-La cabeza le daba vueltas. Veía borroso. No sabía ni dónde estaba ni qué hora era. Por un momento llegó a olvidarse hasta de su nombre. Conforme fueron pasando los minutos se fue encontrando mejor, hasta que consiguió recordar cómo podía haber llegado hasta ahí. Alma despertó tumbada en una cama dentro de una habitación que no conocía. Cuando recuperó la conciencia por completo, se levantó de golpe y observó sus alrededores con algo de miedo. El mobiliario del cuarto era extremadamente minimalista; apenas contaba con una cama, un escritorio y un armario, no había ninguna otra clase de objeto.
Pero sin embargo, esa no parecía la habitación de un secuestro. El cuarto contaba con una ventana, sus muebles estaban completamente nuevos y el parqué estaba hecho con una resplandeciente madera clara. Por lo general, los sitios donde se tiene secuestrada a una persona no están tan bien cuidados y suelen estar ubicados en un lugar donde no pueda llegar la luz del sol. Además de que Alma no estaba atada o encerrada en la habitación, ya que la puerta se encontraba entreabierta. No es que ella hubiese pasado por muchos secuestros, pero aún así era consciente de que ese no era un lugar común.
Fue a abrir la ventana. Al descorrer las cortinas, Alma se vio obligada a cerrar los ojos debido a que la luz que venía del exterior era demasiado intensa. Se frotó los ojos y volvió a dirigir la vista hacia afuera. Enfrente de la ventana había una gigantesca fachada construida a base de ladrillos grises. Aún algo cegada por la intensa luz, se acercó a la ventana para poder ver el exterior con más detalle. Afuera no había nada más aparte de la pared. Abajo simplemente había suelo, nada más. Mirando hacia los lados se veía lo mismo que al frente; gigantescos muros de color grisáceo. Eran tan altos que casi parecían llegar hasta el espacio. Desconcertada a la par que asustada, Alma decidió salir de la habitación para investigar que había más allá. Su respiración comenzaba a acelerarse. Aún aturdida por el vaivén de su cabeza, corrió las cortinas y atravesó la puerta.
Al otro lado había un largo pasillo colmado de más puertas. Lo extraño del pasillo era que estaban numeradas del uno al trece. La puerta por la que salió Alma era la número diez. Se dirigió hasta la de enfrente (la número nueve) y la abrió sin pensárselo mucho. Detrás de esta se encontraba la misma imagen que en el cuarto en que ella había despertado: misma cama, mismo armario, mismo escritorio y misma ventana, por la cual se divisaba el mismo paisaje. Dio un paso hacia atrás y abrió con rapidez la puerta de la décima primera habitación. Misma estampa... Repitió el proceso con todas y cada una de las puertas del pasillo, proceso que desencadenó de la misma forma en cada ocasión, cosa que hacía que Alma se frustrara aún más cada vez que abría una puerta. Revisadas las trece numeradas, solo quedaba un lugar por el que poder ir. De nuevo, otra puerta. Pero una puerta común, una puerta lisa, sin ningún número grabado-
Desde que la cruzó,
no ha vuelto a ser la misma
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Cuatro paredes y un techo
Mystery / ThrillerEsta es una historia sobre mujeres. Mujeres que luchan. Mujeres que lloran. Mujeres que buscan. Mujeres que matan. Ninguna de ellas estará a salvo del desconocimiento y la incertidumbre. Da igual si son niñas o adultas. Si son madres o hijas. Si est...