Como una flor

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Ella era bonita como una flor, tanto que daban ganas de llorar al mirarla. 

Con su vestido blanco andaba por la playa. El viento hacía ondear su cabello y ella me miraba de soslayo, como retándome a acercarme. 

Habíamos dejado su coche unos metros más atrás. Ella conducía como si la muerte no existiera, y yo la acompañaba como si creyera lo mismo. 

De pronto pegó un volantazo y salimos de la carretera. Campo a través, acabamos llegando a la playa, y una vez el coche se detuvo, bajó corriendo de este hasta que sus pies tocaron el agua del mar. Y allí se quedó, quieta, mirando como las olas mojaban su precioso vestido, pero sin que eso le importara demasiado. 

Yo salí del coche tras ella y me quedé unos metros más atrás, simplemente apreciando la escena, como quien ve una noche estrellada y se queda absorto, solo mirando, aguantando la respiración incluso. 

Ella se giró y me vio ahí plantado, observándola. Hizo un pequeño gesto con la mano, y no necesité nada más para acercarme a ella

Recovecos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora