Almuerzos

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[Los relatos de las personas complicadas]

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Abrió los ojos suavemente, tratando de enfocar un plano de la habitación donde acostumbraba a dormir los días que se quedaba en Raccoon city. Miró de un lado a otro consultando el reloj sobre la mesa de noche y según el aparato eran casi las diez de la mañana. ¿Por qué diablos no había sonado a tiempo? Como soldado le desagradaba despertar tarde, pero suponía que las escasas horas de sueño esperando a Claire tenían más consecuencias en su cuerpo de lo esperado. Sentía el cuerpo tenso, le dolía horrores la cabeza y los ojos le ardían como el infierno. Chris Redfield maldijo en voz baja levantándose con pesadez de la cama, apartó las cómodas sábanas que odiaba debido al incómodo color rosa que tenía maldiciendo otra vez las extrañas manías de Claire Redfield entre más avanzaban los años. Aun así le agradaba regresar a Raccoon después de dos años.

Abrió la puerta del baño y observó su reflejo en el espejo, encontrándose a un hombre de treinta años cansado ¿Cuándo la pelirroja le daría un descanso? Abrió el grifo del agua y se mojó la cara recordando los retazos de la conversación del día anterior. Apretó los dientes, preguntándose a sí mismo si podía odiar a Claire Redfield a pesar de ser su único pariente vivo.

–Al fin tenemos un poco de paz, Chris. –la rubia Valentine dejó caer la cabeza contra el hombro masculino. La miró de reojo y quiso decir algo aunque Jill continuó hablando ajena a sus propias acciones. –Después de cenar buscaremos a Claire, eso si no topamos con otros idiotas que intenten huir de ella. ¿Es posible algo así compañero?

¿Era posible tener otros encuentros estúpidos gracias a su hermana?

–Por cómo van las cosas es lo más viable... –suspiró irritado e intentó relajarse o volvería a enojarse. –lamentablemente puede suceder lo deseamos o no, Jill.

La rubia meneó su cabeza en señal de descontento.

–Esperaba otra respuesta pero supongo que es inevitable. –admitió Valentine rendida. Cerró los ojos imaginando el posible escenario. –Tal vez debas darme su arma señor Redfield, yo también estaré encantada de mantener en línea a cualquiera que intente hacer algo estúpido otra vez.

Chris sonrió.

–Eso suena bien.

Escuchó un carraspeo que cortó el hilo de la conversación. Valentine sonrió mordaz desviando su mirada hacia la derecha donde al joven teniente Nivans se removió inquieto junto a Helena. Que Chris le siguiera el juego y los ignorara era gratificante e innovador ¿Quién había imaginado al Redfield desquitándose sin compasión? Nadie, ni siquiera ella. O tal vez los años trabajando para el ejército estuvieran pasando factura ante cualquier situación estresante.

El compañero del hombre se encogió de hombros y respiró tratando de encontrar las palabras adecuadas que no alteraran al capitán más de lo necesario. Miró el Martini en su vaso antes de hablar.

–Disculpe señor, me siento algo incómodo llevando dos horas sentado con usted sin dirigirme la palabra. –le dio un trago fuerte a la bebida. Chris carraspeó y él tomó la señal para seguir torpemente su oración. –es decir... ¿podría considerar nuestra presencia al menos? Como disculpa, quiero buscar la manera de acabar con esta tensión o de lo contrario terminaré enloqueciendo.

Helena le sonrió suavemente, asintiendo. Sabía que llevaban las de perder contra dos personajes con personalidades fuertes y resignarse a cualquier sanción sonaba mejor, pese a ser una venganza satisfactoria para ellos.

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⏰ Última actualización: Jul 27, 2019 ⏰

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