CAPÍTULO 1/ 6

20.4K 1.1K 1K
                                    

— ¡Alex, contesta el teléfono, por favor! ¡Hay muchos rodeando la casa, se están matando! ¡Ayúdame! ¡No quiero que ninguno de ellos me reclame!

Nadie respondía.

Su hermana se encontraba lejos del teléfono móvil y tampoco respondía al teléfono de casa.

Ya llevaba metida bajo la cama por una hora escuchando los aullidos fuera de la cabaña en donde se refugiaba, escuchaba golpes, puede que fuera se encontraran unos cuatro licantropos intentando matarse por quien le reclamaría.

Escuchó un fuerte golpe en una de las paredes del piso de abajo. Salió de su escondite teniendo siempre en manos el rifle de caza que le perteneció a su padre. No entendía porque captaron su aroma, su madre le había contado que esa casa se mantenía rodeada de aromas distintos como para no conseguir el aroma que desprendía cuando entraba en celo. Había tapado todos los lados, cada orificio, cerró las ventanas y las puertas con seguro, pero ¿Qué tan capaz sería el licantropo en pie de pasar la propiedad privada?

Otro golpe se escuchó de nuevo en la planta baja.

Kara tragó grueso dando pasos lentos e inseguros hacía la puerta de la habitación. Los ruidos afuera habían terminado, no más aullidos por parte de los licantropos lo que decía que uno venció y se encontraba con ganas de entrar a la cabaña para reclamarle como pareja. Primero ajustó sus gafas con una mano temblorosa antes de abrir la puerta, se asomó por el pasillo de la segunda planta hasta ver en dirección a las escaleras. Salió por completo de la habitación con sus manos sosteniendo el rifle, rifle que removía por culpa de sus manos temblorosas.

Caminó hasta la escalera apuntando con el rifle hacía abajo. Se sorprendió al ver que la puerta se encontraba abierta con los cinco seguros de plata destrozados. Mantuvo la respiración pisando el primer escalón y apuntando con el rifle a los lados; la sala y el marco que llevaba a la cocina. Intentó olfatear, sin embargo, las habilidades que Rao le había conseguido fueron inútiles. Llevaba muchos años sin usarlos, tenía ocho años cuando los dejó de usar porque no quería ser un animal.

Sólo quería ser una humana cualquiera.

Volvió a acomodarse las gafas bajando lentamente por las escaleras, en la sala no se encontraba nadie, pero puede que se encontrara en la cocina. Se detuvo viendo que la luz de la luna roja se asomaba por la puerta abierta, no podía arriesgarse a ser tocada.

— Váyase, por favor. — Habló con voz nerviosa sin dejar de apuntar en esa dirección. — ¡Tengo balas de plata! — Amenazó, está vez, con una voz mucho más fuerte y clara. — Las estoy usando en defensa propia. — Continuó. — ¡Váyase!

No escuchaba nada en la cocina, nadie que pudieran mover. Volvió a subir hasta llegar a la segunda planta con la mira en el marco, pateó el piso de madera dos veces intentando que saliera de ahí, pero no funcionaba por más ruido que hiciera.

Ella pensó que se había ido.

Hasta que sintió que caía sobre la mira del rifle gotas de agua. Le pareció extraño puesto que esa cabaña la había arreglado hace poco tapando cualquier orificio del techo. Volteó hacía arriba, estrechó los ojos asustada al ver un gran licantropo negro en el techo sujetándose con las enormes garras para no caer. La baba era lo que caía sobre la mira del rifle, baba que recorría el enorme hocico de aquel animal. ¡No era un licantropo común! ¡No lo era! Si de por sí su hermana le parece grande, esa cosa era el doble de grande.

— ¡AH! — Gritó espantada mientras disparaba las cinco balas del rifle hacía el animal mientras retrocedía por el pequeño pasillo. Tropezó con sus propios pies cayendo al suelo, se quedó sentada sacando las demás balas de sus bolsillos delanteros para recargar el arma. Cuando volteó al techo esa cosa ya no se encontraba ahí, era escurridizo a pesar del tamaño que poseía y ¡No lo entendía! — ¡Rápido, Kara! — Se dijo a sí misma, pues su mano no dejaba que recargara por la forma en que le temblaba. — No es el momento de ser estúpida. — Se reclamó. El fuerte sonido frente a ella causó que levantara la mirada. Ahí estaba a unos metros viéndola con esos horribles ojos color verde, podía ver por encima del pelaje negro sangre, en una de sus patas delanteras la poseía, incluso aún dejaba marcas en el suelo de la misma. — ¡Largo! — Mientras recargaba el arma, el licantropo tomó su verdadera forma retorciéndose en el suelo hasta que quedó una mujer de pelo negro largo lacio arrodillada en el suelo. Como todas las transformaciones, se encontraba desnuda. Consiguió que una bala entrara en el rifle y, con esa sola, le bastó. — ¡Vete! — La mujer alzó la vista encontrándose con unos ojos verdes esmeraldas. Kara la reconoció de inmediato. Todos los días la veía en televisión o, en las revistas de CatCo. — ¿Lena? — Sonrió aliviada. — Ah... Pensé que eras una amenaza. — Bajó el rifle dejando reposar su espalda en la pared. Ella no le respondió nada, siguió mirándole sin mantener ninguna expresión. — Tal vez, no me recuerdes ¡Soy la chica gorda de la que te burlabas en secundaria! Kara Danvers... Bueno, no estoy gorda ahora, más bien necesito subir unos kilos... Estoy muy delgada. — Se carcajeó en voz baja. Se ajustó las gafas intentando mantener la respiración en calma. — La chica a la que empujaste a la piscina y que sangró dentro. — Le habló intentando que la recordara. — La chica a la que humillaste el último año de secundaria en el baile de despedida... Ya sabes, aventaste litros de sangre encima. — Le hablaba porque ella parecía defenderse bien de los licantropos y la necesitaba, al menos esa noche. — ¡A la que le dijiste que no tendría futuro! Lo cual así fue.

HERENCIA DE SANGREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora