4. El almacén del tiempo

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–¿Te gustaría descansar? O ¿Prefieres que continuemos? –pregunta el muchacho al ver como Camila avanza a su lado cabizbaja y manteniendo su reloj fuertemente aferrado a su pecho todavía. Ella sin pronunciar palabra alguna niega con la cabeza por lo que el muchacho solo atina a continuar con su camino.

Aún cuando no lo hiciera mención, él entendía lo que la joven a su lado podría estar sintiendo. También fue difícil para él.

Por su parte, a Camila comenzaba a pesarle el silencio porque la hacía sumergirse en pensamientos que no quería tener. En ideas pesimistas que sentía que la sumergían en un estado de depresión en el cual no quería estar. Se había convencido de que debía ser positiva por años como para derrumbarse justo ahora.

–A donde vamos, ¿es el lugar al que debo llevar el reloj?

–No. Aún debemos ir a otros sitios primero.

–¿Y a dónde vamos?

–A liberar tu almacén. –Ella lo miró con extrañeza. ¿Por qué habría de tener ella un almacén allí? Tal vez había escuchado mal.

Nuevamente se detuvieron ante una puerta, ésta vez metálica, con herrería como el de las casas antiguas y Camila la miró fascinada, hasta que en la parte superior leyó su nombre en una placa forjada y eso la sorprendió.

Vio que el muchacho hacía uso de la manija de la puerta y al abrirla, la invitó a ingresar antes que él y fue entonces que ella dudó. Lo ocasión anterior, cuando entró en el salón de los relojes, el muchacho también le había abierto la puerta para dejarla ingresar primero y no había habido problema, pero en ésta ocasión, temió por lo que podría encontrarse al interior. El vacío en su estómago la ayudaba a mantenerse inmóvil y el muchacho al notar aquello le dijo:

–He estado bastantes ocasiones en ésta habitación por lo que puedo asegurarte que lo que hay en su interior va a... sorprenderte. –Camila despegó su vista de él para mirar de nueva cuenta hacia el interior de aquel espacio del cual no conseguía distinguir nada, solo una luz blanca y brillante a través de la cual no podía mirar. Intentó dar un paso al frente sin embargo se acobardó y lo regresó, aferrando su reloj con fuerza contra sí.

–No puedo. –Murmuró más para sí que para que aquel muchacho la escuchara, sin embargo lo hizo, por lo que pasando a su lado se colocó en el umbral, girándose hacia ella para extenderle su mano una vez más.

Camila dudó al ver aquella mano apenas un instante antes de tomarla y dejarse llevar, lentamente, hacia el interior de aquella habitación, cerrando los ojos con fuerza al cruzar el umbral.

Lo primero que percibió al entrar fue un familiar aroma a galletas.

Abrió los ojos lentamente, temiendo mirar, hasta que ambas orbes, abiertas completamente captaron la imagen que se presentaba enfrente, consiguiendo, en efecto, sorprenderla.

Un cuarto, de mediano tamaño, cuyas paredes pintadas de un lila muy tenue, con detalles y cenefas en blanco se presentaba ante ella y le otorgaba una sensación de familiaridad, aún cuando era consciente de que jamás había estado allí.

–Puedes mirar cuanto desees, –escuchó la voz de su acompañante y por ello dejó la contemplación de lado para mirarlo– ...tomarte el tiempo que necesites, pero solo puedes conservar una cosa de lo que encuentres aquí.

–¿Una cosa? –Repitió para sí, como asimilando la información.

–Sí. Una cosa.

–¿Pasará algo con lo demás? –preguntó invadida por una consternación repentina.

MEMENTO MORIWhere stories live. Discover now