Catorce

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Las calles estaban lluviosas. Los jardines más húmedos de lo normal y la tierra estaba fría, como esa mañana con un clima frío pero con el sol iluminando de a poquito los rostros de los transeúntes que caminaban al trabajo o a la escuela desde temprano, las avenidas concurridas y los edificios más altos de la ciudad; en esos se colaba por las ventanas, como si susurrara al oído un saludo matutino a aquellos que se negaban a dejar los brazos de Morfeo o a ir más allá del séptimo sueño. La suavidad del edredón que les cubría, la sensación fresca de las sábanas, el aroma a flores de lavanda que desprendía, sus cabellos castaños, ondulados y revueltos, sus mejillas llenas de pecas y labios rosados; sus ojos se abrieron lentamente dejando al descubierto su bonito color avellana... y el dolor de cabeza más fuerte que había sentido en su joven vida, aunque le tenía más preocupado el dolor en su trasero y la figura de Blake Orsen abrazándole. Temeroso, levantó un poco las sábanas blancas para confirmar sus sospechas.

«¿Qué mierda hice?» pensó al ver que ambos estaban desnudos; sus ojos se dirigieron al rostro del mayor, que seguía profundamente dormido. Con la cara roja a más no poder, y de la manera más silenciosa que le fue posible, se soltó de aquellos brazos musculosos para salir de la cama, yéndose de puntillas hasta encerrarse en el baño. De no sentir que la cabeza le estallaría, gritaría. Se revolvió los cabellos intentando recordar lo que había sucedido la noche anterior, cuidando de no tener un ataque de pánico.

—De acuerdo, Lucas, vamos a calmarnos —decía en voz baja dando vueltas por la pequeña habitación de azulejos blancos—. A ver... anoche estábamos en la fiesta, Thiago dijo que mi suéter era lindo y me invitó una cerveza... después llegó el Señor Orsen, Thiago y Owen hablaron con él... había barriles llenos de cerveza... globos con agua... me estaba quedando dormido... y después... Ay, mierda, ¡¿qué pasó después?!

Se recargó contra la pared, llevándose las manos al rostro ahogando un grito de desesperación.

—No recuerdo nada... —dijo abrazándose las rodillas— ¿Cómo llegué a mi casa? ¿Por qué está el Señor Orsen aquí? ¿Por qué me duele el trasero...?

Caminó hacia el espejo, tenía los ojos ligeramente hinchados y había pequeñas marcas que iban desde su cuello hasta el pecho y partes de su torso. Abrió la llave de agua fría y se empapó la cara, había una mínima posibilidad de que estuviera soñando, pero su reflejo mojado y mejillas coloradas seguían ahí. No era un sueño.

—¿Lucas? —escuchó desde la habitación, fue ahí cuando se maldijo de no haber tomado algo para ocultar sus partes.

No tenía caso quedarse encerrado en el baño para siempre, no era higiénico y menos en su estado actual, así que con el corazón latiéndole a mil por hora y las piernas temblándole, salió para dirigirse a la habitación donde la escena que encontró no ayudaba en nada para calmarlo. El Señor Orsen vestía solamente sus jeans, estaba recargado en el marco de la ventana, con su mirada zafiro fijada en el amanecer, y tenía el torso al descubierto, su perfecto y hermoso torso que casi hace babear al menor cuyo rostro se coloró al instante al recordar que estaba completamente desnudo.

—Buenos días —enunció con voz tranquila al verlo, soltó una risita cuando vio que ocultaba su intimidad con la almohada—, sabes que no tiene sentido que lo hagas, ¿verdad?

Su mirada avellana se desvió cuando el azabache caminó hacia él, tomó de su mentón delicadamente para plantar un tierno beso en sus labios rosados. Lucas, a diferencia del mayor, se sentía confundido y nervioso.

—¿Tienes hambre? —preguntó con brillo en los ojos y una sonrisa— Cocinaré algo.

Besó nuevamente al castaño antes de encaminarse a la cocina. Lucas salió del trance, tomó un par de pantalones y una remera blanca, fue a la cocina siendo recibido por el suave aroma del té de durazno y una tortilla española que se terminaba de cocinar en la sartén. Respiró para tranquilizarse y tomó asiento en una de las sillas del comedor, Blake le entregó un plato con el desayuno recién hecho y la taza de té, tomó asiento junto al menor y comenzó a desayunar; Lucas miraba la comida y de soslayo veía al azabache, preguntándose cómo comenzar apropiadamente la conversación.

el chico de ojos verdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora