7. El salón de las dos puertas

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–Esto es a lo que me refería con la palabra salón.

El enorme espacio de fino decorado no ofrecía demasiados muebles, tan solo un sillón estilo victoriano de tres cuerpos a la izquierda de la puerta con una mesa de centro a juego. Un exuberante candelabro colgaba del techo y en medio del salón dos puertas de caoba talladas con elegantes motivos descansaban, las cuales, al rodearlas, parecían no conducir a nada, como si fuesen solo dos puertas en exhibición. En medio de ellas, un pedestal.

La joven por instantes quedó enmudecida, en su estómago percibía ansiedad. Lo presentía, ese era el final de su recorrido.

–Es aquí donde debo entregar mi reloj. –afirmó y el muchacho asintiendo con un leve movimiento de cabeza se lo confirmó.

Lo que la joven no entendía era el por qué de que hubiesen dos puertas en el medio del sitio y temió preguntar.

–¿Qué debo hacer ahora? –cuestionó después de unos instantes.

–Debes colocar tu reloj en el soporte que está encima de ese pedestal. –Señaló–. Pero antes, debes tomar una decisión importante. –Eso tomó por sorpresa a la joven, y su ansiedad incrementó al ver como el muchacho, con un movimiento de su mano, la invitaba a sentarse.

–Hay dos puertas en medio del salón, porque puedes elegir entre dos opciones. La primera, te dará el tan anhelado "descanso eterno", y la segunda te llevará de vuelta a la oficina donde leíste tu contrato. Es decir, puedes decidir trascender y concluir tu camino, o bien, como segunda opción, puedes quedarte en éste departamento y desempeñarte el tiempo que tú elijas, pero en el puesto que la Virtud designe para ti. Desde transportar los relojes, hasta colectar objetos como yo lo hice.

–¿Y podría volver a la tierra? –Él asintió.

–Pero sólo podrías ir a donde estarías asignada. En tu caso, si deseas visitar a alguien, tendrías que pedir un permiso especial.

–¿Y es difícil que te den ese permiso?

–No lo sé. Nunca lo pedí. –Él sabía de antemano que en su caso, no estaba permitido.

Camila nuevamente se encontró en una encrucijada. El tener la oportunidad de volver a la tierra y ver a su familia sonaba demasiado tentador sin embargo no era seguro.

–Tuve la sensación de que debí aprender algo importante después de éste viaje que me sirviera para poder tomar mejor mis decisiones, pero entonces me acordé de que ya me morí y que no tiene caso y se me pasó. –Ríe–. No. Ya en serio. Ahora comprendo a qué te referías con lo de "moneda de cambio" cuando me hablaste de tu concepto del tiempo. Cuando vimos mi vida, de las cosas que más me arrepentí fueron aquellas que no hice y de aquellos momentos que me perdí. Fue por esos que quise poder regresar el tiempo. Por eso ahora temo decidirme por una puerta al sentir que dejo ir algo importante con la otra.

–Debes aprender a equilibrar la balanza entre lo necesario y lo importante ya que si permites que se incline hacia cualquiera de las partes, de alguna manera vas a sufrir.

–Eso suena a que no pudieses rectificar el camino.

–Si te queda tiempo sí. ¿Pero cuánto de esa "moneda de cambio" te costó haberte ido por el otro sendero? Por eso dicen que crecer no es sencillo. –Camila descendió su mirada y ambos se mantuvieron en silencio por instantes antes de que él soltara su última reflexión:

–Cuando naces, careces de conceptos como el tiempo así que son otros los que lo definen por ti. Un mes, seis meses, un año, diez, sin embargo, instintivamente cuentas con necesidades bastante importantes, como el apego a tu madre por ejemplo, el cual, irónicamente, después solo concibes como un concepto que no llega a tener relevancia en tu vida. Crees que no lo necesitas. Esto es porque creces, aprendes y desaprendes lo que debes y lo que quieres y es momento de tomar tus propias decisiones. Eres tú el que decide estar en un lugar a cambio de estar en otro, con una persona a cambio de compartir con otra. Estudiar una carrera y no otra y es entonces que el tiempo, como el dinero, se invierte o se gasta. Para que al final, se te paguen los rendimientos adquiridos o se te cobre la factura acumulada.

MEMENTO MORIWhere stories live. Discover now