Un paseo por el bosque de las marionetas malditas

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Las tinieblas dominaban el bosque, la noche no tenía luna y el hulular de los búhos era acallado por el tarareo incesante del borracho que guiaba ciegamente al grupo.

-¿por qué mierda aceptamos esto como mapa?- preguntó Wolver, oculto por las tinieblas del bosque nocturno.

-No me preguntes a mí, yo sólo llevo la linterna- comentó Winston- Ignis fué el que aceptó.

-Miren, lo siento, no quería molestar al padre Agustín, el viejo me cayó mejor que Lorenze y, si soy honesto, pensé que el condenado cementerio estaría más cerca del pueblo- explicó el mago.

-Que se joda el padre, su comodidad no importa ahora que estamos perdidos en el bosque de los muertos vivientes- se quejó Wolver- su "mapa" parece hecho por un niño de tres años con cataratas.

-Y con los dedos rotos- agregó Lukisi- yo podría hacer uno mejor con los ojos vendados.

-Yo podría hacer uno mejor sin ojos- continuó el semi-orco.

-Ignis, ignorando los comentarios perturvadores, debo admitir que Wolver tiene un punto, la gratitud del padre Agustín no nos es de especial ayuda al cazar fantasmas, un mapa si- dijo el minotauro.

-De nuevo, lo siento, pero no comprendo por qué harían el cementerio tan lejos y sin sendero- contestó Drake- ahora, guarden silencio, que soy corto de vista y no es fácil leer un mapa abstracto en el bosque tenebroso.

El resto bajó la voz, pero continuó platicando mientras el mago ajustaba sus lentes de lectura.

-¿donde está la enana?- preguntó el semi-orco.

-¿Friga? No se, probablemente acechando entre los árboles. Sus piesotes son más silenciosos de lo que esperaría- teorizó el elfo.

-Es Frilda, y debe ser todo ese pelo, pies más acolchados, pies más sigilosos- concluyó el minotauro.

-Wolver, acaso estás... ¿temblando?- dijo Lukisi.

-¿Yo? Yo no tiemblo, sólo me mantengo en calor.

-Creo que tienes miedo, el verde se te ve un poco pálido- contestó el elfo.

-¿pero a que le tendría miedo alguien como tu?- se preguntó Winston.

-No les importa, ni les incumbe- dijo secamente el semi-orco.

-porfavooor, te debo un favor si me dices- dijo el elfo.

-Yo también- se incluyó en minotauro.

-¿prometen no decirle a nadie y deberme un favor?

-Por nuestras vidas- dijeron en sincronización.

-No pedí eso, pero mejor. Verán, nada me causa miedo, sólo... desconfianza, las marionetas me disgustan especialmente, son grotescas.

Los otros dos miraron al gigante verde con caras de confusión y sorpresa, se esperaban miedo a los dragones, los ghouls o los mindflayers, pero no a algo tan mundano como las marionetas. Se limitaron a sonreír y contener la risa por miedo a la furia del temible semi-orco.

-Eso es totalmente respetable- dijeron sincronizados de nuevo.

-Y... ¿ustedes creen que podría haber algún tipo de muñeco o marioneta en este bosque?

-Seguro- dijo Lukisi.

-No esperaría que hubieran marionetas naturales en un bosque, pero todo es posible, supongo- dijo Winston.

Wolver sintió una especie de susurro en su oído y se detuvo, dejando que los otros continuaran. El susurro extraño lentamente se convirtió en una voz siniestra se escuchó entre los árboles torcidos. Wolver nunca había visto a una bruja, pero se imaginaba que así se sonaría una.

-Los pueblerinos cuentan que una niña se perdió en el bosque junto a una muñeca de porcelana, en la oscuridad, la pequeña cayó en el río, y su frágil cuerpo se rompió contra las piedras, ahora su alma merodea entre los robles de este viejo bosque, pero sin carne ni huesos, atrapada en el cuerpo de la muñeca.

Un grito desgarrador que sonaba como una mujer siendo descuartizada por alguna bestia oscura dominó el ambiente. Wolver sintió que su corazón paraba cuando sintió una voz aguda a su lado, había sido la pequeña Frilda todo este tiempo.

-Pero no te enojes, sólo es una historia y los pueblerinos por aquí son muy estúpidos- dijo la mediana mientras corría a investigar el grito.

Frilda se acercó temerosa, pero se decepcionó al ver que los chillidos venían de un bulto redondo, que se encontraba tirado en el suelo frente a una alta pared de piedra, a su izquierda había un grueso portón metálico con dos estatuas de piedra que representaban caballeros. Habían llegado al cementerio, y ese bulto era su supuesto guía.

Alrededor del dolorido héroe se encontraban sus otros tres compañeros. Ignis tapaba su cara en total decepción, Winston tenía los brazos cruzados y Lukisi calentaba para saltar el muro.

-Ahhh, me rompí la pierna, tendrán que seguir ustedes sin mi, compañeros, y después venir a recogerme- se lamentaba el borracho con movimientos exagerados y teatrales. En realidad sólo tenía un rasguño leve en el tobillo.

El "lider" había intentado y fallado al saltar la pared de piedra. Frilda se mantuvo lejos de la conmoción, tratando de idear una forma de entrar. Wolver llegó y observó el absurdo espectáculo.

-No insistan, sólo sería un estorbo.

-¿Podemos matarlo?- preguntó- es muy molesto y podríamos culpar a los fantasmas.

Una enorme mano se apoyó en su hombro, era fría y dura como la piedra.

El semi-orco observó a sus compañeros, lo cuales miraban con horror a algo mucho más alto que el.
Una voz igual de pétrea se elevó detrás de el.

-Ustedes. No. Bienvenidos. Nosotros. Matarlos.

Wolver logró darse vuelta. Era una de las enormes estatuas de la entrada. Sus ojos sin pupila posados fijamente en el.

Drake: Aventuras Peculiarmente ImperfectasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora