Libro en mano

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Ya era tarde, y apenas estaba entrando en la estación del metro para ir a la escuela, ése día tenía examen con el profesor de física -mi peor materia-. Bajé corriendo las escaleras para poder llegar al andén, deseando que el metro llegue pronto.

Camino a lo largo del pasillo para ponerme en el punto dónde sé que las puertas se abrirán. Espero impaciente. Ya han pasado diez minutos y el metro aún no ha pasado. Volteo hacia el túnel del metro, deseando que aparezca, no lo hace. Cuando volteo hacia el otro lado, veo que un chico está parado junto a mí, no lo vi llegar y doy un pequeño salto. Me sonríe, tiene una sonrisa encantadora, es alto, su cabello es de un negro azabache, sus ojos de un café penetrante, y va vestido de manera casual, le sonrío de vuelta. El metro llega.

Al subirme, veo dos asientos juntos, elijo el de la ventanilla -mi favorito-, el chico que vi hace un momento, se sienta a mi lado.

Por alguna razón que desconozco, cuando se sienta, me siento nerviosa, lo miro de reojo y veo que está esbozando una sonrisa y mirándome, volteo hacia él, nuestras miradas se cruzan, vuelvo a mirar hacia la ventanilla rápidamente. ¿Por qué me pone tan nerviosa, si ni siquiera le conozco? Sigue mirándome, lo sé porque siento su mirada. Tengo que preguntarle que tanto me mira.

-¿Te puedo ayudar en algo?- le pregunto con un poco de titubeo en mi voz.

-No, pero me llamo Álex, ¿y tú eres...?- ¿Me acaba de preguntar mi nombre? ¿Pero qué clase de chico es aquél? Ya nadie pregunta el nombre de una chica en un transporte público, ¡y menos en el metro!

-¿Y bien?- no lo había notado, pero me estaba estupefacta y éste estado duro varios segundos. Sacudo mi cabeza y le contesto más brusca de lo que quería.

-Liesel, mi nombre es Liesel, ¿por qué?- subo mi voz varios tonos y meto mi cabello detrás de mí oreja. – Tienes un lindo nombre, mmm…, por nada, curiosidad-. Dice mientras que con sus grandes y penetrantes ojos cafés, mira mis labios.

-Ah-. Es todo lo que consigo contestar. Sigue mirándome los labios y nerviosa, rápidamente finjo estar buscando algo en mi mochila. –Entonces Liesel- dice con una hipnotizante voz-, ¿cuántos años tienes?- ¿Cuántos años tengo? Dejo mi mochila a un lado y lo miro, está bromeando, ¿cierto? ¿Está ligando conmigo? ¿Por qué? Bueno, no es que no sea tan fea, pero, ¿por qué? Sin embargo le contesto.

-17, ¿y tú Álex?- me atrevo a decirle por su nombre.

-19-. Contesta divertido.

-Te ves más joven- le digo, aunque no sea cierto. Se ve perfectamente de su edad.

-¿Sí? Vaya- hay sorpresa en su voz-, es la primera vez que me lo dicen.

-Siempre hay una primera vez-. Le digo, volviendo a fingir que busco algo en mi mochila.

-¿Qué buscas?- ¡Carajo! Tengo que pensar rápido.

-Algo que al parecer dejé en casa-. Le digo sin dejar de revolver las cosas de la mochila.

-Sí, seguro que con la prisa que llevas desviste olvidar algo. Dejo de revolver mi mochila, pero no lo volteo a ver. Pero, ¿qué? ¿Cómo sabe que llevo prisa? Sonríe  al ver mi cara, que seguramente es de sorpresa confundida. – Se nota que llevas prisa por como mirabas hacia el túnel antes que llegara el metro, ponías una cara muy graciosa.- Responde con una sonrisa reprimida en sus labios. Genial, entonces me sonreía por mi estúpida cara. De repente me siento triste, ¿por qué?

-Ya.- respondo secamente. Y tratando de ponerse serio, sin lograrlo, me contesta.

-Ya, lo siento Liesel, pero debiste haber visto tu cara, fue muy gracioso- dice y sin poder más, suelta una carcajada. Lo fulmino con la mirada.

-Vaya, me acabas de conocer y ya te ríes de mi-. Volteo hacia la ventanilla, donde seguimos por los túneles subterráneos del metro. Se calla, giro hacia él,  ha puesto una mirada seria y mira hacia el frente. Veo hacia la ventanilla.

Llegamos a la estación, las puertas se abren, miro discretamente, Álex sigue junto a mí, con la mirada seria que tenía antes de llegar y lo miro fijamente.  Entonces, cuando parpadeo y el tren reanuda la marcha, no es Álex el que está junto a mí, sino una señora con un libro en mano.

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