ¡Pero si casi me matas! –Le dije escupiendo las palabras y con el corazón aún palpitando a mil por hora.
-Por favor Pendejo. Te lo pido, no quise hacer eso –Alfonso se veía realmente arrepentido.
-¿Por qué reacciónate así? Pensé que éramos amigos -Le recriminé.
-Algún día te contaré la historia Pendejo –Alfonso me abrazo. –De verdad te pido disculpas.
Quise separarme de él, pero su abrazo era tan cálido, que deseaba besar sus hermosos labios, besarlos y no soltarlos más.
-Está bien Alfonso, no te preocupes. –Le dije al oído. Mi respiración comenzó a agitarse y comencé a ponerme nervioso. Anhelaba tanto fundir mi cuerpo con el de él, quería que ese abrazo fuese eterno.
-¡Ya, Mariconcito! –Le dije empujándolo. –Vamos a buscar a mi vieja.
-Vamos. –Dijo Alfonso dándome unos golpecitos en la espalda.
Caminamos con Alfonso por la calle y mientras él sacó un cigarro y lo prendió. Se veía tan rico el weón fumando. Me calentaba tanto ese mino, a toda costa quería que el fuese mío. Pero era imposible, ya que a simple vista Alfonso era heterosexual y así lo hacía notar él.
A lo lejos se escuchaba a mi Mamá gritar y rogar por vino, me sentía realmente avergonzado de la situación. Quería salir arrancando de ahí y olvidarme de todo.
-¡Mamá! –Grité. Mi Madre dejó por un momento el berrinche y se dio la vuelta.
-Enrique –Dijo. -¿Qué haces aquí? Deberías de estar en el colegio –Me regañó.
-El Director López me dio permiso para venir a verte -Le dije. -Más bien, vine a buscarte para irnos a la casa.
-¡No! -Exclamó mi Mamá. -Necesito comprar una botella de vino.
-Mamá, no hay plata para comprar vino. -Miré a los ojos a mi madre.
-¡Mentira! -Gritó con todas sus fuerzas. -¡Eso es mentira, estás mintiendo mocoso! -Se abalanzó a mi para golpearme.
En eso se interpone Alfonso entre mi Madre y yo, para evitar que ella me golpeara.
-Lo siento señora. No permitiré que golpee a su hijo. -Dijo Alfonso con voz autoritaria y tomando de las muñecas a mi Mamá.
-¿¡Pero quién mierda eres tú niñito!? -Gritó mi Madre tratando de zafarse de Alfonso.
-Cálmese señora y podremos hablar. -Alfonso miraba a mi Madre y me miraba de reojo a mi.
-Suelta a mi Mamá Alfonso. -Dije resignado y cabizbajo.
Alfonso soltó a mi Mamá y ella cayó al suelo.
-Vamos Mamá, tengo escondida una botella de vino en la casa -Le dije levantándola del suelo. -Si me acompañas te la entregaré.
-¡Gracias, hijo, gracias hijito, tú si que eres un buen hijo! -Exclamó riéndose
-Enrique, ¿Quieres que te acompañe? -Me dijo alfonso con una evidente pena en su rostro.
-No. -Le dije. -No es necesario que me acompañes.
-Pero quiero hacerlo, no tengo nada que hacer -Dijo Alfonso con seguridad, casi como si me diera una orden. -Tu Vieja está ebria y está un poco violenta.
Alfonso me dijo eso y yo morí de felicidad, este mino me confundía cada vez más. No sabía cuales eran las verdaderas intenciones de ese hombre; no sabía si era su amigo o tenía otras intenciones, francamente quería que tuviese otras intenciones.
-Bien, acompáñame -Le dije con una sonrisa dibujada en mi rostro.
Llegamos los tres a mi casa y estaba toda sucia, mi Madre no había realizado las labores hogareñas y en realidad, en el fondo; la entendía, porque mi padre se había ido a Antofagasta el día anterior y mi madre al menos estaba ebria dos días seguidos después de la ausencia de mi Papá.
Mi Mamá ni siquiera se acordó de la botella de vino prometida por mi, fue directamente a su habitación y se quedó dormida.
Fui a sacarle los zapatos y taparla con las sábanas y me quede un rato a su lado mientras se dormía.
-Hijo. -Dijo mi Mamá. -¡Hijo, perdóname, sé que lo que hago está mal; pero no puedo evitarlo!
-No te preocupes Mamá, sólo duérmete y descansa. -Le dije acariciando su cabeza.
No sé cuanto tiempo habrá pasado exactamente, pero en cuanto mi Madre se quedó dormida, salí de la habitación y Alfonso tenía la Loza lavada y estaba barriendo.
-Qué estás haciendo. -Le dije impresionado.
-Nada Pendejo, sólo te estoy ayudando con esto, ¿O piensas que te iba a dejar hacer todo esto solo? -Alfonso me cerró un ojo.
Oh, eso me derritió y me puse rojo.
-¿Qué pasa? Te pusiste rojo. -Alfonso se acerco peligrosamente a mi. -¿Te dio vergüenza Pendejo?
-Estás cagado de la cabeza -Le dije para pasar desapercibido. -¿Te sirvo una copa de vino en modo de agradecimiento? -Le dije mientras me dirigía a buscar la botella de vino que tenía escondida bajo el lavaplatos detrás de los detergentes.
-¡Ya poh! -Dijo Alfonso sentándose en la mesa.
Puse dos copas de vino y las serví. Me senté junto a Alfonso. La verdad es que me senté muy junto a Él.
-Pendejo -Dijo Alfonso dándole un sorbo a la copa casi vaciándola. -¿Te acuerdas que te había dicho que te iba a contar porque reaccioné así contigo?
-Sí. Dijiste que me lo ibas a contar-Le dije bebiendo la copa casi por completo.
-Bueno. -Alfonso se sirvió otra copa de vino. -Yo no crecí con mi Mamá; en realidad yo no me crié con ninguno de mis padres. -Dijo casi al borde del llanto y con la mirada perdida. -Fue muy duro para mi, yo me crié en hogares de menores. En muchos la verdad. -Alfonso se tomó su segunda copa de vino e iba por la tercera.
-Entonces me prometí a mi mismo que iba a respetar siempre a las mujeres. -Dijo en modo de confesión. -Por eso te pido perdón nuevamente. -Alfonso se paró de la silla y me abrazó.
La verdad no sé que pasó por mi mente y tomé a Alfonso de la cara y le di un beso en la boca. Alfonsó me empujó con tal fuerza que botó al suelo.
-¡Pero que mierda te pasa pendejo! -Exclamó con furia. Se abalanzó sobre mi y empuño su mano en dirección a mi rosto.
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El mino del colegio
Dla nastolatkówEnrique es un adolescente tipico, como cualquier otro. Pero se da cuenta que su sexualidad no era la tipica de sus amigos.... Enrique se da cuenta de que es Gay y nos cuenta su historia y su vivencia al convertirse de un niño a un hombre.