Desconcierto

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-Al traspasar la puerta, Alma se encontró con algo inesperado; una sala de estar en la cual se encontraba un grupo de mujeres. Una niña que jugaba con un conejo de peluche, dos chicas de su edad, una anciana que veía la televisión, una mujer en silla de ruedas... El salón era una estancia amplia y con un mobiliario que seguía la misma línea que el de los dormitorios; muebles simples, limpios y de colores claros. El lugar contaba con una gran mesa ovalada con varias sillas de madera a su alrededor. Delante de la mesa había un largo sofá de tela roja que contrastaba con el resto de muebles de la estancia. Este estaba de cara al humilde televisor que se encontraba posado sobre un mueble con cajones. Al fondo había un par de ventanas con las mismas cortinas blancas que poseían las de las habitaciones. Por último, la sala tenía tres salidas: una puerta situada a la izquierda de la televisión, unas escaleras a la derecha de la misma y una entrada de arco que daba a una cocina situada a mano izquierda de Alma.

Todas las miradas del salón se dirigieron hacia Alma. Le temblaron las manos, su respiración comenzó a acelerarse y sus pupilas se tambalearon torpe e inquietamente alrededor de sus globos oculares. Miró a todas las presentes de la cabeza a los pies, una por una. Sin embargo, una de ellas captó la atención de Alma más que el resto... Se trataba de una joven mujer de extraña belleza y con expresión apática que tenía la mirada clavada en Alma. Aquella mujer se trataba de Olivia. Era difícil que alguien como ella pasara desapercibida... Su oscuro cabello estaba hecho un completo desastre, lleno de puntas abiertas y enrevesados nudos por todas partes. Claro estaba que no se preocupaba ni lo más mínimo por llevarlo arreglado. El piercing de su nariz y el detallado tatuaje de una flor que se hacía dueña de su brazo le daban un aspecto imponente. Pero no era eso lo que llamó la atención de Alma. El conjunto de ropa de la mujer era algo "hortera". Llevaba una camisa con las mangas encarecidamente remangadas que hacía la inusual combinación de colores entre el violeta y el amarillo mostaza. La camisa era bastante corta, tanto así que dejaba ver su ombligo. También portaba unos anchísimos pantalones de chándal blancos y unas viejas zapatillas rosa chicle. Pero no, su inusual vestuario tampoco era el motivo por el que Alma se había quedando mirándola por unos segundos. Lo que verdaderamente captó su atención fueron las numerosas manchas de sangre seca que salpicaban su ropa-

Olivia: Y ahí viene otra...

-Alma apartó la vista de la chica y consiguió reaccionar ante lo que estaba pasando-

Alma: ¡¿Dónde estoy?!

-Una joven con expresión amable se acercó a Alma-

Sarah: No te pongas nerviosa. Eh... Ven, siéntate

-Sarah sacó hacia afuera una de las sillas que estaban alrededor de la mesa-

Alma: ¿Dó-dónde estoy? ¿Qué es este sitio? ¿Qué es esto?

-Sarah cogió a Alma de la mano-

Sarah: Necesitamos que te tranquilices, ¿vale? No tienes por qué... O sea...

-Alma separó su mano de las de Sarah rápidamente-

Alma: ¿Quién eres?
Sarah: Yo me llamo Sarah. Tú... Tú... ¿Cómo te llamas?
Alma: ¿Dónde está la salida?
Sarah: No, aquí no... No podemos... A ver, respira. Inspira, expira, inspira...

-Controlada por los nervios, Alma se fue corriendo por las escaleras buscando alguna salida-

Sarah: ¡Espera...!

-La mujer inválida se giró hacia las escaleras, para decir con un irritante tono de voz:-

Virginia: Pobrecita...
Luna: Sarah...

-Sarah se agachó un poco para atender a la pequeña Luna, de siete años-

Sarah: ¿Qué ocurre?

-Sarah hablaba a esta con el mismo dulce tono de voz que puso al intentar tranquilizar a Alma-

Luna: ¿Por qué la chica se ha ido corriendo?
Sarah: Solo está asustada
Virginia: Aquí TODAS estamos asustadas

-Virginia nunca perdía la sonrisa al hablar, sin importar lo que dijera. Aunque no lo mencionara, a Sarah le ponía de los nervios. Es la propia Virginia la que le ponía de los nervios, en realidad. No se trataba sólo de sus sonrisitas.

La anciana que estaba sentada en el sofá intervino sin apartar los ojos del televisor-

Claudia: ¿Y eza' voce'?

-Sarah eleva un poco el volumen de su voz para poder ser escuchada por Claudia-

Sarah: Que ha llegado una nueva
Claudia: ¿Otra má'? En do' día' no vamo' a caber ya
Thalia: (Suspira decaídamente)
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-Mientras hiperventilaba, Alma fue mirando lo que había tras las puertas del piso superior de aquella extraña casa en la que no sabía por qué estaba. Estaba tan nerviosa que no era capaz de controlar sus fuerzas al abrir las puertas. De portazo en portazo, halló tres servicios completamente vacíos, cualidad de la que carecía el cuarto servicio que encontró. En este último se encontraba una mujer de brillante pelo castaño hundida en la bañera. El agua de esta se estaba desbordando, inundando lentamente el cuarto de baño. La chica emergió bruscamente, asustada por el fuerte golpe que dio Alma-

Rocío: ¡Joder...!

-Rocío miró a Alma-

Rocío: ¿Qué-qué haces?

-Alma la miró por unos instantes y se marchó corriendo a abrir la última puerta sin revisar que quedaba en el pasillo-

Rocío: ¡La puerta...!

-Roció intentó salir de la bañera apresuradamente, pero al posar un pie sobre el suelo del aseo, resbaló con el agua y se cayó dentro de la bañera. Más mosqueda que antes, volvió a salir de esta para después taparse con una toalla-

Rocío: Agh...

-Al traspasar la puerta que le quedaba, Alma se topó con una modesta biblioteca hasta arriba de libros de todos los tamaños y colores-

Y allí,
curioseando entre las novelas,
estaba Maite

Cuatro paredes y un techoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora