Capitulo 2. El favor.

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Entre sueños y esperanzas de poder seguir durmiendo, Alex escucha la alarma en el móvil, es hora de levantarse. 

Torpemente levanta la sonora persiana y abre las escurridizas y ligeras ventanas de su cuarto. Se sienta en el borde de su cama y comienza a revisar todos los mensajes que le habian dejado sus amigas la noche anterior. Entre los mensajes está el de su madre. 

Alex es perezosa por naturaleza, y solo en pensar que tiene que ir hasta el centro de la ciudad para llevar unos papeles, se siente agotada. Se tira otra vez en la cama, mirando por la ventana, cómo una mosca quiere entrar a su habitación, pero no puede. Se levanta y se dirige al baño, se desmaquilla del día anterior, se asea y se cambia de ropa. Unos pantalones vaqueros negros, una camiseta básica y una chaqueta vaquera. A continuación, se vuelve a maquillar decentemente, ya que nunca sale de casa sin hacerse al menos la raya del ojo.

Son las 11:56 de la mañana, y los papeles tienen que estar entregados antes de la 1:00pm. Coge su bolso y se asegura de que esté el telefono, el reproductor de música, el pase para el tren y cómo no, las llaves de casa. Llama al ascensor, y para colmo está ocupado, así que decide ser un poco deportista durante el día y baja las escaleras. 

Una vez en la calle se dirige hacia el tren, con el bono de viajes bailandole en la mano, y un cigarro en el bolsillo de la chaqueta, en caso de que tenga que esperar al tren. Y cómo era de esperar... Pierde el tren. Siete minutos de espera, que con su amigo el cigarro se van volando, se queda de pie, en medio del andén, mirando al infinito, fijandose de vez en cuando en la cuanta atrás de la llegada de su tren, impaciente por deshacerse ya de esos papeles, total, las clases de los viernes, no eran muy productivas ni captaban su interés, clases de relleno, que ella les llamaba.

Llegó el tren. Todos los asientos estaban ocupados -¡Cómo no!-, y se colocó de pie, al lado de la puerta del tren, agarrada a la barra intentado manejar el equilibrio con el balanceo del tren con las vias, recordando los movimientos que aprendió cuando era pequeña en clases de equitación 'Sé parte del caballo', en este caso, el metro era el caballo.

Tras diecisiete minutos de trayecto, y el pie derecho dormido, salió del tren. Las 12:25am. Aún tenia tiempo para dejar los papeles, ya que las oficinas donde tenía que dejarlos estaban apenas a 500 metros de la estación.

Cogió su reproductor de música mientras esperaba a que las escaleras mecánicas hicieran su trabajo, y puso la canción más alegre que tenía en la lista de reproducción 'One Woman Army', subió el volumen al máximo, y salió a la superficie de la Gran Vía.

Tras patear tres minutos tranquilamente y esquivar unas cuantas personas absortas en el móvil mientras se fumaba un cigarro, por fin llegó a su destino. Era un edificio bastante pintoresco, por así decirlo. Alex, aseguró su bandolera en el pecho, se atusó el pelo, y se adentró en el edificio, buscando torpemente el ascensor. 

Mientras esperaba impaciente por entregar de una vez los malditos papeles se encontró de frente al querer entrar al ascensor con un chico trajeado y con un maletin colgando del hombro derecho. Se asustó por que entre el ascensor y la pared del rellano había escasamente un metro. Se metió en el ascensor y pulsó el botón de la cuarta planta. Se miraba en el espejo del ascensor, intentando verse algo elegante, aunque con la ropa que llevaba, eso iba a ser un tanto complicado. 

El ascensor se paró y las puertas un poco viejas se abrieron ante ella. Salió al vestíbulo de la planta, y se adentró en un piso que tenía una puerta muy ancha abierta. El suelo estaba cubierto por una alfombra de tonos marrones y rojos. Había decenas de puertas. Alex se sentía bastante perdida. No sabía a que puerta debía llamar, así que fue cartel por cartel leyendo si era la oficina que estaba buscando.

Encontró una puerta al final de un pasillo, con una cámara de seguridad en la parte izquierda de la puerta. Leyó el cartel 'Sanz, S.A'.  El nombre coincidía con la referencia que le habían dado. Asi que se colocó la chaqueta y llamó a la puerta.

Alexandra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora