AFIEBRADOS [Fratt]

I - "El vigor de la mutua enfermedad"

1 – primer capítulo

― ¿Estás seguro de que quieres que me vaya? ―le había preguntado Foggy, o Karen, o cualquiera, realmente ya no lo recordaba muy bien y tampoco no le importaba. Sólo podía mantener el memento de una mano sobando su espalda mientras vaciaba su estómago en el baño de su apartamento, aunque no sin antes bautizar el suelo. ― ¿No prefieres que me quede? Tengo tiempo de sobra para cuidar de mi amigo.

―Por favor, debo verme muy lamentable ―respondió a duras penas el abogado con la cabeza adolorida por la presión sin saber a quién le hablaba― Vuelve mañana, estaré bien. Vete.

Otra oleada de vomito se avecinó por su lengua. Qué raro, realmente pensó que ya no tenía más para dar.

―Trata de no devolver la medicina, está sobre el edredón.

La mano sobre su espalda desapareció y se suponía que Matt debió sentir o escuchar la puerta principal abrirse y cerrarse, pero no lo hizo. La demoledora fiebre que experimentaba estaba haciendo añicos sus sentidos, ¡Sus poderes!, eso junto a cada nervio de su cuerpo. Estaba tan sensible y la textura de su traje no le ayudaba para nada, cada roce que su piel tenía con cada fibra le irritaba hasta tal punto que tuvo que verse obligado a arrancársela: Adiós a los cien que le costó. Matthew estaba hecho un verdadero desastre, luchando por meterse bajo la fría fuente de agua que salía de la regadera. Eso fue un alivio que duró muy poco, tornándose insuficiente para amenizar la marea de sensibilidad que irritaba su estado y lo hacía gemir por tanta incomodidad, bajo la regadera su fiebre pareció ir en aumento; un aumento que no logró entender por qué sucedía si estaba debajo de un maldito chorro de agua gélida.

―Castle ― ¿por qué decía el apellido de ese hijo de...? ¿Por qué su cuerpo recordaba tan vívidamente su toque en esos momentos de afiebrada agonía en los que sólo podía maldecirse por sentir esas crueles e infernales manos amoldando su piel mojada? Dios, debía de salir de esa ducha rápido antes de que sus testículos se tornaran de color azul.

― ¡Ah! ―Matt no pudo retener ese grito atrapado en la prisión de su boca seca al caer sobre la cama, había caminado con mucho cuidado aferrado a la pared hasta dejarse caer sobre lo que sintió como su cama, aunque bueno, también pudo tratarse de la alfombra y se hubiese arrojado de igual forma. Agradezcamos que no fue así y que pudo calmar sus gritos exasperados en el edredón mientras tanteaba el mismo con las yemas de sus dedos en busca de la maldita medicina.

Era un frasco de vidrio que dentro suyo guardaba una solución con sabor a distintas frutas, a Matt no le interesó saber cuál fruta predominaba más en el sabor, él simplemente se bebió un cuarto del contenido y lo dejó con cuidado bajo la cama para intentar recuperar fuerzas y con ellas levantarse a por una muda de ropa para dormir. Pasó al menos un cuarto de hora para intentarlo... Y fracasó tres veces en el intento.

― ¡Dios! ¿Qué hice para merecer esto? ―preguntó el pelirrojo con fastidio afincándose nuevamente de la pared más cercana, sintiendo su cabeza arder y su cuerpo tiritar con alteración. Sus sentidos seguían sin regresar al cien por cien. Era una situación bastante tediosa a la que se tenía que enfrentar en esta ocasión, pero impresionantemente las consecuencias de su enfermedad no eran lo peor de todo; lo que sentía -y no sentía- no superaban al maldito memento por el que pasaba su piel al querer recordar las fuertes y toscas manos del castigador sobre ella. No solamente era su piel, su interior pedía a gritos por ese bastardo que hace tantos meses que se fue, era como si se hubiese amoldado única y exclusivamente para Frank.

Por eso no pudo volver con Claire, ni seguir intentando jugar a la "Pareja-No-Toxica" con Elektra. Ya no tenía cerebro ni paz mental para otra persona; su cuerpo rechazaba cualquier opción que no trajese un cráneo en la camisa.