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PROBLEMAS EN
EL PARAÍSO

Al fin Astrid había dejado su orgullo de lado para acercarse y hablar con Hiccup

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Al fin Astrid había dejado su orgullo de lado para acercarse y hablar con Hiccup. Lástima que no salió como ninguno de los dos esperaba; con algunos comentarios hirientes y palabrotas de las que Hiccup en su inocencia desconocía. Qué bueno que Mérida estaba para explicarle.

—Asi que... ¿Problemas en el paraíso?

El castaño suspiró abatido mientras revolvía su cabello. Mérida e Hiccup estaban en el valle de Punta Cuervo, y Chimuelo les acompañaba discretamente, distrayendose con lo que viese.

—Ni que lo digas.

Mérida miraba al castaño con un rostro carente de emoción, perdida en sus pensamientos. Hiccup lo notó y chasqueó los dedos frente a ella, llamando la atención de la pelirroja.

—¿En qué pensabas?

—En que tengo hambre —respondió tajante.

—Sí, tú siempre tienes hambre —secundó su amigo divertido—. Oye, tengo que alimentar a los dragones, ¿me acompañas?

—¿No te importa que me vea tu padre, Bocón o Astrid? —inquirió en tono indiferente.

—¿A ti sí?

—Nunca lo hizo. Andando, Haddock.

Pronto ambos amigos estuvieron camino a la aldea, especificamente a la arena, donde los dragones normalmente descansaban. Paseándose por el medio del pueblo como si nada, jugando y riendo como buenos amigos, ambos captaron la atención de la mayoría. Pero Hiccup tanto como Mérida disfrutaron de ella, satisfechos con el hacer algo totalmente diferente y presumirlo a todos.

Llegaron a la arena, donde los dragones descansaban o hasta jugaban. Hiccup se apresuró a ir por un canasto con la comida de las grandes bestias, dejando a Mérida sola unos pocos minutos. Al volver los bebés Nadders fueron los primeros en lanzarse a él, deseosos de una buena comida. Hiccup no tardó en alimentarlos y de paso, mimarlos un poco. Acarició a los bebés y levantó la vista para ver qué hacía Mérida.

Para su sorpresa, la pelirroja acariciaba a un Nadder ya mayor, con una diminuta sonrisa asomando en el rostro de la DunBroch. Ella ladeó el rostro y vio a Hiccup con sus ojos esmeralda sobre ella, y le regaló una bella sonrisa, que Hiccup no pudo evitar corresponder.

Cuando el vikingo terminó de alimentar a los dragones restantes, se acercó a Mérida, que seguía acariciando al Nadder.

—Se llama Kai —murmuró Hiccup.

—Mhm... Tiene bonitos colores.

—No lo digas en voz alta, los Nadder son extremadamente arrogantes —informó el castaño con una sonrisa socarrona.

—Ya me lo imagino —repuso Mérida de forma irónica.

Ambos rieron al unisono.

—¿Sabes? Lo estuve pensando, y creo que esta es mi oportunidad —soltó ella de la nada, ganando una mirada extrañada de parte del Haddock.

—¿A qué te refieres?

—El barco, DunBroch... Salir de aquí —musitó con la mirada baja—. ¡La oportunidad que tanto anhelé está frente a mí y yo estoy dudando en tomarla!

El corazón de Hiccup dió un vuelco al oír esas palabras. No lo negaría, no quería que se fuera. Era su amiga, y aunque si fuese Patán, los gemelos o Patapez los que tuvieran que irse, no los extrañaría como estaba seguro la extrañaría a ella.

—¿Te irás entonces? —se atrevió a preguntar, teniendo de su respuesta.

—Sí, estoy segura —asintió con una pequeña sonrisa de entusiasmo—. Es decir, podré...

—¿Nos vas a dejar?

Mérida supo que ese "nos" más bien era un "me". Se la vio desorientada unos segundos, y lo único que atinó a hacer fue a responder con otra pregunta.

—Hiccup, ¿si tuvieses la oportunidad de cambiar tu destino, no lo harías?

—No si eso implica dejar a mis amigos y familia atrás —repuso él frunciendo el ceño.

Ella parpadeó, confusa.

—Tu mejor que nadie sabe que lo que más quiero es abandonar este lugar —espetó incrédula.

—Pero eso fue antes de mí.

—No hagas esto —casi suplicó la pelirroja.

—¿N-no haga qué? —exclamó él—. Mérida, ya no estás sola, no tienes por qué irte.

—Hiccup, nunca pertenecí a este lugar, la vida que aquí tengo no es la que yo quiero —explicó lentamente—. Quiero un destino diferente. Tú ya eres alguien, es decir ¡Hiccup Haddock, el primer amo de dragones! Ya hiciste tú camino y tomaste decisiones, ahora quiero tomar las mías.

—No puedes irte —No fue intensión sonar tan autoritario.

La pelirroja frunció el ceño y sus mejillas se volvieron rojas de la furia.

—¡No eres nadie para decirme qué hacer! —discutió furiosa.

—Soy tu amigo.

—Nunca necesité uno.

—¿Por eso soy el único?

Hubo un momento de silencio donde el ambiente estaba cargado de una tensión que hasta Astrid podría cortar con su hacha. Ambos muchachos se fulminaban con la mirada, con sus manos hechas puños.

—No podrás hacer nada para detenerme. ¡Me largo de esta maldita isla! —gritó colérica lista para salir, pero Hiccup la tomó del brazo, dispuesta a seguir la disputa.

—Mérida...

—¡No soy uno de tus estúpidos dragones, Hiccup! —bramó soltándose del agarre—. Tus tontos truquitos no funcionan conmigo y no hay nada que me haga cambiar de opinión. Mucho menos ahora.

Dicho todo, la pelirroja se marchó de allí con grandes y fuertes zancadas, lejos del muchacho que tenía la mirada perdida en la salida por donde la DunBroch se había ido.




INDOMABLE ━━ mericcupDonde viven las historias. Descúbrelo ahora