La puerta se abrió pesadamente y tras cruzar el umbral Camila se sorprendió con lo que se encontró dentro.
A diferencia de las anteriores vistas el salón de los relojes se presentaba más austero, más sobrio, más... vacío.
El espacio era amplio, sí, pero a pesar de las paredes largas y el techo bastante elevado, en el centro del lugar sólo se encontraba un pequeño, casi diminuto escritorio, mucho más sencillo que el anterior visto y tras él, una hermosa niña quien al instante le dio la bienvenida.
–Pasa, adelante. –Invitó.
Al escuchar solo a sus pasos hacer eco en el espacio, se giró buscando al joven que la acompañaba sin conseguir encontrarlo, ni a la puerta por la que había ingresado.
–Descuida, volverás a verlo una vez que terminemos aquí.
Volviendo su mirada al frente, adelantó los pasos que le restaban hasta sentarse en la pequeña silla libre, pudiendo leer en la placa que descansaba sobre su escritorio "Potestad".
–Te voy a explicar qué vamos a hacer ahora. –Por más que la miraba, más creía Camila que aquella pequeña que le hablaba era absolutamente adorable–. Voy a darte un recorrido por los diferentes cuartos que forman parte de éste salón y al final voy a darte aquello por lo que has venido hasta aquí. –Camila asintió. La niña se puso de pie y se encaminó hacia el muro que se encontraba a su izquierda para abrir una puerta que la joven estaba casi segura no estaba allí antes.
Entraron a un sitio que asemejaba un pasillo de maternidad. Avanzaron hasta detenerse junto a un muro cuya mitad superior era ocupada por un vidrio a través del cual se veían enfiladas una serie de incubadoras.
–¿Son bebés?
–No. –Y se adelantó–: Tampoco ángeles o almas, de eso no nos hacemos cargo aquí.
–¿Entonces qué son?
–Relojes
–¿Relojes? –Repitió, y la extrañeza en aquella joven no era de sorprender, ya que al mirar con detenimiento en esas incubadoras sólo podían observarse lo que parecían burbujas de cristal en cuyo interior, flotaba una pequeña luz tornasol.
–Pertenecen a los humanos que están gestándose. –explica– Una vez que nacen, el reloj aparece, la burbuja se rompe y es así como llevamos el reloj a la siguiente habitación.
–Maravilloso.
–Lo es en la mayoría del tiempo. –Es entonces que aquellos hermosos ojos se entristecen mientras desciende la mirada. Al percatarse de ello, Camila sin saber qué decir para confortarla vuelve su vista hacia el cunero para ver, sin preverlo, cómo de manera espontánea, una de aquellas luces implosiona y se consume junto con la burbuja que la resguarda sin dejar rastro alguno detrás.
Una de las personas que cuidan de aquello se percata y, entristecida, comienza a rezar en voz baja.
–Hay algunos relojes que no llegan a la pared. –Escuchó a la pequeña murmurar y Camila comprendió el por qué de aquel lamento–. Mejor continuemos.
Avanzaron en silencio hasta que la joven, invadida por el desconcierto, soltó lo que no había dejado de rondar por su cabeza.
–¿No es demasiada carga para alguien de tu edad? –Y vio que la pequeña damita sonreía divertida.
–Es curioso que tú me preguntes eso cuando no aparentas la edad que tienes en realidad. –responde tomando por sorpresa a la joven quien la mira con expresión de "¿Cómo lo supo?"–. Soy la encargada de lo que a los relojes se refiere, no lo olvides. En cuanto a mí, en tiempo humano, tengo más años de lo que podrías imaginar. No soy como ustedes.
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MEMENTO MORI
FantastiqueDespués de que su vida terminara de manera abrupta, Camila aparece en lo que parece ser ¿¡Una recepción!? Antes de que pueda pasar a donde sea que vaya a ir necesita concluir con un asunto pendiente en compañía de un joven que será su guía en aquel...