I.- Las pesadillas continúan

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Las pesadillas continúan

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— ¡Denatris!, ¡Baja ahora o se te hará tarde para la escuela!— Escuché a mi tía gritar desde la parte de abajo de las escaleras.

"Es D, es D"

Cerré el libro dejándolo sobre la mesa de escritorio, la tapa ya estaba desgastada al igual que las esquinas de las hojas. Tomé mi mochila del piso y salí de mi cuarto atravesando el pasillos de las habitaciones, los cuadros de la familia de mis tíos colgaban de la pared blanca de las escaleras, la última, que estaba al final de las escaleras, era del año pasado, donde todos, incluida yo, salíamos sonriendo con el típico fondo azul.

Mis pisadas resonaban en el piso de mármol blanco en tanto entré a la sala, mi cansancio se podía notar a kilómetros, mi cabello era un asco, mechones rojos caían sobre mi cara pálida haciéndome cosquillas en la nariz llena de pecas. El espejo de la sala, que se encontraba sobre el sillón gris, reflejaba todas mis facciones; las ojeras de años sin dormir decentemente, la piel blanca, casi transparente, llena de pecas disimuladas y mi cabello rojo desgastado.

— Vamos Denatris, llegaremos tarde.— Las llaves del auto ya se hallaban en la mano de mi tía, su cabello negro estaba amarrado en una coleta alta perfectamente peinada; siempre esta elegante, es un porte característico de ella.

— Es D, tía.

— Cuando en tu certificado de nacimiento diga solo "D", te llamare así, hasta entonces...— Señalo la puerta de la casa, que ya se encontraba abierta, como si de una reverencia se tratara para que saliera al patio frontal, donde el coche marquis negro esta estacionado. Es el siglo veintiuno y no se porque siguen teniendo ese coche.

— Apúrate, D— Pidge sacó la cabeza por la ventana dejando a flote su cabello danzar con el viento.

Aceleré el paso subiéndome en la parte de atrás del carro, mi tío John se encontraba en el asiento del piloto con el volante enfrente.

— ¿Por qué siempre eres la última en salir, D?— Teo me dio un amistoso codazo en las costillas, le devolví el golpe y en eso el carro arrancó.

— Me entretuve leyendo.

— ¿Cuántas veces has leído ese libro?— preguntó Sally que venía en la cajuela junto con Pidge.

— Como unas... ¿cuatro veces?, más o menos.

— No puedo creer que no te aburras de leerlo.

El carro dio una vuelta a la izquierda sacudiéndose. Estaba arrepintiéndome de no haber tomado café en la mañana, los párpados ya comenzaban a pesarme y no tenía los pensamientos claros.

— Ten— Teo me extendió un vaso térmico con un humeante olor amargo— A mi no me gusta mucho esto.

— Gracias — Lo tomé y le di un largo trago invadiendo mi boca con el líquido caliente y amargo que tanto me gustaba.

— ¿Con qué clase empiezan?— preguntó Pidge mientras limpiaba sus lentes con el final de su blusa negra.

— Ciencias sociales — Respondió Teo.

— Laboratorio de Física.

— Literatura— La voz de Sally se volvió amarga, sabía que esa materia no era su fuerte.

— Educación Física— Conteste pasándome la mano por la cara.

No es que fuera mala en esa materia, para nada, pero era la materia donde Ren y su séquito de idiotas se desquitaban conmigo. Me aventaban balones, o trataban de que me cayera cuando jugábamos fútbol.

Un mundo NuevoWhere stories live. Discover now