21.

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Tenía un mal presentimiento.

Había algo en el aire, algo a lo que rápidamente se estaba adaptando gracias al muchacho que conducía en ese momento con una paz fuera de lo habitual. Más acostumbrado a casi salir volando del pequeño Pikachu –nombre que JaeBum le había puesto a su moto-, el viaje tan decente le inquietaba. Quería preguntar si algo andaba mal, si de nuevo se había accidentado y le habían descompuesto más el vehículo, si le dolían los dedos, si se sentía triste.

Pero como JaeBum no podía guardarse por mucho tiempo al mundo, decidió responderle antes de siquiera abrir la boca. De repente, al llegar al semáforo en rojo, se detuvo junto a una muchacha y le dijo con una gran sonrisa:

—¡¿Quieres hacerte la portabilidad en Tigo?! Si lo haces, tienes una semana entera de llamadas gratis y ¡tres gigas de internet! ¡Tres gigas! ¡Totalmente gratis! —la chica le oía tan atentamente (o estaba tan perdida en su rostro y sus gestos) que pegó un salto cuando los vehículos les empezaron a bocinar para avanzar de una vez, poniendo en marcha su motoneta, cosa que no detuvo a JaeBum, éste avanzando como si nada a su lado y continuando con el mismo entusiasmo—: Las llamadas gratis aplican a cualquier país sin costo adicional...

Después de hacerle firmar los papeles en medio de la calle y darle la famosa portabilidad en minutos (cosa que YoungJae sospechaba que sólo fue porque JaeBum ofreció su propio número para consultas), iban de nuevo camino al instituto, el pelirrosa ahora canturreando alegremente y sólo siendo interrumpido por el "¡¿Qué fue eso?!" repentino del pelinegro que apenas iba saliendo de su estupor.

—Conseguí trabajo en una compañía de telecomunicaciones para poder darte los regalos que mereces. No puedo nutrir este amor sólo con mi rostro y mi portentosa personalidad, a pesar de lo que piensas.

—Yo no...

—Así que hace unos días fui a una entrevista —prosiguió, ignorándolo olímpicamente como solía hacer siempre que presentía que el comentario no aportaría nada a su romance— y tras pasarla me hicieron unas pruebas. Teníamos que venderles productos a los demás, productos falsos, y yo vendí a JinYoung a un muchacho que cuando terminé de hablar se veía bastante fascinado con mi gran capacidad...

—¿Le enseñaste una foto suya?

—Le describí su trasero —estacionó su moto y esperó a que el chico bajara para seguir con su historia antes de que alguno de sus amigos les encontrara e interrumpiera su momento en pareja—. Pasado mañana tengo que ir a un viaje de entrenamiento de la compañía para así saber cómo responderle a los clientes, qué ofrecer, cómo hacerlo y demás, cosa que encuentro absolutamente inútil porque claramente yo tengo un talento innato para tratar con las personas.

Por la cabeza de YoungJae pasó rápidamente la imagen del pelirrosa en el cementerio gritando como una amazona y saltando con cuchillo en mano para atacar.

—Por supuesto...

—Pero mañana voy a viajar ya mañana con mi familia al cumpleaños de una tía —se acercó a una máquina expendedora y eligió su nutritivo desayuno del día—. Afortunadamente es en la misma ciudad, pero desafortunadamente el recorrido puede ser más catastrófico.

—¿Y no por ti? —picó agarrando la cajita con leche de fresa que le extendía y respondiendo con un tímido gesto de agradecimiento.

—Casi —sonrió de lado, llevándose su pajilla a la boca y añadiendo casi malicioso—; por la mujer que me crió.

«Y mi psicólogo me decía que no debía temerle a la llegada de dos JaeBum.»

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pink as my dickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora