Era jueves en la tarde. Ese día en particular había sido muy cálido sin llegar a ser insoportable; era el tipo de día perfecto para ir al parque a jugar o salir a hacer alguna caminata. Para Camila Cabello, era día de club de poesía. No había excusa para faltar. Luego de salir de su enorme casa, Camila Cabello conducía hacia el lugar donde cada semana se efectuaba el club de poesía. No era muy lejos de su casa, pero ella usualmente iba a recoger a cierta persona, así que el camino aumentaba considerablemente. Antes de dar marcha al vehículo, Camila Cabello retocó levemente su maquillaje utilizando el espejo retrovisor. También, la joven de ropa alegre pulso dos veces su colonia favorita y reacomodó su larga cabellera. Miró su reflejo y se dio un guiño cómplice así como era de costumbre por esos días para ella.
—Te ves muy bien —se dijo.
Cuando estuvo frente a la enorme casa color cal de dos pisos, la joven tomó una flor del jardín de la casa vecina y casi corrió hacia el umbral de la puerta. Cuando estuvo de pie frente a la casa, toco el timbre. Espero con una sonrisa seductora y la flor amarilla escondida tras su espalda. En un dos por tres, la puerta fue abierta revelando la hermosa castaña; tenía su cabello mal peinado y los ojos llenos de ilusión desbordante. Victoria Howard le devolvió la sonrisa a la que estaba de pie frente a ella. La única persona a la que había amado en su corta etapa de vida.
—Pensé que estarías ayudando a tus padres con su campaña —dijo la castaña.
—Sabes que no me gusta involucrarme en eso. Son cosas tontas —contestó sin importancia para después revelar la flor que había robado del jardín del vecino—. Para ti.
—¡Camila, no debiste! Es muy hermosa —sonrió genuinamente Howard al ver la flor que le había llevado la hija de los políticos. Esos detalles, tan pequeños pero tan significantes, eran los que hacían a Victoria enamorarse más y más de Camila Cabello. Para Victoria, todo con relación a Cabello era perfecto; su personalidad, sonrisa, palabras. Todo.
—¿Vamos? —preguntó la hija de los políticos.
Antes de llegar al lugar, Camila Cabello estacionó su auto en un lugar estratégico adentrándose un poco a un pequeño bosque poco transcurrido de la zona. Era oscuro y frío por naturaleza, hermoso y olvidado. Cabello y Howard conocían ese lugar de memoria ya que en él había tomado lugar muchos de sus encuentros. Cuando estuvieron allí, ambas mujeres no perdieron su tiempo.
Después de la reunión del club de poesía, ambas mujeres habían acordado ir a tomar una malteada a una de los centros comerciales más alejados de la ciudad, uno tan solo y olvidado que era probable no encontrar a ninguna cara conocida. Y así iban a hacer, de no ser porque Camila encontró a Normani Kordei en medio del camino. Por esa razón, la hija de los políticos obligó a la castaña a fingir que se habían encontrado casualmente en el club de poesía. A lo que Victoria Howard acepto no muy a gusto.
Luego de eso, los días simplemente pasaban sin más, hasta que una tarde simplemente terminaron su romance secreto. Camila Cabello pensaba que no era justo mantener a la hermosa mujer a su lado cuando ella no la amaba y mucho menos le podía dar una relación pública, que era lo que la castaña parecía ansiar más que nada en el mundo. Era triste, pero Camila no era la indicada, ni muchos menos la situación. Por eso la dejó ir.
Esa tarde Camila fue hasta la casa de la de cabello rojizo a sabiendas de que la mujer se encontraba sola en su morada. Lo último que quería Camila Cabello era llamar la atención de los padres de Howard o de alguna otra persona. Camila tenía una reputación que cuidar, en especial de sus padres.
—Sabíamos que esto iba a suceder —decía Camila entre gagueos por el nerviosismos que la de ojos castaños causaba en ella—. Sabes que si estuviéramos en otra situación, todo sería diferente.
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Cosas Vagabundas | Camren
FanficLas brutales calles de Nueva York no habían sido para nada piadosas con Camila Cabello, una joven adinerada que huyó de casa a los diecisiete años. Con tan solo su patética mochila y la esperanza de libertad, Camila llegó a la puerta de una afable j...