Camila Cabello despertó ese nuevo día con una enorme sonrisa dibujada en su cara. Esa mañana no había amanecido en el sofá de la sala de estar, sino que, muy para su gusto, había amanecido en la añorada cama de Lauren Jauregui, su dulce olor estaba impregnado en las sabanas; siempre olía tan impecable y ordenada. Eso enloquecía a la menor de edad. Esa nueva jornada, con un gesto positivo y una abrumante inspiración que le brotaba por los poros a la joven, fue al parque muy a pesar del terrible clima, y allí esta empezó a escribir un par de líneas, líneas que se convirtieron en párrafos posteriormente. Fueron alrededor de cinco hojas las que escribió con Lauren Jauregui en su mente. Mágica. Camila Cabello no tenía una mejor palabra para describir la noche anterior: mágica. Toda la experiencia había sido de ensueño: el ambiente, la cena, la música de fondo, los besos, las caricias... Lauren. Lauren Jauregui había sido todo lo que siempre soñó algún día. Ella era una fantasía.
En el parque, la joven decidió tomar un enorme café que le prometía incrementar su calor corporal. Cuando estuvo de camino al apartamento de Lauren Jauregui, Camila sintió algo que la asechaba. Por un instante se sintió como un pequeño animalillo que está siendo perseguido por su depredador en la enorme jungla de edificios. Sacudió su cabeza y continuó con su camino pensando que el amor la estaba enloqueciendo de a poco. La enamorada joven ignoró el creciente presentimiento dado a que siempre había confiado muy poco en su intuición, que pena que así fuera.
Ya con el estómago lleno y cuerpo caliente, la hija de los políticos decidió tomar una ducha de agua fría con la esperanza de que esta borrara la permanente sonrisa de su cara. Antes de adentrarse a las heladas aguas de la regadera, la joven observó su desnudo reflejo: estaba cansada, libre y feliz. Le gustaba lo que estaba mirando. En ese fugaz momento pensó que todo había valido la pena porque había encontrado un inmensurable tesoro.
Cuando la joven estaba bajo la helada regadera, se sintió un poco masoquista por haber querido tomar esa ducha fría. Al momento de estar saliendo envuelta en la toalla, Camila escucho como la puerta del apartamento era golpeada con desespero. Cabello frunció el ceño. Por lo general, nadie tocaba la puerta a esas horas de la mañana, bueno, a ninguna hora del día solían recibir visitas. Los golpes desesperados volvieron a retumbar en todo el apartamento, insistentes y molestos. Camila tuvo algo de miedo, no quería abrir la puerta. Algo no andaba bien.
—¿Quién es? —preguntó la joven con recelo mientras con una mano sostenía la toalla blanca que la envolvía, al tiempo que un charco bajo ella cada vez se hacía más grande. Cabello tomó una lámpara que había cerca de la puerta a manera de defensa. Así se armó contra lo peor.
—¡Es Vivian! —Gritó la vecina—. Pasa algo, veci. Abre la puerta.
Camila Cabello, dejando todas sus dudas de lado y olvidado ponerse algo más para cubrirse, corrió a abrir la puerta.
—Vivian —dijo la joven tan pronto como vio a la vecina—. ¿Qué pasa?
—No hay tiempo para eso —dijo apurada la castaña clara—. Toma tus cosas y sube a mi piso. Tienes que subir por la escalera de incendios, te dejé la ventana abierta.
—Eh...— abrió la boca Camila.
—¡Rapido! —Gritó apurada Vivian—. No tenemos tiempo.
Dejándose guiar por la naturaleza confusa y bizarra de la situación, Camila Cabello tomó sus cosas. No eran muchas: sus ahorros, su diario y la poca ropa que estaba dentro de su gastada mochila. Cuando estuvo a punto de salir por la ventana, Camila miró con incredulidad a Vivian, quien seguía de pie en el umbral de la puerta; parecía una estatua como si le estuviera haciendo frente a algo o alguien. La menor aprovechó el descuido de la castaña para hacer una llamada rápida Lauren Jauregui desde el viejo teléfono fijo que, olvidado y jamás utilizado, por una vez sería de utilidad. Insistió e insistió, pero no hubo respuesta alguna.
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Cosas Vagabundas | Camren
ФанфикLas brutales calles de Nueva York no habían sido para nada piadosas con Camila Cabello, una joven adinerada que huyó de casa a los diecisiete años. Con tan solo su patética mochila y la esperanza de libertad, Camila llegó a la puerta de una afable j...