veintiuno

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—Al fin llegas ¿Dónde estabas?

—Arreglando unos asuntos.

—¿Nada de lo que deba preocuparme?

—No, Jungkook. Solo estaba con unos amigos ¿No me dejarás tener amigos? — mientras hablaba, Jimin se acercó y le rodeó la cintura.

Estaban tras la escuela, pero no en los estacionamientos, sino al lado, cuidando que no serían vistos.

—Exageré, lo siento.

—Te extrañe.

Jimin llevó sus labios despacio hasta los de Jungkook, juntó ambas bocas lento y se quedó ahí. Un beso inocente y suave que solo duró un par de segundos.

—Hoy en la tarde llegaron los muebles y tú prometiste que sabías armarlos. — Jungkook no quería sonar así de meloso pero lo hizo.

—Vas a presenciar al mejor armador del mundo.

***

—Diablos, ésta tabla no va aquí... ¿Dónde mierda esta el martillo?

Jungkook rio con fuerza.

Jimin había resultado ser un buen armador, pero en el proceso era demasiado divertido. Refunfuñaba por todo y tenía aquella divertida mueca de concentración.

—Amor, no estás ayudando, busca el martillo.

—Está junto a tu mano.

—¿Qué? — Jimin observó hasta que lo vió. — ah, gracias bebé.

Jungkook era el encargado de posicionar los muebles cuando éstos estaban listos. Faltaban solo un par de cosas simples, de madera.

La habitación de Jungkook tenía lo básico, aunque le faltaba un televisor.

Decidió dejar las paredes del color que ya tenían, no le gustaba pintar de todos modos.

—Jodidos tornillos que se me sueltan...

Dejó por un momento a Jimin con su eterna pelea contra los muebles, y se paseó un rato por su nuevo hogar. En su mente pudo verse a sí mismo en el lugar que se sentía vacío, pero luego se aseguraría de que se sintiera como un hogar. Tal como Minki se había sentido al ver a su esposa.

—¡Terminé otro, Jungkook!

Luego de asentir para sí mismo, caminó hacia Jimin.

—Por fin.

—No te veo ayudando... Maldita sea, el maldito martillo...

—Junto a tu mano.

Una mirada de Jimin bastó para encontrarlo. — Gracias, eres el mejor.

—Y tú estás ciego.

Jungkook se arrodilló en el suelo y le quitó el martillo de las manos, dejándolo a un lado.

—Hiciste mucho por hoy.

—¿Merezco un premio?

Jimin le sonrió coqueto, acercándose para dejar cortos besos en las mejillas de Jungkook.

—¿Cuándo te volviste tan meloso?

—Déjame pensarlo... ¿Cuándo fue que llegaste a la escuela?

Intentando apagar la cálida y algo agobiante sensación en su estómago, Jungkook atrajo a Jimin por el cuello para besarlo, sin tardar mucho en enredar sus lenguas juntas.

Besar a Jimin debía ser uno de aquellos placeres que tanto leyó. De esos donde describían el placer que obligaba a tus dedos a aferrarse con fuerza a lo primero que encontraran, tal como hacía ahora.

—Me gustas mucho. — le susurró entre besos, sin una razón concreta.

—¿Qué tanto?

—Abusas.

Jimin comenzó a reír por lo que continuar besándose no fue posible.

—Vamos a tu casa.

—¡Al fin lo entiendes!

***

—¿Podemos quedarnos hoy?

Jimin se aferraba con fuerza a la espalda de Jungkook. Levantarse era un dilema cada día.

—No, vamos, arriba Jimin.

—Todos los malditos días lo mismo. — refunfuño.

—Sorprendeme entonces. — ofreció poniéndose de espaldas en la cama.

Jimin se tornó serio por un momento, antes de meter la cabeza bajo las mantas y a diferencia de todos los pecaminosos pensamientos de Jungkook, Jimin solo se aferró a su cuerpo bajo las mantas.

—¡A ésta la llamo la llave no iremos a la escuela! — le gritó aún aferrado a su cuerpo.

***

—Te dejé ganar.

—Ajá.

—De verdad lo hice.

—No estoy diciendo nada.

Jungkook sonrió. Ambos caminaban por los pasillos de la escuela, sus manos rozándose pero no entrelazadas.

—Te veo...

—Al final del día. — completó Jimin.

Sus caminos se separaron en cuanto Jungkook entró al despacho de Minki.

—¿Una buena mañana? — le preguntó Minki en cuanto entró al lugar, estaba escribiendo concentrado en su laptop.

—¿Por qué lo preguntas?

—Por tu sonrisa.

—Es mi sonrisa de siempre...

—¿Y como está Jimin?

—Está bien, pronto entrará a su clase. — Segundos después, Jungkook se detuvo y analizó lo que dijo. Minki sonreía de oreja a oreja observándolo. — usar la psicología conmigo fue un movimiento bajo.

—Nada ilegal.

Jungkook rodó los ojos y se dejó caer en el asiento frente al escritorio de Minki.

—No te pongas cómodo, tienes papeles que ordenar.

Al salir al receso, Wheein lo esperaba con un paquete de frituras para cada uno.

—¿Es un día especial? — le preguntó mientras tomaba el paquete.

—Nop, pero un regalo no hace mal a nadie. ¿Cómo vas con Jimin?

—Bien. Quizás demasiado bien.

—No seas pesimista. — ella le golpeó el hombro con su usual brutalidad para luego seguir caminando.

—No es eso, es mi primer... Algo con alguien, es obvio y natural que esté algo asustado.

—Dile que sea tu novio. — dijo ella de pronto.

Jungkook se atragantó un poco.

—¿P-para qué?

—Sabes que quieres.

Wheein siempre sabía qué decirle, realmente era la mejor -y única- amiga del mundo.

Everlasting |Jikook Adap.|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora